Solo con la
finalidad de este escrito, ya que existen definiciones con más enjundia
ideológica, definiré «generismo» —palabra no recogida en el diccionario
académico— como la proliferación en castellano del término género
aplicado a aspectos de los identitarismos del sexo. Este término —como ocurre
con tantos otros, y especialmente en la jerga posmoderna— es solo un calco de
la palabra inglesa gender, idioma en el que se empezó a usar para
definir aspectos culturales y de conducta de las personas de uno u otro sexo,
que iban más allá de la esfera biológica. Posteriormente se comenzó a superponer
a la palabra sexo, hasta sustituirla absolutamente. En español, a remolque del
inglés, que parece que da más prestigio intelectual, se ha producido una
evolución semejante, aunque con el retraso propio de las importaciones
lingüísticas con trascendencia ideológica. Así, las personas ya no tienen sexo,
sino género (el sexo no sería una realidad biológica sino un constructo
social). Esta pérdida de precisión de la palabra género, que tenía un claro
significado gramatical (los adjetivos, los artículos y los pronombres,
dependiendo de los idiomas, tienen género, pero las personas, y la inmensa
mayoría de los animales, tienen sexo), y dejando aparte otras áreas literarias,
artísticas o textiles, podría quedarse ahí, pero ha alcanzado una importancia desmesurada
haciendo desaparecer la mayor concreción de la palabra sexo. Aplicado a las
personas, si decimos «sexo» sabemos de qué hablamos, pero si decimos «género»,
de manera aislada o dentro de un sintagma más amplio acompañando a palabras
como ‘identidad’, ‘perspectiva’, ‘asignación’, etc., no todo el mundo entenderá
siempre lo mismo.
En la izquierda
actual, absolutamente contaminada por la ideología y la jerga generista,
posmoderna, woke…, se hace bastante más hincapié en las contradicciones
—reales o imaginarias— entre géneros que en las contradicciones de
clase. Así, hemos visto desautorizar un futuro debate electoral entre los
máximos dirigentes del Partido Socialista y del Partido Popular no por dejar
fuera a otras fuerzas políticas, sino por dejar fuera a la mitad de la
población [sic], las mujeres, porque aquellos solo representarían a la
población masculina. Esta división generista trae, además, consigo
conceptos «religiosos» de culpa y de victimización colectivas.
El abordaje del
binomio «sexo/género» puede dar lugar a múltiples aspectos ideológicos y
prácticos que exceden el objetivo de estas líneas, que solo pretenden poner de
relieve que la aceptación acrítica de jergas de moda no solo no resulta
clarificadora sino que hace más difícil la aproximación precisa de conceptos
básicos que deberían ser menos rebuscados. No deja de tener gracia que en el
campo de la izquierda se haya pasado de expresiones altisonantes y un poco
jactanciosas, como «socialismo científico», a una especie de socialismo
metafísico al que no le repugna el choque con la realidad.
Comentarios
Publicar un comentario