LOS VALORES DE LOS INMIGRANTES EN LA UNIÓN EUROPEA

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Mahmoud M. Rabbani

Catedrático universitario jubilado

Con ocasión de la cumbre europea acontecida recientemente en Granada, es de interés destacar una parte del European Values Study (Estudio de Valores Europeos) [una encuesta realizada en 35 países europeos entre 2017 y 2020, centrada en el significado que los individuos dan a la familia, el trabajo, el ocio, las relaciones con los demás, la religión y la política] sobre el análisis de las respuestas de las personas de origen extranjero en 20 estados de la Unión Europea (UE). El estudio pone de relieve una realidad completamente diferente a la percibida sobre los inmigrantes por algunos europeos, muy a menudo como una amenaza para su forma de vida y sus ideales democráticos. Las noticias, que con mucha frecuencia son trágicas y extraordinariamente publicitadas, alimentan esta percepción. Este estudio concluye que la gran mayoría de los inmigrantes comparten los valores dominantes en su país de acogida.

Tenemos que recordar que los valores de la UE no se refieren a hábitos alimenticios u otras cuestiones menores. Son los que se enumeran a continuación. 1) Dignidad humana: la dignidad humana es inviolable. 2) Libertad: la libre circulación otorga a los ciudadanos el derecho a circular y residir libremente dentro de la Unión. 3) Democracia: el funcionamiento de la UE se basa en la democracia representativa. 4) Igualdad. 5) Estado de derecho. 6) Derechos humanos.

Según este estudio existen variaciones muy grandes en los valores entre los estados de la UE y los grupos sociales, pero mayormente no están relacionadas con el estatus migratorio. Así, en materia de igualdad entre sexos, en las sociedades avanzadas socialmente, el 63% de los nativos, el 64% de los inmigrantes nacionales y el 62% de los extranjeros asignan igual importancia a la educación de niños y niñas. Uno de cada dos en cada grupo reconoce el mismo derecho de ambos sexos a contratar cuando los empleos son escasos. En las sociedades menos avanzadas socialmente, el rechazo a la discriminación de las mujeres es mucho menos frecuente, casi por igual en los tres grupos: del 38% al 41% para la educación. En términos de tolerancia, en las sociedades consideradas tradicionales, un asunto controvertido como la homosexualidad es considerada, según el mismo estudio, «siempre justificada» por el 19% de los nativos, el 23% de los inmigrantes nacionales y el 21% de los extranjeros. En las sociedades menos tradicionales, la misma respuesta la dan el 56% de los nativos, el 51% de los inmigrantes nacionales y solo el 36% de los extranjeros.

Varios factores explican esta brecha. Ocho de cada diez extranjeros nacieron en una sociedad tradicional, más del doble del número de los inmigrantes nacionales. Algunos conflictos entre las culturas de las sociedades de origen y de destino, que son más frecuentes, ralentizan el proceso de individualización de algunos para acoger valores cívicos comunes de derechos humanos de sus nuevas sociedades, especialmente porque su tiempo de residencia en la sociedad de acogida es la mitad del de los inmigrantes nacionales.

Asistimos en Europa a transformaciones culturales que afectan a la mayoría de la población, incluyendo a los inmigrantes, que constituyen una «superdimensión cultural latente» que pulveriza valores de injusticia, cambiándolos por otros nobles en defensa de causas justas. Esta sustitución gradual de valores retrógrados —contrarios a la dignidad humana— por valores cívicos como la tolerancia de la diversidad, la confianza en los demás y una percepción igualitaria de los seres humanos promueve la democracia. Esto, además de la defensa del medio ambiente, está estrechamente relacionado con la difusión de valores que no son directamente políticos, pero muy constructivos para una sociedad plural, justa, solidaria y avanzada.

La mezcla de normas y valores entre nativos, inmigrantes nacionales y extranjeros, en un contexto de desigualdades sociales, no siempre es un río largo y tranquilo y genera tensiones inevitables. Pero estos análisis no revelan ninguna división entre los valores de los nativos y los de los inmigrantes que justifique una sensación de amenaza. En Europa oriental y meridional, al igual que los nativos, según el estudio citado, la mayoría de las personas de origen extranjero tienen valores tradicionales, algunos contrarios a la dignidad humana. En los países septentrionales y occidentales existen probablemente valores de mayor dignidad personal  con variaciones relacionadas con los mismos factores socioeconómicos y religiosos existentes en otros países europeos.

Las políticas de inmigración deberían tener aún más en cuenta estos estudios y otros parecidos para que los inmigrantes sean considerados personas activas con valores compartidos y con un buen potencial para ser ciudadanos europeos con derechos y deberes como cualquier otro.

 

 

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