4M: LOS MADRILEÑOS ELIGEN LAS “CAENAS”
Antonio Mora Plaza
Todo lo anterior sirve para constatar una tendencia histórica en España, cuya historia política sí ha sido peculiar pero no tanto la económica, como se ha sostenido por algún historiador. Estoy pensando en las tesis de Nadal sobre el fracaso de la revolución industrial o sobre las traiciones de la burguesía en su papel “revolucionario” en lo económico. Y todo esto se traslada en el tiempo. Un error de Ortega y Gasset fue considerar que España se había saltado el siglo XIX; es lo contrario, España vive aún con los resabios del siglo XIX, con la dictadura de Fernando VII, los pronunciamientos, sus contadas épocas de contadas libertadas, siendo la más significativa la de la Gloriosa, de 1868 a 1874: de alguna manera revivimos ese período ahora. Y el resultado de toda esta historia es un hecho peculiar que aún sobrevive en España y es la dejación de la derecha en la izquierda de la defensa de la democracia y de las libertades democráticas. Y el problema es que en este siglo ya no basta defender el Estado de Derecho para defender la democracia y ser demócrata: hay que defender también el Estado de Bienestar y no atacarlo, como hacen actualmente las derechas españolas. Para éstas la democracia es algo impostado e impuesto, un implante que provoca anticuerpos, un obstáculo que hay que saltar aunque preferirían que no lo hubiera. Tal es así que las derechas no han sido capaces de fabricar un partido que no sea herencia o remembranza del franquismo. El de Ciudadanos parecía destinado a ello, pero un tontito como Albert Rivera lo ha hundido y ni siquiera el flotador de Arrimadas parece que pueda sacarlo a flote.
Pero pasemos a Madrid. La capital y la Comunidad que la envuelve son un reducto y ejemplo de lo anterior, pero con algunas diferencias. Por mor de unos pactos implícitos entre el PSOE felipista –continuados por Zapatero-, la Comunidad de Madrid se ha convertido en un paraíso de elusión fiscal; también un paraíso de la enseñanza concertada frente a la pública, otro de los efectos y defectos de esos pactos implícitos. En Madrid, en los impuestos cedidos, están bonificados al 100% el impuesto sobre el Patrimonio y al 99% en de Sucesiones y Donaciones. También están favorecidos para el contribuyente los de Transmisiones y AJD; también el tramo autonómico del IRPF. Y esto es una de las causas de un voto plus al PP, quiero pensar, porque eso lo saben, no solo los ricos, sino los pequeños propietarios que pueden aprovecharse fiscalmente de esta diferencia de la Comunidad respecto al resto de las comunidades. Por ejemplo –y hablando de los ricos– en Madrid están residenciadas fiscalmente –a través de falsos empadronamientos– 400 de las 600 mayores fortunas de España. Este desastre de sistema fiscal permite a la derecha política apoyarse en la pulsión egoísta de los ciudadanos y de búsqueda de privilegios, cosa que atañe a todas las clases sociales. Y es un tema difícil de resolver. Por ejemplo, este hecho perjudica notablemente a las autonomías fronterizas con Madrid y, sin embargo, Castilla-León acaba de bonificar también al máximo el impuesto de Sucesiones y Donaciones porque, como es sabido, es del mismo color político que la C. de Madrid.
Es verdad que se pueden buscar errores en los partidos de la izquierda. Por ejemplo, siempre me pareció un error de Unidas Podemos participar en el gobierno de la Nación de la mano de Pablo Iglesias: no se puede estar en misa y repicando, no puede el mismo político estar en el Gobierno y en la Oposición. La dimisión del líder del partido es, también, el reconocimiento implícito de ese error. Desgraciadamente para los que somos de izquierda y miramos con más benevolencia los errores propios que los ajenos, cabe especular que el papel de Iglesias ha servido para dar más votos a la derecha que los conseguidos para la izquierda. Las palabras del mismo Iglesias en la noche electoral parecen avalar esta hipótesis.
Un error, esta vez imputable al Gobierno de la Nación, es creer que hay una mayoría de madrileños que antepongan la salud a los negocios: la verdad es justamente la contraria, y de eso tiene que sacar lecciones para el futuro y para el próximo presente como es la de otorgar a las Comunidades la responsabilidad de las medidas de confinamiento que estimen oportunas. En este tema y en tantos otros se ve el fracaso del sistema autonómico español, permitiendo que surta efecto electoral la absoluta deslealtad con que la Sra. Ayuso ha hecho con la pandemia, que ha utilizado el covid19 para arremeter contra el Gobierno en lugar de centrarse en la lucha contra esta desgracia sobrevenida. Lo ocurrido con las residencias de Madrid es como para dar cuenta, al menos, en los tribunales. Pues bien, en el 4M los madrileños han votado negocios por encima de la salud: saquemos consecuencias.
Es también un error considerar al propio PP como un partido fascista, cosa que sí lo es VOX. Es verdad que el partido de Pablo Casado es una herencia del franquismo y que un parte de sus votantes –sobre todo los muy mayores– añoran la dictadura franquista; es verdad que el propio Casado, en su estulticia como político, ha tratado al gobierno de Pedro Sánchez como de ocupa y de ilegítimo, pareciendo apelar a un golpe de Estado. Sin embargo, eso es más imputable al bajísimo nivel intelectual de este líder oficial del partido, a su situación precaria como presidente del partido y a las alternativas de Feijoo y, ahora, la de Ayuso, que se presentan como fantasmas que le cegaran el camino a la Moncloa. En cambio, el suelo electoral de VOX sí es claramente fascista, con un fascismo adaptado a los tiempos actuales y su líder, el tal Abascal, quisiera ser el Primo de Rivera (hijo) del siglo XXI en España.
La señora Ayuso –que es una analfabeta funcional– parece querer encarrilar una tercera vía entre VOX y su propio partido: la vía trumpista, cuyo instrumento es la mentira sistemática y su palanca, pulsar de continuo la pulsión egoísta, insolidaria y de búsqueda de privilegios de los ciudadanos, ciudadanos sin ninguna distinción de clase y condición. Parece difícil que lo consiga porque a esa apelación a las pulsiones egoístas de los ciudadanos tiene que trasladarse al resto de las autonomías, convirtiéndose éstas y sus habitantes en financiadores de la Comunidad de Madrid, tanto por la vía del gasto como la de los ingresos. La Ayuso intentará en los próximos meses destrozar en lo posible la sanidad pública, potenciar la enseñanza concertada, menoscabar los recursos a la dependencia, y las ayudas legisladas en el ámbito de sus competencias a los más necesitados, etc. Pero eso solo lo puede hacer a costa del resto de los españoles porque el gasto comprometido para este año este año es de 453.000 millones y los ingresos previstos son unos 70.000 millones menos. Más aún, la deuda pública está en el 120% del PIB debido a las ayudas a empresas, trabajadores asalariados y autónomos, etc., y va a ser difícil estirarla más: no queda mas remedio que subir los impuestos gobierne quien gobierne, tal como hizo el mismo Rajoy en su mandato de 6 años. El FMI, la OCDE, el BCE, la señora Lagarde, etc., están reconociendo que no puede cometerse el mismo error que en el 2008 y próximos siguientes cometieron estos mismos organismos internacionales con las políticas de austeridad. Tal es así que el propio BCE anuncia la permanencia de las políticas de expansión crediticia para mantener unos tipos de interés bajos como los actuales. Y eso ocurrirá mientras la inflación no se atisbe como amenaza.
Aun así la izquierda española tiene que reflexionar sobre lo hechos. Los consensos implícitos con la derecha han sido un tremendo error en temas como la fiscalidad o la enseñanza. La época del consenso con la derecha es ya historia, y si el juicio de la historia sobre esto puede haber servido para consolidar la democracia, ese será su activo, su único activo, aunque trascendental. Pero todo eso es ya historia: ahora toca rectificar y hacer otras cosas. Por ejemplo, la defensa denodada del Estado de Bienestar, la lucha en la calle y en el BOE para combatir la tremenda desigualdad económica y de oportunidades de los españoles. También la necesidad de repartir rentas desde el Estado –¡las Comunidades también son Estado!– para sostener la demanda y por necesidades de justicia social. Tareas que la derecha, ideológicamente, no puede ni siquiera abordar. Al menos la derecha española, que es en Europa y en el planeta un anacronismo histórico.
Veremos
que pasa, pero mientras las encuestas sobre el posicionamiento ideológico de
los españoles den como levemente sesgada a la izquierda respecto a la derecha,
si en el próximo futuro ganara la derecha en el Parlamento español sería por
errores de la izquierda y no por méritos de la derecha. Hay que romper el
maleficio y no siempre los españoles, ante situaciones difíciles pero
coyunturales, elegirán las “caenas”: hay que confiar en ello y en la C. de
Madrid, dentro de dos años, se las pueden quitar. Veremos.
Es interesante ver estos análisis de la izquierda. Sigamos analizando así, cada vez estamos más próximos del precipicio. Está izquierda de papel, elitista, de superioridad moral e intelectual está ciega y sorda. Muda no, chilla e insulta demasiado, es incapaz de observar la realidad porque vive en su mundo áulico, alejada y protegida del contacto con el común de los mortales, embobada en su endiosamiento. Pero el pueblo, por fin, ha visto el verdadero rostro de esta izquierda torpe, vaga y ramplona. Es esta izquierda la que ha empujado al pueblo a optar por las cadenas. Es esta izquierda la que le arrebató el conocimiento, la formación, es decir, el progreso, con sus sucesivas leyes de educación desde los años ochenta.
ResponderEliminarEl pueblo no sabe votar. Elimínese la democracia. El pueblo ya está preparado.
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