12º CONGRESO DE CCOO: APUESTA POR UN “NUEVO CONTRATO SOCIAL”
Hormigas Rojas
El
cuerpo capitular de las ponencias es muy semejante en todos ellos. Comienza con
un informe y diagnóstico de coyuntura en el que se desgrana la situación
política, económica y social. Es decir, se analiza el escenario político o
sindical donde desarrolla la organización su actividad ordinaria. A
continuación, se debaten las diferentes ponencias que marcarán las líneas de
acción y las resoluciones que deberán guiar al equipo de dirección que elija el
mencionado Congreso.
En
este sentido, el 12º Congreso confederal de CCOO, celebrado entre los días 21 y
23 de octubre, ha aprobado una serie de puntos programáticos destacables que se
desglosan a continuación:
1. Recuperación de los derechos laborales y sociales
(derogación de las últimas reformas laborales).
2. Configuración de un nuevo contrato social para el siglo
XXI, que apueste por la “centralidad del trabajo” en un contexto democrático. A
partir de la modernización y adaptación del viejo sistema productivo (digitalización
y cambio de modelo productivo), así como del actual sistema de relaciones
laborales y de protección social: empleo, mercado de trabajo, pensiones,
cobertura de desempleo y dependencia. Además de potenciar los servicios
públicos (sanidad y educación) y abordar a fondo la política fiscal.
3. Reforzar la presencia de los trabajadores en CCOO.
Actualmente, la presencia sindical se establece por debajo del 52 % de los
centros de trabajo. Según la EPA, del tercer trimestre de 2021, el porcentaje
de empresas de 1 a 5 trabajadores alcanzan el 76 % y ocupan al 14 % de los
trabajadores (2.020.939). En relación con ello, debemos recordar que el
artículo 62 del Estatuto de los Trabajadores indica que estas empresas no están
obligadas a realizar elecciones sindicales. Por lo tanto, CCOO, y el conjunto
del movimiento sindical, tiene un reto muy importante: conectar con la mayoría de los trabajadores de
las pequeñas empresas que no tienen ninguna relación con los sindicatos en la
actualidad.
4. Mejorar las formas de participación e intervención de
CCOO en los convenios colectivos de los centros de trabajo (“democracia
económica”) y en los sectores de producción y servicios.
5. Incorporar a los nuevos colectivos laborales y
sociales (y también a los “falsos autónomos”), surgidos de las mal llamadas plataformas
de “economía colaborativa”, a CCOO.
Además,
en este Congreso, CCOO ha aprobado una enmienda para definir a Comisiones como
sindicato feminista y firme defensor de la igualdad de género. Por lo tanto, en
los Estatutos se definirá a CCOO como “sindicato feminista de
hombres y mujeres”. Con esta definición, que se recoge directamente en los
principios fundamentales del sindicato, no hay margen de duda: CCOO es un
sindicato de clase; pero, además, entre otros principios básicos, también
es un sindicato feminista, según ha reiterado la secretaria confederal de
acción sindical.
Otro aspecto
novedoso, y quizás muy relevante, es que la actual dirección del sindicato está
conformada por una “nueva generación de líderes”. Los responsables surgidos en
la clandestinidad (durante la dictadura) y en los años de la transición
sindical se han jubilado o han dejado las responsabilidades sindicales que
asumieron en esos años, sin que ello signifique prescindir de la experiencia
acumulada por CCOO en los últimos años.
En todo caso, las
ponencias y resoluciones aprobadas en este Congreso aspiran a dar un fuerte
impulso al sindicato. Los dirigentes sindicales son conscientes, en la
actualidad, de la escasa capacidad de
movilización que tiene el movimiento obrero, de la desafección de muchos
trabajadores y de la dificultad para ofrecer alternativas viables y eficaces
para defender con mayor eficacia a los trabajadores. Por eso, va a resultar
enormemente complejo y difícil mejorar la actual relación de fuerzas y aplicar
las resoluciones congresuales. Principalmente por una serie de consideraciones
que se exponen a continuación.
La
pretensión de dar un impulso a CCOO tiene un doble objetivo. El primero sería
hacer crecer al sindicato con más afiliados y más recursos económicos y humanos.
El segundo, desarrollar la acción sindical en los centros de trabajo, formar
más y mejor a los delegados, aumentar la capacidad de intervención en los
problemas laborales y sociales, puesto que CCOO se define como sindicato
sociopolítico. Estos dos aspectos no tienen por qué ser contrapuestos y, por lo
tanto, deberían estar más bien unidos.
Sin embargo, no
debemos olvidar que el sindicalismo pasado y presente, y el que se va a
desarrollar en los próximos cuatro años, surgió en un entorno industrial que está
desmoronándose. El medio en el que surgieron los sindicatos y sus formas de
funcionamiento ha desaparecido en su práctica totalidad. Su hábitat se ha
esfumado. La EPA, del tercer trimestre de 2021, aporta datos que son indicativos de las transformaciones que se están desencadenando
en el tejido productivo. Comparándola con la del cuarto
trimestre de 1995, el número de empleados en España crece un 58,97 % (de 12,60
millones a 20,03 millones de trabajadores). Por sectores, la Agricultura
desciende un 29%, la Industria crece un 6 %, la Construcción un 8% y los
Servicios un 97%.
Por otra parte, tomando
el cuarto trimestre de la EPA de 2007, en la que había 20.355.990 ocupados frente
a los 20.031.000 reflejados en la EPA del tercer trimestre de 2021, la
agricultura pierde el 18 % de mano de obra ocupada, la construcción disminuye
en el 52 %, la Industria destruye el 16 % de sus puestos de trabajo y el sector
servicios crece un 13 % en relación con el empleo. Estos
datos no sólo reflejan la transferencia de mano de obra de unos sectores a
otros. Sugieren que la transformación laboral atraviesa toda la estructura
social con implicaciones demoledoras para el conjunto de la sociedad.
La
segunda consideración, y quizás la más relevante, es el surgimiento de empresas
multinacionales con más poder que los propios Estados en un contexto
globalizado. Su velocidad de crecimiento obliga a los gobiernos a implantar
legislaciones que resultan muy favorables a las grandes empresas, normalmente
no coincidentes con los intereses de los trabajadores y de la sociedad en su
conjunto. También es destacable la metamorfosis producida en la gran fábrica, hasta
ahora con multitud de empleados con similares condiciones laborales, convertida
en una empresa difusa (con sede de mando en un centro dirigente y multiplicidad
de unidades subordinadas y dispersas por todo el planeta: subcontratación,
cadenas globales de valor, empresas en red, …) cuyos empleados tienen contratos
diversificados, tanto en salarios como en condiciones laborales, horarios,
descanso, etc. La clase obrera ha sido segmentada, dividida, parcelada,
confundida y seducida por el consumo; en definitiva, se han desdibujado los
objetivos colectivos y los proyectos unificadores de intereses y voluntades…
La
tercera es la profunda transformación de los medios y herramientas de
producción. Decía Marx que son éstos los que conforman las sociedades, sus
relaciones políticas, económicas y sociales. Incluso las formas políticas de
gobierno están determinadas por los medios de producción. Para comprender lo
profundo e intenso de esta transformación hay que observar que las tecnologías
actuales están basadas en la estructura íntima de la materia, no sólo en el
átomo, sino que va más allá, utilizan la vibración del electrón. Están cimentadas
sobre una fluctuación. Algo casi inmaterial. Potencia inaudita. Sobre esta
tecnología se asienta actualmente toda la estructura productiva, la gestión y
las relaciones sociales (proliferación de redes de comunicación entre
personas).
Este
nuevo hábitat productivo ha superado la dialéctica Capital-Trabajo sobre la que
nacieron los sindicatos. En su lugar se ha establecido la mundialización (o la
llamada globalización) y los algoritmos (construcción de esquemas matemáticos
que resuelven problemas y/o inducen posibilidades) responsables de la
inteligencia artificial, del Big Data (análisis de grandes cantidades de datos),
que es la nueva minería no ya de materias primas sino de conocimiento
humano-social, bien sea para la producción y venta de productos o, más aún,
para el control de los ciudadanos. La nueva materia prima es la conciencia
humana, sus intereses, emociones, aspiraciones, miedos. Por aquí discurren las
nuevas dinámicas del tejido productivo…
Algunos
también comienzan a hablar de una nueva clase social: los trabajadores sin
empresa. Los datos de la EPA del tercer trimestre de este 2021 aporta números que
avalan esta tendencia: el 15,49 % del total de trabajadores en España son por
cuenta propia (¿autónomos? 3.102.000). El tamaño de las empresas es otro indicador
más: el 85,82 % tienen entre 1 y 9 trabajadores. Las empresas con menos de 5
empleados representan el 76 % del total. Entre 10 y 49 empleados representan el
11, 88 % de las empresas. Sólo el 1,93 % se sitúa entre 50 y 249 trabajadores,
reduciéndose a 0,37 % las empresas que superan los 250 trabajadores. Esta
atomización de empresas dificulta la unificación de objetivos y las
aspiraciones de los trabajadores, lo que frena la movilización social imprescindible
para la consecución de unas relaciones de producción y de fuerza más eficaces y
equitativas.
La
nueva legislación española en materia de educación/formación es conocedora de
esta tendencia, por lo que reduce enormemente el currículo escolar, permitiendo
el paso de cursos y la adquisición de títulos con asignaturas suspensas. ¿Para
qué generar un esfuerzo formativo en un mundo donde sólo se precisa personal
que sepa introducir datos en un terminal? O buscarlos en la gran enciclopedia
de internet. O servir copas y repartir paquetes en bicicletas. El sistema es capaz
de funcionar con un reducido grupo de cerebros, que siempre procederán de la
estirpe dominante. ¡Craso error! Todos saldrán perjudicados y con ellos la
sociedad en su conjunto.
Las
direcciones sindicales también conocen estos extremos, pero la acción sindical
continúa con la inercia surgida en otra época. No es fácil la construcción de
un cuerpo ideológico y programático para la nueva era que se está
constituyendo. Pero si no se crea no habrá un discurso tractor que unifique
voluntades, construya la fuerza de resistencia y ataque este nuevo sistema que
se perfila esclavizante, arbitrario y feudal.
Otro
asunto relevante se refiere al notable potencial afiliativo de los sindicatos
en España. Debemos recordar que CCOO tiene 974.471 afiliados al corriente de
pago y UGT 941.485. El resto de los sindicatos juntos alcanzará a medio millón
de asociados. A pesar de que la mayoría se hayan afiliado para protegerse
frente a la inseguridad laboral, se trata de un número de personas muy
relevante que el sindicalismo debería potenciar como factor de inteligencia
colectiva. Estas personas están presentes en todos los sectores productivos,
conocen su medio, los problemas e, incluso, las soluciones. Se les debería dar voz…
Hay que escucharlos y valorar sus opiniones y aportaciones buscando la
aprehensión de un conocimiento colectivo, que es siempre muy superior a
cualquier inteligencia individual. El más inteligente de una organización no
puede competir con el saber distribuido.
Cuando
las resoluciones del congreso confederal de CCOO proponen “mejorar las formas
de intervención en los centros de trabajo”, ¿Se refiere a esto? Porque la
desconexión de los afiliados con los delegados y de éstos con el sindicato ha
llegado a extremos preocupantes. Muchos se consideran un simple buzón de correo
electrónico. No hay contacto humano, pues el contacto con el sindicato se
efectúa a través de un correo. No se discuten las ideas y tampoco las
propuestas de los órganos de dirección, a pesar de que las personas precisamos
del contacto y la interrelación con los demás, puesto que somos un manojo de
emociones, para la cooperación y la unidad.
Resulta
evidente que, cuando se elimina la interrelación, las emociones se diluyen y
sólo queda la racionalidad individual que, con frecuencia, es errática. El
discurso y la argumentación sólo se construyen a partir del debate y la
discusión. La materia prima sindical es, sobre todo, la mente humana.
Despilfarrar el conocimiento distribuido es un error irreparable, ¿Cómo crear,
si no, el nuevo sujeto histórico que se pretende? Este factor es crítico para el
movimiento sindical que siempre ha pretendido atraer y conformar una fuerza
relevante en la sociedad.
Sin
embargo, las organizaciones que nacen en demanda de libertad, justicia e igualdad
se convierten muchas de ellas en estructuras de mando muy jerarquizadas. Puede
ser, en muchos casos, el resultado final de la dialéctica que históricamente ha
conducido inevitablemente a la burocratización de las estructuras y a la
imposición del dominio de las oligarquías y de los aparatos de poder, causa y
origen de la corrupción de los impulsos revolucionarios iniciales de las
organizaciones. Es lo que se llama la burocratización, el dominio de las
oligarquías y de los aparatos de poder.
Con estas observaciones
se retorna al punto primero. La respuesta a la pregunta de cómo “fortalecer al
sindicato” nos puede conducir al fortalecimiento de la organización en
detrimento de la acción sindical. Una acción sindical que requiere de los recursos
y ayudas del Estado para cubrir los gastos que efectúan los sindicatos en la
negociación colectiva y en las instituciones del Estado. Debemos recordar que
los sindicatos defienden a todos los trabajadores, no sólo a sus afiliados. El
objetivo final -la acción sindical con soluciones atractivas para los
trabajadores y para el conjunto de la sociedad- no es potenciar los medios y ni
siquiera la organización... Por lo tanto, se corre el riesgo de que la
supervivencia y el fortalecimiento de la organización termine por situarse por
encima de la defensa de los propios trabajadores.
Concluyendo, los
dos últimos congresos sindicales celebrados (CCOO y UGT) han vuelto a aportar
alternativas y soluciones que habrá que analizar en profundidad. Sin embargo,
han generado muy poca ilusión en los trabajadores y en sus resoluciones no se
vislumbra el camino para equilibrar de manera rotunda el dominio desmedido del capital
sobre el trabajo. La razón es muy sencilla: las reflexiones congresuales han girado,
sobre todo, en torno al fortalecimiento de la estructura organizativa y,
además, en los debates ha tenido un mayor protagonismo el envoltorio y el
impacto mediático que el contenido. A ello hay que añadir lo siguiente: los
asuntos transversales han primado sobre el concepto de clase que ha venido
presidiendo la dilatada historia del movimiento obrero.
Quedan finalmente
en el aire diversas preguntas: ¿es posible el renacimiento y la potenciación de
las organizaciones sindicales? ¿Se podrán organizar con eficacia los sindicatos
a nivel internacional para responder a un capitalismo global y exacerbado? ¿Surgirán
nuevos líderes utópicos que aporten ideas con fuerza, o prevalecerá la
burocracia del sistema? Responder positivamente a estas preguntas ayudaría
mucho a que los sindicatos recuperen protagonismo en la difusión y aplicación
de las ideas progresistas, en la consolidación del Estado de bienestar social y
en la movilización social y ciudadana.
(Gabriel Moreno, Antonio Sánchez, Juan Sotres, Antón Saracíbar, Ramón Utrera, Javier Velasco, Pedro Espino, Antonina Ramírez)
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