VACUNAS VERSUS MERCADO Y DE CÓMO COMBATIR EL DILEMA

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 Antonio Mora Plaza



Al igual que en la crisis pasada que comenzó en el 2018 como en esta, con la necesidad de proveer a la población de vacunas gratis y prontas, el modelo neoliberal o, simplemente de economía de mercado, se pone en cuestión. El mercado cumple una doble función: hacer llegar a las empresas las necesidades de la población (la demanda) y dar la oportunidad a empresas y empresarios en el modelo capitalista (capital y trabajo separados) de demostrar su necesidad y, también, su supuesta eficacia, produciendo bienes y servicios que satisfagan esas necesidades (oferta). Y en algunos casos como es este de la pandemia, la oferta de vacunas, pcr, mascarillas, antivirales, etc., ha de hacerse sin discriminación, sin privilegios y, en algunos casos, de forma gratuita o cuasi gratuita. Esto es un imposible para el sistema capitalista porque el sistema funciona siempre que las empresas tengan beneficios o, al menos, expectativas de tenerlos, siendo indiferente para empresas y empresarios las necesidades sociales, colectivas o individuales si no cumplen al menos uno de los dos requisitos mencionados (beneficios y/o expectativas de tenerlos). 

Pues bien, en el caso de las vacunas -como en el caso de los trasplantes- y, en general, en temas de salud pública, de educación pública, de “bienes públicos”, el mercado por sí solo no cumple enteramente estos requisitos. Aunque no aparezca en los papeles, periódicos, redes, etc., pueden estar seguros los lectores que hay ahora una lucha a muerte entre las farmacéuticas por llevar a la población una vacuna que, a ser posible, cure o impida la enfermedad y que permita simultáneamente y sobre todo, dar beneficios y expandir la empresa que sea elegida por los responsables públicos pertinentes. Por ello nos vamos acostumbrando a oír y hablar de “Pzifer”, “Moderna”, “BioNTech”, etc., como oligopolio, luchando para convertirse en monopolio para la que resulte vencedora del envite, porque el análisis microeconómico del comportamiento del mercado permite aventurar que, cuanto más olipolización[1] del mercado, más permitirá a los que se queden dentro como oferentes precios más altos, aunque sea a costa de menores dosis. No es un juicio moral lo que aquí se hace -aunque también es posible y pertinente-, sino que lo que se pretende es exponer la lógica del “solo mercado” ante una situación concreta y un producto concreto –las vacunas–, que han de proveerse de forma gratuita y sin discriminación por razón de poder económico, raza, religión, opiniones políticas, etc. 

Dicho de forma más clara: estamos ante unos de los “fallos de mercado” que ya se han estudiado y teorizado[2] y que surge en estos momentos a la luz por más que los ideólogos del “solo mercado” pretendan soterrarlo. Por un lado las empresas farmacéuticas tienen derecho a vender y cobrar su producto para quien puede pagarlo y solo a quien puede. Es uno de los principios básicos del sistema capitalista y sin el cual el sistema no funciona. Si tuvieran obligaciones más allá de sus costes podrían incurrir en pérdidas irreversibles y en quiebra. Y también vale para el futuro, para las inversiones futuras, que deben asegurar vender -aunque sea ligeramente- por encima de sus costes fijos y variables. Por otro lado, los ciudadanos queremos tener el derecho de recibir algo tan necesario para la vida como son las vacunas, antivirales, etc., que son necesarios para la salud, independientemente de nuestra capacidad de compra, es decir, sin que los recursos individuales sean un impedimento para la masiva vacunación. La razón de ello no solo es la salud individual sino también la colectiva, porque estamos hablando de una pandemia, es decir, de un mal que tiene “efectos externos” como es el contagio: la salud de unos es la salud de otros y también lo contrario. Es un caso de “bienes públicos”, donde el precio no puede asegurar el no consumo de los que no pueden pagarlo. 

Ante este dilema, ante estas dificultades, el “solo mercado” se muestra incapaz, desnudo de los requisitos mínimos apuntados para evitar la discriminación y, por ende, la eficacia colectiva del producto. Y aquí es donde tiene que intervenir el Estado –y los votantes discriminar entre los partidos que ofrecen falsas soluciones de los que hacen lo contrario– para que se resuelva el dilema. Puede imaginarse el lector que al final el Estado incurrirá en un gasto –es decir, apelará a nuestros impuestos– si se quiere que las vacunas, antivirales, etc., tengan eficacia colectiva y la población no sufra las discriminaciones apuntadas. Pues bien, el análisis microeconómico apunta lo que debe hacer exactamente los poderes públicos: comprar las vacunas, antivirales, etc., o compensar a las farmacéuticas, laboratorios, universidades, centros de investigación que han incurrido en un gasto, y ello de tal forma que se paguen los costes incurridos de investigación, producción y distribución, pero ¡solo los costes! Si se paga por debajo de los costes las empresas podrían caer en zona de quiebra sin solución, y si se pagan por encima la sociedad incurriría en una asignación ineficiente porque los impuestos necesarios para pagar o compensar a empresas y demás entes implicados estarían ofreciendo por encima de lo necesario, pudiendo el exceso financiar otras necesidades. 

Es verdad que el planteamiento anterior no es fácil de llevar a la práctica porque el Estado debe tener la posibilidad de conocer con mucha aproximación los costes totales del producto que quiere financiar o compensar a las empresas y demás centros de investigación, porque los empresarios y empresas intentarán ocultar sus verdaderos costes o exagerarlos. Pero al menos el planteamiento teórico está claro en este caso donde “el solo mercado” puede incurrir en defectos gravísimos: vacunación insuficiente dado que hablamos de pandemia, discriminación según la capacidad del usuario y potencial enfermo, producción insuficiente o, incluso, excesiva si la compensación del Estado está por encima de sus costes. Estas cosas no son posibilidades teóricas, sino que la historia de las farmacéuticas es, a veces, una historia negra, muy negra, sobre todo en el llamado Tercer Mundo. El Reino Unido y la India saben de eso. Recordemos la historia que narra la película “El tercer hombre”, aunque en este caso su director lo centrara en una acción individual. Por cierto, película estaba interpretada por Orson Welles, pero ¡no dirigida por él!

 



[1] El caso extremo sería el monopolio.

[2] Oskar Morgenstern y John von Neumann lo hicieron en artículo famoso.

Comentarios

  1. Creo fundamental el crear una Farmacia Nacional Pública en España que ahora no tenemos.
    Las FF.AA. son la excepción.
    No podemos dejar al mercado privado la especulación de la Big Pharma.
    Hay que integrar nuestra investigación pública con la fabricación propia o en colaboración con otros países.

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  2. España sigue las peores respuestas de USA a la sociedad: dejad hacer al mercado; dejad crecer los monopolios. Mientras, el país pierde soberanía porque sus gobiernos no tienen poder real. La producción de riqueza huye a los territorios donde la tasa de ganancia le es favorable y cuantiosa. Si la balanza de pagos es tan beneficiosa para España, ¿cómo se explica la tasa de paro? ¿Por qué España es un país considerado pobre, débil y frágil por las principales economía de la OCDE?

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