¿ EL 40º CONGRESO DEL PSOE SIGNIFICA ALGO NUEVO PARA LA IZQUIERDA?
Hormigas
Rojas
El PSOE acaba de clausurar su 40º Congreso Federal, donde se ha analizado la gestión de la comisión ejecutiva federal (CEF), aprobado una serie de resoluciones y elegido una nueva comisión ejecutiva federal con la misión de regir los destinos del partido en los próximos cuatro años.
El Congreso ha tenido una gran repercusión mediática, al
contar con la presencia de Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y
Joaquín Almunia, que han ayudado a visualizar la “Unidad y la Socialdemocracia”
del PSOE (en lo fundamental), después de la importante división producida en
las últimas Primarias -donde salió elegido Pedro Sánchez como secretario
general- y las controvertidas decisiones de formar un gobierno de coalición con
Unidas Podemos (UP), buscar los apoyos de ERC y Bildu o indultar a dirigentes
independentistas, lo que tuvo una considerable contestación interna.
En esta ocasión, la rendición de cuentas de la comisión
ejecutiva federal (CEF) prácticamente no se ha producido y, por lo tanto, ha
tenido una escasa relevancia en el Congreso, a pesar del esfuerzo realizado por
Izquierda Socialista (IS), encaminado a abrir el debate sobre la gestión de la CEF
y las políticas del Gobierno. Han quedado al margen del análisis asuntos muy
relevantes: la repetición de las últimas elecciones generales (por la negativa
a pactar con Unidas Podemos), que cosechó unos resultados muy negativos en relación
con las elecciones anteriores y significó la pérdida de la mayoría absoluta en
el Senado; la moción de censura fracasada de Murcia; el desplome electoral en Madrid; la pérdida de influencia en
Andalucía; y, por último, la falta de debate interno, la escasa participación,
las limitaciones a la democracia interna, así como las incompatibilidades, las
puertas giratorias y el hiper liderazgo instalado a todos los niveles, que ha
conducido a una desmovilización importante de la militancia.
En cuanto a las resoluciones aprobadas, la impresión
generalizada de los analistas coincide en que el PSOE ha hecho hincapié en
apostar nuevamente por defender las ideas socialdemócratas, sobre todo después
de la Pandemia y de los buenos resultados obtenidos por los socialdemócratas
del SPD en Alemania. A lo que hay que añadir la etiqueta de Verde
(cambio climático), la exigencia de una transición energética más justa, la
lucha por defender las libertades y la superación de las desigualdades
sociales: brecha salarial, de género y digital.
La aplicación en la práctica de estas propuestas resulta
mucho más problemática. Por ejemplo, no se conocen los análisis y propuestas
sobre el futuro del trabajo, el empleo (sobre todo el de los jóvenes), la
escandalosa precariedad y el desequilibrio de la relación de fuerzas entre el capital
y el trabajo. Tampoco existen certezas sobre la derogación de la reforma
laboral (abordar la negociación colectiva, la ultraactividad, la primacía del
convenio de sector sobre el de empresa, la temporalidad, la prolongación de los
ERTE, la extensión del IMV a nuevos beneficiarios, además de las políticas
activas de empleo y los servicios públicos de empleo). Lo mismo se puede
manifestar de la ley mordaza, el concepto de sostenibilidad de las
pensiones, la financiación de los servicios públicos (sanidad, educación…), la
vivienda, la política fiscal… Y, en cambio, subsiste el temor fundado a una
derechización de la política gubernamental en su recorrido hacia el centro
político que, para algunos, con una visión muy cortoplacista, resulta
imprescindible para garantizar el triunfo electoral.
En cualquier caso, después de haber superado lo peor de la
Pandemia, nos encontramos en el mejor momento para recuperar las ideas
socialdemócratas con convicción y entusiasmo. Sin olvidar que, con estas ideas,
se pueden ganar unas elecciones generales; simplemente porque son capaces de ilusionar
y movilizar fuertemente a la izquierda sociológica y, particularmente a los más
jóvenes, sin necesidad de recurrir a políticas de centro (siempre acomodaticias
y desmovilizadoras), que nunca generan confianza a un electorado proclive a refugiarse
en la abstención. Sólo falta un partido fuerte que las defienda y explique a
todos los niveles de nuestro tejido social, respetando de manera ejemplar la
democracia participativa y la ética política (“no se puede decir hoy una cosa y
mañana todo lo contrario”).
Además, son las ideas más apropiadas y eficientes para
responder a la crisis y a la fuerte ofensiva neoliberal que se está produciendo
en la actualidad (combate ideológico), al margen de su probada eficacia para
defender los intereses de los más desfavorecidos, a los que se debe dirigir una
política de izquierda que, de manera evidente, debe ser claramente diferente de
las rancias recetas populistas (ya fracasadas) que nos ofrecen las derechas
neoliberales en nuestro país: “más mercado, menos Estado; más empresa,
menos sindicato”.
En cuanto al equipo de dirección, la actual comisión
ejecutiva federal, recientemente elegida, integra a un número muy elevado de
miembros, para contentar y pacificar a las organizaciones territoriales del
partido, cuando la primera intención era reducir drásticamente el número de sus
componentes. También integra a un exagerado número de ministros del Gobierno
(concretamente a seis), que no desarrollarán en la práctica ninguna tarea
partidaria, lo que indica una deliberada decisión política encaminada a ganar
las próximas elecciones generales, en base a rentabilizar, tanto la acción del
Gobierno, como la respuesta que se dio, en concreto, a los efectos más negativos
de la Pandemia (“Escudo Social”).
Esto se hará, de hecho, en detrimento del debate, la
transparencia y la participación de los militantes en las campañas electorales,
que serán nuevamente sustituidos por el marketing y la publicidad de cartón
piedra, vacía de contenidos, de compromisos, sin alma… Dicho de otra manera,
todo indica que va a continuar mandando La Moncloa, sobre la calle Ferraz. En definitiva,
el Gobierno sobre el partido; precisamente, cuando La Moncloa fracasó de manera
estrepitosa en las últimas elecciones de la comunidad de Madrid y Pedro
Sánchez, en la última remodelación del ejecutivo, dio a entender que aumentaría
el protagonismo y la influencia del partido sobre su propio Gobierno.
Por otra parte, la presencia de los sindicatos en la apertura
del Congreso ha sido relevante en función de sus exigencias y reivindicaciones.
Incluso, Pepe Álvarez, desde su reconocida apuesta por la autonomía sindical,
ha conseguido colocar a uno de sus apoyos en la comisión ejecutiva
federal, sustituyendo al experimentado sindicalista Toni Ferrer, a pesar del
activismo militante desplegado por éste a favor de Pedro Sánchez en las últimas
Primarias. La respuesta de Pedro Sánchez a las reivindicaciones sindicales fue
positiva; sin embargo, falta que las grandes manifestaciones y promesas que se
hicieron en el marco del Congreso se cumplan, porque el papel lo aguanta todo…
En todo caso, nos esperan dos años convulsos por la actitud y
la oposición brutal del PP y los nubarrones económicos que se observan en el
horizonte más cercano. El considerable aumento de las materias primas (entre
ellas el precio de la electricidad, el gas y el petróleo), que ha disparado el
costo de los productos básicos (la inflación alcanzó el 5,5%, en cómputo anual,
en el mes de octubre) y el menor crecimiento previsto de la economía, están
haciendo mella en el poder adquisitivo de la ciudadanía y han creado una cierta
alarma social, que está teniendo una negativa repercusión mediática. Por otra
parte, es de destacar la reciente confrontación dentro del propio Gobierno que,
sin lugar a duda, debilita la credibilidad de la acción política y produce
desazón en el electorado. Un electorado que nunca entenderá las manifestaciones
diferenciadas -y mucho menos si son contradictorias- por alcanzar un mayor
protagonismo los dos socios del Gobierno.
Precisamente, cuando lo que se requiere en la actualidad
es una mayor colaboración entre los partidos de izquierda y no la competencia
desleal entre ellos por la inestabilidad política que eso genera. Por ejemplo, no
tiene sentido la polémica sobre la derogación de la reforma laboral: el
problema generado no es de procedimiento, ni de qué ministerio encabeza la
representación del Gobierno en la mesa de negociación, sino de contenidos, y
éstos están contemplados en el Acuerdo programático del PSOE y UP y, de manera
mucho más extensa, en el “Componente 23” del Plan de Recuperación,
Transformación y Resiliencia comprometido por el Reino de España y aceptado por
Bruselas.
A pesar de todo, las perspectivas son moderadamente favorables,
incluso con las encuestas en contra, sobre todo si tenemos presente la llegada
paulatina de los Fondos comprometidos de la UE (27.000 millones de euros en
este año) y su segura influencia en el crecimiento económico previsto para este
año (en torno al 5% del PIB), lo que deberá repercutir positivamente en el
conjunto de la sociedad. En cualquier caso, no se debe bajar la guardia en el
combate contra la Pandemia. Un hipotético repunte invernal de la COVID y de la
gripe sería nefasto para nuestra salud y para el conjunto de nuestra economía.
Por todo ello, Pedro
Sánchez no puede defraudar las expectativas abiertas y debe zanjar con urgencia
las últimas disputas internas (acrecentadas ante la propuesta de Yolanda Díaz
de alcanzar un Frente amplio), que en nada favorecen a la izquierda
y, además, representan una muy mala noticia, sobre todo cuando se discute sobre
contenidos programáticos y acuerdos firmados por los dos socios del Gobierno.
Lo más grave de todo es que esta discusión puede dificultar seriamente la
aprobación final de los PGE-2022 e, incluso, la recuperación económica y la continuidad
pacífica del propio Gobierno.
(Gabriel Moreno, Antonio Sánchez, Juan Sotres, Antón Saracíbar, Ramón Utrera, Javier Velasco, Pedro Espino, Antonina Ramírez)
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