LA PERVERSIÓN DEL ORDEN NATURAL
Parece ser, que al principio de
los tiempos los humanos también buscaban explicación a los acontecimientos
naturales y a lo que a ellos mismos les acaecía. Las explicaciones que
encontraron eran mágicas, dioses ocultos que alteraban el natural devenir de
los acontecimientos u odiaban a los humanos ocasionándoles desgracias y, en
ocasiones, severas catástrofes. O sea, que a menudo se ensañaban con ellos. La
justificación de semejante proceder la dieron, también, en el orden mágico: los
dioses los castigaban porque no se habían comportado acorde con los deseos de
las deidades.
Como la vida y la naturaleza no
permanecen estables, se mueven, se contorsionan, aunque nada más sea porque
existe la gravedad -fuerza extraña que no sabemos de dónde surgió ni por qué
pero que hace que las cosas funcionen medianamente bien-, fueron pasando los
siglos y unos humanos asentados en Sumeria comenzaron a tomar nota de los
sucesos relevantes mediante la escritura a base del empleo de cuñas sobre
tablillas de cerámica. Esto sucedió hace unos 5.500 años. A unos dos millares y
medio de kilómetros hacia el oeste otra civilización proyectó conservar los
acontecimientos grandiosos o insignificantes que transcurrían utilizando otro
tipo de escritura a base de jeroglíficos.
Sumerios y egipcios se
aficionaron a mirar las estrellas y medir la cantidad de terreno cedida a cada
habitante para producir alimentos. Observar, medir y contar. Lo que le
llevó a construir un pensamiento abstracto basado en el cálculo. Tal vez
buscando la justicia entre la población. Pues si a una familia, con dos hijos, se
les asignaba quinientas cincuenta áreas de terreno, a otra con siete hijos
habría que asignarle un terreno equivalente. A veces los cálculos eran fáciles
si el terreno era cuadrado o rectangular, pero otras había que aprovechar los
recovecos de superficies que podían ser triangulares, circulares, mezcla de
varias figuras geométricas, etc. En fin, llegaron a precisar hasta ecuaciones
de segundo grado para ser justos.
Por aquella época, hace ya unos
3.800 años, aparece un pueblo proveniente de no sé qué mesetas situadas tan al
este de Europa que se confunden con el oeste de Asia. Estos personajes debieron
pasar muchas penurias hasta llegar a las apacibles tierras de la Hélade.
Desconfiaban de los dioses por el trato recibido de ellos, a causa de lo cual
consideraban que su seguridad dependía del alejamiento y ocultación de los
mismos. Hasta que un tal Thales, ciudadano de Mileto, en la actual Turquía,
decide dar a la razón todo el protagonismo: “el agua es el principio de todas
las cosas”. Hoy sabemos que no es así, pero tuvo un valor hercúleo. Con esta
sencilla frase elimina a los dioses de la ecuación de la existencia, corriendo
el peligro de ser obligado a envenenarse por los creyentes de la época que,
como los de todos los tiempos, no permiten que se toquen a sus dioses.
Construyó más pensamientos dando origen a la ciencia. La ciencia es el orgullo
de las construcciones humanas, su máximo exponente. Es el conjunto de
conocimientos objetivos y verificables basados en la observación y la
replicación experimental. Tales de Mileto comenzó a generalizar los
conocimientos particulares que se habían elaborado para la resolución de
problemas cotidianos, como el reparto de tierras. Trascendió lo particular para
construir leyes generales: “si dos rectas cualesquiera son cortadas por …” Su
teorema es para todas las rectas. Comienza ahí un desarrollo vigoroso del
conocimiento, basado en la razón, la lógica y la observación. En el siglo
tercero antes de nuestra era, Eratóstenes observa que la Tierra es redonda y mide
su diámetro. 1.700 años antes de que Magallanes y Elcano dieran la vuelta a la
Tierra navegando siempre hacia donde se pone el sol. Unos siglos más tarde,
Tolomeo mide la distancia al sol. Sin metro, sólo con cálculo matemático. Con
su mente.
Pero lamentablemente pocos años
más tarde surge una nueva civilización en Roma. Gente que se hacía llamar
cristianos. Predicaban una rara doctrina que hablaba de amor a Dios, al
prójimo, proclamando la igualdad de todas las personas. Han eliminado a todos
los dioses y sólo admiten el suyo. El emperador romano Constantino aprovechó
esta ideología mágica y la exacerbó para controlar y mantener unida a la
población, para monopolizar el poder. Es lo malo de las creencias, construyen
fanatismo, verdades absolutas que todo ser debe creer, siendo fácilmente
manipulables. Al contrario de la ciencia, que construye certezas comprobando su
veracidad, pero siempre está llena de dudas. Incluso las certezas tienen vida
limitada, hasta que se encuentra otra certeza más acertada. Es muy exigente,
pues se debe estar en perpetua búsqueda, caminar al borde del precipicio sin
esperar ningún salvador ni recompensa. Pues bien, esta nueva civilización de
fanáticos (también había gente buena que creía y practicaba el mensaje de
amor), decidieron un día, principios del siglo quinto de nuestra era, asaltar
la biblioteca de Alejandría, centro del conocimiento, arrasando todo lo que se
movía en torno a ese polo del saber: obras maestras del conocimiento y del
arte, e incluso a científicos (como Hipatia, símbolo del final de una era:
mujer científica arrollada y muerta por las hordas fanáticas del cristianismo).
Al grito de: la Biblia es el único libro. Contiene todo lo que el hombre tiene
que saber.
Comenzó una larga noche que duró
mil años. Hasta que un chaval romano cayó por una rendija del terreno
estrellándose contra un suelo de mosaicos. Siglo XV de nuestra era, hace tres
días. Cuando pudo abrió los ojos y se encontró en el centro de la Domus Aurea,
el palacio de Nerón. La belleza de las pinturas en sus paredes sacudió las
tinieblas que dominaban las mentes. De la caída surgió el renacer, recuperar el
pasado. El Renacimiento. Estallido cultural que venía gestándose varios siglos
antes.
Resurgió el arte y la ciencia. Observación,
experimentación. Galileo. Comprender cómo funciona la naturaleza para
replicarla. Pero ahí seguía impertérrito el fanatismo. ¿Quién se creía Galileo
que era para desafiar a la Biblia y decir que la Tierra se movía alrededor del
sol? Debía ser quemado, como Alejandría.
Pero, una vez abiertos los ojos,
comprendida la lógica de la naturaleza, hay personas que prefieren ser quemadas
antes que caminar contra la evidencia. Como Giordano Bruno: el sol no es más
que una estrella con sus planetas girando en torno a él, y debe haber infinitos
mundos con sus correspondientes civilizaciones.
Así se llega al siglo XX, la
explosión científica. Las naves humanas viajan más allá del sistema solar,
capaces de posarse en asteroides y volver de regreso a la Tierra. Se descubre
la esencia de la naturaleza humana, el código genético del que estamos hechos
lo seres vivos. La intimidad de la materia, el átomo y multitud de partículas
esenciales con sus características extrañas: materia y onda según la necesidad,
superposición, entrelazamiento, indeterminación, exclusión. El fin del
determinismo. El devenir es función de fluctuaciones cuánticas que se dan en la
materia. Dios, tal vez exista tal vez no, pero no tiene lugar en las ecuaciones
matemáticas que describen el universo. Pertenece al ámbito privado de las
personas. De nuevo Thales, todo está hecho de agua, y Demócrito, el universo
formado por infinidad de átomos eternos e inmutables.
Nos encontramos a finales del
siglo XX, principios del XXI. En medio de una pandemia que está asolando la
humanidad. La población aterrorizada, los poderes fortalecidos, (el poder se
fortalece con el miedo de la población). Señalo esto porque es la misma
inquisición con nuevo attrezzo. Ya conocemos por la historia que toda
inquisición mata el espíritu, es decir, la vida. La mayor transgresión,
imperdonable, es destruir el espíritu. Porque aniquila la fuerza vital de la
persona. La reduce a zombi.
A lo que iba: en medio de unos
avances científicos nunca vistos se produce el resurgir de la irracionalidad,
del pensamiento mágico; la vuelta a los años oscuros, sin luz, conocidos como
Edad Media. Pululan las personas que consideran que la Tierra es plana, que los
virus no existen y lo que enferma son las ondas electromagnéticas del 5G. Que
la superación de los problemas es un asunto personal si se considera que el
universo está lleno de bienes y sólo tenemos que agradecerle lo que sea y estar
seguros que nos mira con benevolencia para alcanzar todo aquello que deseamos. El
universo convertido en nuevo dios. “Me provee de todo lo que necesito”. No sé
qué porcentaje representa este número de personas. Lo que sí sé es que hacen
mucho ruido con lo cual llenan las mentes de bazofia reduciendo el espacio para
almacenar ideas de alta potencia, o de belleza y sabiduría.
Utilizo el trasporte público. Un
grupo de jóvenes, probablemente universitarios, hablan de la atracción ejercida
por la Tierra sobre la Luna. Cómo esa fuerza evita que la Tierra cabecee sobre
su eje que impediría la vida en la misma. Otro se empeña en que el único efecto
de la luna es sobre el carácter de las personas. Ante las refutaciones
concluye, pues eso es lo que yo creo y debéis respetar mis ideas. Bruscamente
otro contesta, tú puedes creer lo que te dé la gana pero yo no tengo por qué
respetar ideas acientíficas. Pelea
verbal y desintegración del grupo. Es una anécdota que indica cómo las
creencias perviven con el conocimiento científico.
Esto es una tendencia
generalizada en todo el mundo, al menos en el occidental, aunque en unos países
es más pronunciada que en otros. Algo muy grave está pasando en el sistema
educativo. No es de extrañar cuando la ministra del ramo propuso el estudio de
las matemáticas como asignatura optativa porque es una disciplina compleja y
árida. Esta buena mujer ignora que “el universo está escrito en lenguaje
matemático” como dijo Galileo. Los cuervos cuentas, las hojas de las plantas
siguen procesos matemáticos complejos para recibir la mayor cantidad de luz que
le permita la fotosíntesis y, ¡además!, recibir la misma cantidad de luz
durante el tiempo que dura el día (de lo contrario en unos momentos se
achicharrarían y otros no dispondrían de energía), las abejas resuelven
problemas matemáticos para orientarse, encontrar comida y comunicarse, etc.
etc. Las matemáticas enseñan a pensar, a discernir (pensamiento crítico), a
razonar, para no ser engañados.
El problema del atolondramiento
de la población no es baladí. La primera rémora producida por esa falta de
conocimiento social es la imposibilidad de la democracia. Pues
desaparece la razón y el análisis para imponerse las emociones. La mayoría de
la población vota por emociones cuando no es arrastrada por la apariencia
física del candidato. No por el análisis serio del programa, el carácter y
cualidades del aspirante. Si los medios de comunicación, fundamentalmente las
televisiones, han impuesto la cultura del espectáculo manipulando los
sentimientos es por una cierta debilidad mental colectiva. La segunda es la aparición
de una sociedad dual. Una reducida de científicos aferrados a la
observación, experimentación y replicación, incluso del mismo ser humano. Y la
gran mayoría con escasos conocimientos llenos de creencias candidatos a la
esclavitud. Y la tercera barrera, es que una sociedad que no emplea todas
sus posibilidades se empobrece radicalmente hasta llegar a su propia
destrucción. Es lo que traerán las políticas que optan por dejar a la
mayoría de la población en la ignorancia despreciando sus mentes. Sólo la
inteligencia colectiva encontrará la solución a los grandes problemas que
permanentemente se plantean a la humanidad.
Marzo de 2021
Comentarios
Publicar un comentario