LA CENTRALIDAD DE LA CAUSA PALESTINA
Mahmoud M. Rabbani
George Orwell, en su famosa novela Animal Farm, traducida al
español como Rebelión en la granja,
hacía uso de la siguiente máxima: “Todos los animales son iguales. Pero algunos animales son más
iguales que otros”. Es, lamentablemente, lo que estamos viendo en las posiciones
políticas de algunos gobiernos respecto a la quinta guerra en Gaza. Condenan la
incursión de Hamás en Israel y no condenan las actuales masacres cometidas por
Israel en Gaza, ni ninguna de las decenas de incursiones israelíes anteriores
en Gaza y localidades palestinas con muchas víctimas: “dos pesos y dos medidas”.
Algunos protestan contra la BBC por no describir a Hamás como organización
terrorista, aunque son muchos quienes opinan que se trata de un movimiento de
resistencia contra la ocupación, como fueron en su día el Vietcong en Vietnam y
el Frente de Liberación Nacional (FLN) en Argelia. Esos gobiernos no aceptan
describir a Israel como régimen terrorista por sus crímenes de guerra cometidos
desde 1948 contra los palestinos. Y ahora hablan del derecho de Israel a la
autodefensa, lo que se utiliza como carta blanca para bombardear casas, que se
derrumban sobre sus habitantes causando la muerte de familias enteras.
Israel es responsable del actual conflicto y del fracaso
de las conversaciones de paz. Los Acuerdos de Oslo de 1993, hace treinta años,
preveían el fin de la colonización israelí y un Estado palestino en Cisjordania
y Gaza. Israel hace lo contrario expandiendo y aumentando los asentamientos,
además de anexionar ilegalmente Jerusalén Oriental. Oslo estaba considerando la
repatriación de los refugiados palestinos o su compensación (resoluciones de la
Asamblea General de la ONU), pero Israel siempre se ha negado a discutirlo. Se
llega a la triste conclusión de que Israel necesita la guerra para mantener su
cohesión nacional como una especie de enorme fortaleza de sus contradicciones
que han resultado en tener el gobierno más religioso, nacionalista y fascista.
Esto implica disponer de todos los fanatismos, debilidades y fallos. Se ha visto
en la última operación de Hamás del siete de octubre, donde incluso un aliado
como Donald Trump llega a describir a sus ministros como tontos que deben
dimitir, describiendo a Hamás como listo y audaz.
Algunos círculos diplomáticos predecían, en un susurro,
el advenimiento de un "nuevo Oriente Próximo". Anunciaban una
recomposición de la escena regional, en la que los palestinos quedarían
relegados a un segundo plano. Su causa, se decía, había perdido su centralidad.
Israel, Estados Unidos y otros países se han engañado a
sí mismos en su ilusión con la iniciativa del proceso de normalización de
Israel con algunos países árabes, como Emiratos Árabes Unidos, Baréin,
Marruecos y Sudán. Conocidos como los "Acuerdos de Abraham", este
proceso se puso en marcha en 2020 a instancias del expresidente estadounidense
Donald Trump, y luego fue asumido por el presidente Joe Biden.
Con la afirmación de que la causa palestina ya no
existía, de que ya no movilizaba a nadie —se repetía sin
cesar—, negando lo obvio. La falta de reacción en los territorios palestinos y
en los países árabes ha mantenido esta ilusión y ha llevado a quienes la
deseaban a pensar que el tiempo de la centralidad de la reivindicación
palestina había terminado. Está claro que no ha desaparecido, y la ofensiva
llevada a cabo por Hamás el 7 de octubre es una prueba de ello.
Ahora, Arabia Saudita, que a su vez estaba entablando
conversaciones con los israelíes bajo la presión de Washington, no puede
continuarlas. El reino reiteró, a través de su ministro de Relaciones
Exteriores, Faisal bin Farhan Al Saud, que rechaza los ataques contra civiles y
exige que israelíes y palestinos respeten el derecho internacional humanitario.
El príncipe heredero habló con el presidente de la
Autoridad Palestina para confirmar que el reino permanece "al lado del
pueblo palestino para hacer valer sus derechos a una vida digna". Desde
entonces, la mayoría de los países árabes han reafirmado su responsabilidad con
respecto a los palestinos, así como su rechazo a Israel y su política de
ocupación y colonización de los territorios palestinos.
Otra consecuencia es que las sociedades árabes han vuelto
a expresar su apoyo a los palestinos, denunciando las políticas seguidas por
sus líderes o, al menos, distanciándose de ellos rechazando los Acuerdos de
Abraham. Recordemos las imágenes, difundidas durante la Copa Mundial de la FIFA
2022 en Qatar, de la bandera palestina enarbolada por los aficionados árabes y
por la selección marroquí, que pretendían mostrar su sensibilidad hacia esta
causa.
A raíz de los terribles acontecimientos de los últimos
días, se ha demostrado, una vez más, que la violencia sólo engendra violencia y
que este conflicto no puede resolverse por la fuerza. Los acontecimientos
recientes nos recuerdan la centralidad de la causa palestina. El centro de
gravedad de Oriente Próximo no puede construirse a expensas del conflicto más
antiguo de la región.
Todos los actores de la escena regional e internacional
deben dejar de cegarse y trabajar hacia una solución real que garantice
finalmente una salida pacífica conforme a la legalidad internacional, respetando
también los derechos del pueblo palestino y la seguridad de palestinos e
israelíes, empezando por un inmediato alto del fuego.
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