¡Que no pasen el 4 de mayo!
Antonio Mora Plaza
Lo que está en juego es que la Comunidad de Madrid se sume a la vasca y a la catalana en sus deseos independentistas, pero con un matiz que hace de las madrileñas las más peligrosas: porque la actual presidenta de la Comunidad pretende la independencia… del Estado de Derecho y, simultáneamente, acabar con el Estado de Bienestar en esta comunidad. Tres independentismos son un exceso para una democracia donde gran parte de los votantes de derecha no les importaría volver a otra dictadura si los que gobiernan no son de su cuerda ideológica. Este independentismo de la Sra. Ayuso no es fruto de una reflexión porque estamos ante una política que la cuadra como anillo al dedo lo del analfabetismo funcional. No, su afán independentista del Estado de Derecho es porque no sabe que hoy, en España y en la Europa heredera de la polis griega, heredera de los principios de la Revolución francesa, es heredera también del principio fundamental del Estado de Bienestar, que pretende asegurar un mínimo a sus ciudadanos desde la cuna hasta la sepultara. No sabe –decía de esta analfabeta funcional– que ya es inseparable Estado de derecho y Estado de Bienestar, son las dos caras de una misma moneda. Por ello, al estar en juego la educación pública, la sanidad pública, un mínimo de aplicación de la ley de la dependencia, etc., también esta en juego la propia democracia.
También está en juego que, el atractor político que supone convertir a la C. de Madrid en un paraíso de elusión fiscal en contra del resto de las Comunidades, pueda acabar contagiando al resto también como lo está haciendo, pari passu, el covid19. Según estimaciones de la propia C. de Madrid, esta comunidad, desde el 2004 al 2019, ha perdido 48.292 millones por rebajas fiscales. Y es un dato a la baja porque otras estimaciones dan cifras mucho más altas. Y la parte del león de estos menores ingresos está en el impuesto de Sucesiones y Donaciones. La Sra. Ayuso puede estar muy orgullosa de ello porque es una llamada a la pulsión egoísta y de búsqueda de privilegios a los madrileños, pero dudo que lo estén el resto de los españoles que están tributando para los habitantes de la capital de España y ciudades y pueblos aledaños. Tan grave es la situación que 400 de las 600 mayores fortunas de España están empadronadas fraudulentamente en esta comunidad con el fin de pagar menos impuestos. Hacienda somos todos menos los madrileños, que lo son algo menos. Madrid debe dejar de ser un atractor de egoísmo porque una parte de los madrileños son –somos– solidarios e, incluso, altruistas, pero los que así somos o lo pretendemos, vemos como nuestras pulsiones solidarias son anegadas por esta vía de independentismo insolidario que ha abierto una analfabeta funcional.
En la Comunidad de Madrid está la ciudad de Móstoles, ciudad que en su día ¡declaró! La guerra a Napoleón –no solo luchó-; es, además, la ciudad emblemática del ¡no pasarán! referido a las tropas franquistas de la guerra incivil. Y VOX y PP son los herederos ideológicos –y en algunos casos biológicos– de aquellos golpistas que acabaron con la II República e implantaron una dictadura de casi 40 años. El PP nunca ha condenado la dictadura franquista en sede parlamentaria y VOX aspira a repetir ese régimen actualizado al siglo XXI a partir de una mayoría parlamentaria que le permitiera ir prohibiendo poco a poco a los partidos que no le agradan, que son todos los de izquierda, los independentistas e, incluso, a los ingenuos de Ciudadanos, si es que sobreviven a su propia necedad. No solo está en juego la sanidad y educación pública en la C. de Madrid; también lo está el orgullo y el decoro de vivir en libertad con justicia social y con solidaridad presupuestaria, justo lo contrario de los herederos del franquismo, decoro y dignidad que tuvieron mostoleños y madrileños en pretéritas situaciones. Esto también está en juego.
También estas elecciones ponen en cuestión el nivel intelectual de los madrileños porque la Sra. Ayuso les obliga a elegir entre un filósofo (Gabilondo) y a una representante de la indigencia intelectual (Ayuso), entre otras opciones. Solidaridad, financiación suficiente, educación y sanidad públicas, orgullo de haber luchado otrora por la libertad, decoro, nivel intelectual, todo está en juego y puesto en un brete por el capricho y ambición de quien no ha sido capaz de luchar contra la pandemia dentro de sus márgenes; la responsable de miles de muertos en las residencias dentro de sus márgenes y competencias, responsable del deterioro de la sanidad madrileña, especialmente de la atención primaria. Y tal es así esto último que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid acaba de condenar a la Comunidad por no haber atendido convenientemente a la Atención primaria.
Y Madrid es un mal ejemplo –un ejemplo terrible– para el resto de las Comunidades si triunfan las tesis egoístas, de búsqueda de privilegio, de xenofobia –que atesora VOX–, de insolidaridad, al confiar que el solo mercado ha de resolverlo todo. Debiera ser también vergonzoso para los votantes de la derecha que tuviera que ser la solidaridad de los menos favorecidos los que no hace ni un año socorrieron a los que no tenían ni para llenar la nevera, cuando la alcaldía madrileña podía haberlo solventado por sus competencias y la comunidad tiene la competencia de poner los dineros pertinentes.
Mal
ejemplo somos para el resto de España si permitimos que vuelvan el egoísmo y la
insolidaridad como ejemplo de la España del futuro cuando la propia UE va
avanzando en una solidaridad europea (Next
Generation UE). ¡Que no pasen! Ahora, en esta tesitura, tenemos los
solidarios con nuestros votos el poder fáctico más importante: no lo
desaprovechemos.
Comentarios
Publicar un comentario