LA PERVERSIÓN DEL ORDEN NATURAL

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 Gabriel Moreno Jiménez.


Parece ser, que al principio de los tiempos los humanos también buscaban explicación a los acontecimientos naturales y a lo que a ellos mismos les acaecía. Las explicaciones que encontraron eran mágicas, dioses ocultos que alteraban el natural devenir de los acontecimientos u odiaban a los humanos ocasionándoles desgracias y, en ocasiones, severas catástrofes. O sea, que a menudo se ensañaban con ellos. La justificación de semejante proceder la dieron, también, en el orden mágico: los dioses los castigaban porque no se habían comportado acorde con los deseos de las deidades.

Como la vida y la naturaleza no permanecen estables, se mueven, se contorsionan, aunque nada más sea porque existe la gravedad -fuerza extraña que no sabemos de dónde surgió ni por qué pero que hace que las cosas funcionen medianamente bien-, fueron pasando los siglos y unos humanos asentados en Sumeria comenzaron a tomar nota de los sucesos relevantes mediante la escritura a base del empleo de cuñas sobre tablillas de cerámica. Esto sucedió hace unos 5.500 años. A unos dos millares y medio de kilómetros hacia el oeste otra civilización proyectó conservar los acontecimientos grandiosos o insignificantes que transcurrían utilizando otro tipo de escritura a base de jeroglíficos.

Sumerios y egipcios se aficionaron a mirar las estrellas y medir la cantidad de terreno cedida a cada habitante para producir alimentos. Observar, medir y contar. Lo que le llevó a construir un pensamiento abstracto basado en el cálculo. Tal vez buscando la justicia entre la población. Pues si a una familia, con dos hijos, se les asignaba quinientas cincuenta áreas de terreno, a otra con siete hijos habría que asignarle un terreno equivalente. A veces los cálculos eran fáciles si el terreno era cuadrado o rectangular, pero otras había que aprovechar los recovecos de superficies que podían ser triangulares, circulares, mezcla de varias figuras geométricas, etc. En fin, llegaron a precisar hasta ecuaciones de segundo grado para ser justos.

Por aquella época, hace ya unos 3.800 años, aparece un pueblo proveniente de no sé qué mesetas situadas tan al este de Europa que se confunden con el oeste de Asia. Estos personajes debieron pasar muchas penurias hasta llegar a las apacibles tierras de la Hélade. Desconfiaban de los dioses por el trato recibido de ellos, a causa de lo cual consideraban que su seguridad dependía del alejamiento y ocultación de los mismos. Hasta que un tal Thales, ciudadano de Mileto, en la actual Turquía, decide dar a la razón todo el protagonismo: “el agua es el principio de todas las cosas”. Hoy sabemos que no es así, pero tuvo un valor hercúleo. Con esta sencilla frase elimina a los dioses de la ecuación de la existencia, corriendo el peligro de ser obligado a envenenarse por los creyentes de la época que, como los de todos los tiempos, no permiten que se toquen a sus dioses. Construyó más pensamientos dando origen a la ciencia. La ciencia es el orgullo de las construcciones humanas, su máximo exponente. Es el conjunto de conocimientos objetivos y verificables basados en la observación y la replicación experimental. Tales de Mileto comenzó a generalizar los conocimientos particulares que se habían elaborado para la resolución de problemas cotidianos, como el reparto de tierras. Trascendió lo particular para construir leyes generales: “si dos rectas cualesquiera son cortadas por …” Su teorema es para todas las rectas. Comienza ahí un desarrollo vigoroso del conocimiento, basado en la razón, la lógica y la observación. En el siglo tercero antes de nuestra era, Eratóstenes observa que la Tierra es redonda y mide su diámetro. 1.700 años antes de que Magallanes y Elcano dieran la vuelta a la Tierra navegando siempre hacia donde se pone el sol. Unos siglos más tarde, Tolomeo mide la distancia al sol. Sin metro, sólo con cálculo matemático. Con su mente.

Pero lamentablemente pocos años más tarde surge una nueva civilización en Roma. Gente que se hacía llamar cristianos. Predicaban una rara doctrina que hablaba de amor a Dios, al prójimo, proclamando la igualdad de todas las personas. Han eliminado a todos los dioses y sólo admiten el suyo. El emperador romano Constantino aprovechó esta ideología mágica y la exacerbó para controlar y mantener unida a la población, para monopolizar el poder. Es lo malo de las creencias, construyen fanatismo, verdades absolutas que todo ser debe creer, siendo fácilmente manipulables. Al contrario de la ciencia, que construye certezas comprobando su veracidad, pero siempre está llena de dudas. Incluso las certezas tienen vida limitada, hasta que se encuentra otra certeza más acertada. Es muy exigente, pues se debe estar en perpetua búsqueda, caminar al borde del precipicio sin esperar ningún salvador ni recompensa. Pues bien, esta nueva civilización de fanáticos (también había gente buena que creía y practicaba el mensaje de amor), decidieron un día, principios del siglo quinto de nuestra era, asaltar la biblioteca de Alejandría, centro del conocimiento, arrasando todo lo que se movía en torno a ese polo del saber: obras maestras del conocimiento y del arte, e incluso a científicos (como Hipatia, símbolo del final de una era: mujer científica arrollada y muerta por las hordas fanáticas del cristianismo). Al grito de: la Biblia es el único libro. Contiene todo lo que el hombre tiene que saber.

Comenzó una larga noche que duró mil años. Hasta que un chaval romano cayó por una rendija del terreno estrellándose contra un suelo de mosaicos. Siglo XV de nuestra era, hace tres días. Cuando pudo abrió los ojos y se encontró en el centro de la Domus Aurea, el palacio de Nerón. La belleza de las pinturas en sus paredes sacudió las tinieblas que dominaban las mentes. De la caída surgió el renacer, recuperar el pasado. El Renacimiento. Estallido cultural que venía gestándose varios siglos antes.

Resurgió el arte y la ciencia. Observación, experimentación. Galileo. Comprender cómo funciona la naturaleza para replicarla. Pero ahí seguía impertérrito el fanatismo. ¿Quién se creía Galileo que era para desafiar a la Biblia y decir que la Tierra se movía alrededor del sol? Debía ser quemado, como Alejandría.

Pero, una vez abiertos los ojos, comprendida la lógica de la naturaleza, hay personas que prefieren ser quemadas antes que caminar contra la evidencia. Como Giordano Bruno: el sol no es más que una estrella con sus planetas girando en torno a él, y debe haber infinitos mundos con sus correspondientes civilizaciones.

Así se llega al siglo XX, la explosión científica. Las naves humanas viajan más allá del sistema solar, capaces de posarse en asteroides y volver de regreso a la Tierra. Se descubre la esencia de la naturaleza humana, el código genético del que estamos hechos lo seres vivos. La intimidad de la materia, el átomo y multitud de partículas esenciales con sus características extrañas: materia y onda según la necesidad, superposición, entrelazamiento, indeterminación, exclusión. El fin del determinismo. El devenir es función de fluctuaciones cuánticas que se dan en la materia. Dios, tal vez exista tal vez no, pero no tiene lugar en las ecuaciones matemáticas que describen el universo. Pertenece al ámbito privado de las personas. De nuevo Thales, todo está hecho de agua, y Demócrito, el universo formado por infinidad de átomos eternos e inmutables.

Nos encontramos a finales del siglo XX, principios del XXI. En medio de una pandemia que está asolando la humanidad. La población aterrorizada, los poderes fortalecidos, (el poder se fortalece con el miedo de la población). Señalo esto porque es la misma inquisición con nuevo attrezzo. Ya conocemos por la historia que toda inquisición mata el espíritu, es decir, la vida. La mayor transgresión, imperdonable, es destruir el espíritu. Porque aniquila la fuerza vital de la persona. La reduce a zombi.

A lo que iba: en medio de unos avances científicos nunca vistos se produce el resurgir de la irracionalidad, del pensamiento mágico; la vuelta a los años oscuros, sin luz, conocidos como Edad Media. Pululan las personas que consideran que la Tierra es plana, que los virus no existen y lo que enferma son las ondas electromagnéticas del 5G. Que la superación de los problemas es un asunto personal si se considera que el universo está lleno de bienes y sólo tenemos que agradecerle lo que sea y estar seguros que nos mira con benevolencia para alcanzar todo aquello que deseamos. El universo convertido en nuevo dios. “Me provee de todo lo que necesito”. No sé qué porcentaje representa este número de personas. Lo que sí sé es que hacen mucho ruido con lo cual llenan las mentes de bazofia reduciendo el espacio para almacenar ideas de alta potencia, o de belleza y sabiduría.

Utilizo el trasporte público. Un grupo de jóvenes, probablemente universitarios, hablan de la atracción ejercida por la Tierra sobre la Luna. Cómo esa fuerza evita que la Tierra cabecee sobre su eje que impediría la vida en la misma. Otro se empeña en que el único efecto de la luna es sobre el carácter de las personas. Ante las refutaciones concluye, pues eso es lo que yo creo y debéis respetar mis ideas. Bruscamente otro contesta, tú puedes creer lo que te dé la gana pero yo no tengo por qué respetar ideas acientíficas.  Pelea verbal y desintegración del grupo. Es una anécdota que indica cómo las creencias perviven con el conocimiento científico.

Esto es una tendencia generalizada en todo el mundo, al menos en el occidental, aunque en unos países es más pronunciada que en otros. Algo muy grave está pasando en el sistema educativo. No es de extrañar cuando la ministra del ramo propuso el estudio de las matemáticas como asignatura optativa porque es una disciplina compleja y árida. Esta buena mujer ignora que “el universo está escrito en lenguaje matemático” como dijo Galileo. Los cuervos cuentas, las hojas de las plantas siguen procesos matemáticos complejos para recibir la mayor cantidad de luz que le permita la fotosíntesis y, ¡además!, recibir la misma cantidad de luz durante el tiempo que dura el día (de lo contrario en unos momentos se achicharrarían y otros no dispondrían de energía), las abejas resuelven problemas matemáticos para orientarse, encontrar comida y comunicarse, etc. etc. Las matemáticas enseñan a pensar, a discernir (pensamiento crítico), a razonar, para no ser engañados.

El problema del atolondramiento de la población no es baladí. La primera rémora producida por esa falta de conocimiento social es la imposibilidad de la democracia. Pues desaparece la razón y el análisis para imponerse las emociones. La mayoría de la población vota por emociones cuando no es arrastrada por la apariencia física del candidato. No por el análisis serio del programa, el carácter y cualidades del aspirante. Si los medios de comunicación, fundamentalmente las televisiones, han impuesto la cultura del espectáculo manipulando los sentimientos es por una cierta debilidad mental colectiva. La segunda es la aparición de una sociedad dual. Una reducida de científicos aferrados a la observación, experimentación y replicación, incluso del mismo ser humano. Y la gran mayoría con escasos conocimientos llenos de creencias candidatos a la esclavitud. Y la tercera barrera, es que una sociedad que no emplea todas sus posibilidades se empobrece radicalmente hasta llegar a su propia destrucción. Es lo que traerán las políticas que optan por dejar a la mayoría de la población en la ignorancia despreciando sus mentes. Sólo la inteligencia colectiva encontrará la solución a los grandes problemas que permanentemente se plantean a la humanidad.

Marzo de 2021

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