PRESUPUESTOS 2021: EL RUBICÓN DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA
Antonio Mora Plaza
Ocupados estos medios en menesteres meramente ideológicos en lugar de periodísticos –contar lo que pasa sin adjetivos, sin juicios de valor– han descuidado la crítica a los presupuestos. Solo los medios económicos como Expansión, el Economista o CincoDías se han ocupado más, aunque siempre desde posiciones contradictorias: por un lado son neoliberales y deberían, por ello, defender la no intervención del Estado en la economía privada pero, por otro, lo que han hecho es criticar por insuficiente la intervención, es decir, las ayudas dadas a las empresas y a los autónomos por parte de la Administración General del Estado (poco se han dedicado a criticar a los gobiernos autonómicos). En fin, los ideólogos neoliberales están presos de una contradicción insalvable entre sus ideas y la necesidad de escribir lo contrario porque, en esta coyuntura, los medios que les pagan así se lo exigen. Y si le añadimos el brexit y sus posibles consecuencias, y la aprobación de las ayudas a fondo perdido desde la UE mediante el Next Generation UE (72.000 millones de euros para España), el tema de los Presupuestos ha pasado como esos microsueños que tan peligrosos son cuando vas al volante. Pero estos presupuestos son muy importantes, y lo son, no porque por fin haya presupuestos no prolongados desde los últimos del anterior ministro de Hacienda, el Sr. Montoro, el de las amnistías fiscales disfrazadas mediante jergas inventadas para el disimulo. Lo son porque –lo diré directamente– hemos pasado de unos gastos en el presupuesto de 379.613 millones de euros del 2020 a 456.073 millones para este año, lo que supone un aumento de 76.460 millones. Hasta hace muy poco y según datos de Eurostat, España era un país presupuestariamente casi tercermundista con un 35,4% de participación de lo público en el conjunto de la economía, cuando en Italia y Alemania esa participación estaba entre el 41% y 42%, y Francia sobrepasa el 48%. Ahora se juntan dos cosas para evaluar la nueva situación: este aumento señalado más la caída de nuestro PIB en unos 100.000 millones de euros desde el 2019, siendo nuestro PIB del 2020 de 1.120.000 millones de euros. Si hacemos una simple división entre los presupuestos aprobados y este nuevo PIB –aunque el efecto rebote de los dos próximos años lo elevaran de nuevo– España ha pasado de ese ridículo 35,4% de lo publico en la economía (medido por el PIB) a un notable 40,7%. Es una buenísima noticia porque, por fin, desde lo público se va a poder ayudar a la economía, a los ciudadanos y a las propias empresas –mediante el aumento de la demanda y algunas ayudas directas– a salir de las recesiones y a menguar la caída cuando se entren en ellas. El sector público es el mejor estabilizador de la economía porque puede ir contra corriente, puede, mediante préstamos internacionales, ayudas esporádicas y, sobre todo, mediante la emisión de deuda pública, hacer política económica contracíclica. Y la razón de ello es que con participación exigua de lo público apenas hay gasto marginal para estas políticas dado que la mayor parte del presupuesto está siempre comprometido –en todos los países– y los gobiernos no pueden cambiarlo a corto plazo, ni siquiera a medio.
Se
puede analizar también partida por partida, pero quizá lo más significativo es
el aumento del gasto social comprometido que es de unos 240.000 millones,
aunque la parte negativa son las transferencias a la Comunidades autónomas,
algunas de las cuales están en manos del PP y sus socios de derecha y de
extrema derecha, que van a hacer lo posible por boicotear las aplicaciones presupuestarias
con mayor destino social dedicándolo –como por ejemplo hace en Madrid la
“independentista” Sra. Ayuso– a la sanidad privada o a la enseñanza concertada
o, directamente, a la privada, frenando la ayuda a la dependencia. Y los
empresarios no se pueden quejar porque desde los 13.101 millones en ayudas de
diverso tipo en el 2020 se ha pasado a 19.571 millones, aunque sea verdad que
la mayor parte del incremento viene de la mano de esa Next Generation aludida.
Y no va a haber marcha atrás en el gasto en el futuro, incluso aunque gobernara la derecha, porque las necesidades son inmensas: la Seguridad Social está en quiebra técnica, la dependencia bajo mínimos, el IMV incipiente y mal ejecutado, estamos en el tope de la deuda pública razonable, la necesidad de incrementos en el seguro de desempleo aunque sea coyunturalmente, la cosificación de los ERTE –no queda otro remedio–, la sanidad y educación públicas deterioradas por falta de presupuestos y por políticas deliberadas allí donde gobierna el PP para potenciar lo privado, la cultura y la ciencia también bajo mínimos, etc. En definitiva, el tirón de la modernidad lo hemos dado desde el lado del gasto: ahora falta que los españoles entiendan electoralmente que falta hacerlo desde el lado de los tributos: ¿serán capaces de entenderlo a pesar de la pulsión egoísta que late en cada ciudadano? En todo caso hay que hacerlo y la mentalización vendrá a posteriori si es que viene. Veremos, como diría el maestro de periodistas Miguel Ángel Aguilar.
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