SER DE IZQUIERDAS ES AGOTADOR
Antonio Sánchez Nieto.
Ser de izquierdas significa que no te gusta este mundo y quieres cambiarlo. Pero para cambiarlo tienes que conocerlo. Implica aprender que todo es complejo y que lo obvio suele ser mentira. Y una vez que lo descubres tienes que explicarlo… ¡casi na!
En el mundo de derechas todo es claro
y obvio: Lo mío es mío y nadie me puede
obligar a ser solidario; somos ricos porque somos listos y trabajadores,
mientras los pobres son perdedores natos por vagos; la crisis se produce porque
hay un montón de funcionarios que nos chupan la sangre; yo no tengo
obligaciones nada más que con mi familia; los moros son sucios, traidores y
misóginos, etc... ¡Es todo tan natural! Pensando así te encuentras seguro y
risueño. Y cuando la cosa no está tan clara se recurre a la Autoridad (a menudo
religiosa) que te resuelve el problema porque es la que sabe y puede. Ser de
derechas es gratificante.
Ser de izquierdas implica estar
sumido en la cultura de la duda y la desconfianza respecto a lo establecido (lo
natural) como método para cambiarlo. Eso te hace aparecer como aguafiestas,
huraño y resentido. Decididamente antipático.
Al contrario, el hombre de derechas,
fanático del pensamiento positivo,
siempre verá en la crisis una oportunidad, piensa que vive en el mejor de los
mundos posibles (empiezo a temer que tiene razón), es optimista hasta el
heroísmo… ¡un ser encantador!
Ser de derechas implica que acepta
como ineludibles las leyes de la naturaleza, principalmente la darwiniana supervivencia
del más fuerte. Confía en que la naturaleza (la sociedad) se regenera por sí
misma y que debemos hacer lo posible por no interferir en sus procesos.
Ser de izquierdas significa creer en
la Cultura (que es un intento por domeñar la naturaleza) para mejorar la humanidad.
Es decir, ser de izquierdas es artificial. Lo natural es ser de derechas.
El de derechas es un predador que ama
la selva porque es el lugar donde caza. El de izquierdas un jardinero que
intenta modificar el paisaje para hacerlo menos agreste y mas estético. Por
cierto, conviene no olvidar que demasiadas veces pasa de la poda a la tala y
deja un paisaje inolvidable per sécula
seculorum (recuerda a Stalin, Mao, Pol Pot
y demás jardineros ilustres).
Esta diferencia entre derecha e izquierda
viene de tiempos de la Ilustración. Rousseau afirmaba que el hombre es un ser social
mientras otros, que después se denominarían liberales, afirmaban que la
Sociedad no existe, que solo existe el individuo (y la familia). Con el paso
del tiempo los unos terminarían denominándose socialistas y los otros
liberales.
El caso es que las ideas de los
primeros se fueron imponiendo (a veces de mala manera) hasta casi tener la
hegemonía cultural en Europa. Entiéndase por “cultura” un conjunto estructurado
de valores, creencias y objetivos de futuro compartidos. En los cincuenta se
puso en marcha un pacto social que aún se conoce como Estado del Bienestar. Esto
supuso ¡treinta años de progreso para “las masas”! De pronto, en los ochenta
todo se fue al garete. Regreso a la normalidad…
¿Qué jodió el invento?
En primer lugar, el fracaso
estrepitoso del experimento comunista.
En segundo lugar, los cambios
sociales provocados por los tecnológicos en el campo de las comunicaciones y la
globalización.
Y, de propina, un maravilloso invento
del capitalismo: la transformación del ciudadano
en consumidor. A cambio de la
accesibilidad a miles de chirimbolos y acumulación incesante de experiencias de
felicidad efímeras, los consumidores renuncian a cuestionar el poder de quienes
lo detentan y se olvidan de pensar en el futuro. Se acabó la búsqueda de la
felicidad estable, lo que los filósofos llamaban una “vida buena”, para todos. Los proyectos, cuando
existan, no serán colectivos, sino individuales. Los trabajadores (los consumidores)
aspiran a ser burgueses. ¡Pobrecillos!
A partir de entonces los políticos de
izquierdas recorren un camino penitencial sin más objetivo que el perdón de sus
antiguos pecados, intentando
parecerse a los otros. De inmediato renunciaron a su programa
económico.
En mi opinión, la aportación más
importante de la izquierda en los últimos treinta años ha sido la invención de lo políticamente correcto. Todo debe ser
amable, ligero, que no pueda molestar a nadie (entiéndase a nadie de derechas)
… A este fin ha de sacrificarse todo.
En primer lugar, el conflicto. Pero, ¿cómo solucionar el inevitable conflicto
de intereses si ni siquiera puede mencionarse?
Ya la izquierda no puede hablar de clase
obrera (la verdad es que a petición de los interesados), ni siquiera trabajadora;
todos somos, como siempre ha dicho la derecha, clase media. Ya no existe el
capitalismo; se ha convertido en economía de mercado. No se dice empresario; se
llama emprendedor.
La imagen del obrero no es cool, da(ba) miedo. De hecho, la
izquierda se ha ido a pescar a los caladeros de la clase media y pequeña
burguesía, mediáticamente más güay. Ya no encontramos diputados obreros en el
Parlamento (yo los he conocido) cuando la izquierda gobierna.
La izquierda, para no ofender a
nadie, renunció a sus símbolos como el color rojo, La Internacional, el puño…
Ha denunciado (sí, con d) su programa utópico (me refiero a los objetivos a largo plazo como la
sociedad sin clases, sin guerras, etc.…) y ya no habla de redistribución de la
riqueza, nacionalizaciones de servicios estratégicos (los condena abierta y
universalmente), etc… Respecto al Estado del Bienestar está más por enfocarlo
como filantropía asistencial que como derecho razonablemente creciente.
Los momentos más brillantes de los
dirigentes de izquierdas los consiguieron cuando se burlaban del ideario
socialista (democrático, por supuesto). Recordad a Felipe, Solchaga, Bono,
Blanco, Almunia…Ya no es posible creer lo hicieran por el pragmatismo que
impone la responsabilidad de gobernar. Está claro que antes ya habían entrado
en un proceso de aculturación asumiendo con entusiasmo la cultura alternativa,
la burguesa, cuya “superioridad” los deslumbró (la mayoría de los políticos del
PSI se convirtieron en gobernantes con Berlusconi. Multitud de dirigentes socialistas
se pasaron a Sarkozy). Esta aculturación
la expresó primorosamente el entonces secretario general del PSOE, Pepiño
Blanco, cuando perdió el poder: “Al fin voy a poder llevar a cabo el sueño de
mi vida: Hacer un master en Alta Dirección
de Empresas en una Business School.” El clásico sueño
En aras de la modernización del proyecto inventaron la “tercera vía” o socialista…
“capitalismo compasivo” con el fin de “humanizar” el sistema. Ni el abandono de
política económica propia, ni su renuncia a la batalla cultural, ni su búsqueda
de nuevos yacimientos de votos, ni la práctica beatífica del buenismo han
logrado evitar su decadencia sostenida (en estos momentos, los diputados de
izquierda en el Parlamento Europeo representan apenas el 25% del electorado).
Los europeos parecen preferir el original a la copia.
No solo ha repudiado su pasado, sino
que ha renunciado al futuro. La
izquierda ya no tiene relato. (¡Ojo,
si el relato ha sido desmentido por la realidad habrá que buscar otro!)
Y cuando las élites de izquierdas nos
habían convencido de que había que “actualizar” el proyecto socialista
abrazando el liberalismo, llega la crisis, provocada precisamente por los
excesos de la liberalización (economistas liberales, incluidos varios premios Nobel,
así lo reconocen). La lógica invitaría a
pensar que el fracaso del “capitalismo de casino” implicaría una subordinación
al control político.
Nada de esto ha sucedido; la insignificancia
política y cultural de la izquierda imposibilita esta posibilidad. Cuando nos
dijeron que era hora de que la política controlara los mercados fueron éstos
los que decidieron deshacerse de sus intermediarios políticos y tomar ellos
mismos las riendas de la representación política. Draghi, Monti, Guindos y el
griego, de cuyo nombre no puedo acordarme, provienen todos del mundo financiero,
de las instituciones que provocaron el estallido de la crisis. Desenlace coherente:
una sociedad de consumidores es lógico sea gestionada por hombres de negocio.
El moderno estado social europeo es
un producto de la división de poderes entre mercado y política. La justicia y la solidaridad no la da el mercado,
sino que resulta de la acción política.
Por eso, cuando la subordinación de
la política a los mercados ha alcanzado las actuales cotas es lícito preguntarse
si nuestra organización política merece el digno nombre de democracia.
Millones de manifestantes son
impotentes para modificar un ápice leyes que recortan derechos sociales en
sanidad y educación el mismo día que gobernantes reconocen que están estudiando
la no aplicación de la legalidad vigente a un millonario que les tiene
encandilados con un complejo de casinos. ¡Qué metáfora de nuestros tiempos!
Bien, muertos Dios, la Nación y las
ideologías podríamos acomodarnos a nuestra condición de consumidores, primus vívere, y esperar a que amaine el
mal tiempo… ¡Malas noticias! Los bien
informados avisan que la crisis es sistémica,
que sistema de mercado no se autorregula y que después de la crisis financiera,
de la burbuja inmobiliaria, vendrá otra alimentaria, o energética, etc…
Podríamos decir que entramos en una fase de capitalismo burbujeante, como el champán para ciertas élites, como la lava para
la canalla.
¿Qué se les ocurrirá cuando los mercados, que ya gestionan directamente
la política, fracasen en satisfacer las necesidades de la mayoría de los
consumidores frustrados? El trilema de
Rodrick (economista de moda) dice
que democracia, soberanía nacional y globalización son tres factores
incompatibles; sólo se pueden elegir dos. ¿Saldremos la izquierda a defender la
democracia perdida? ¿Qué valores propios alternativos al consumo propondremos?
¿Educación, Salud, Solidaridad, tienen atractivo suficiente para oponerlos al
sueño del chalecito y el BMW en el garaje? ¿Vamos a poder movilizar a la
mayoría convenciéndola de la necesidad de sacrificios presentes en aras de un
futuro mejor?
Resumiendo, ¿seremos capaces de
recuperar la política para salvarnos del mercado? ¿Es posible movilizar sin
relato?
¿Tengo derecho a la melancolía? Estoy
en edad de ello...
Madrid enero de 2021
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