Antonio Mora Plaza
Tras
el ridículo hecho por el Sr. Tamames y el partido de extrema derecha VOX, un
mal pensado, alguien que creyera en las teorías de la conspiración, podría
pensar que este nuevo viejo profesor de Estructura
Económica ha sido un topo en manos de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz para
desperezar al votante de izquierdas dormido encuesterilmente.
Y para rematar la faena, que el que estaba en el caballo troyano era Gabriel
Rufián, el mejor tribuno del Parlamento, aunque siempre con la enorme tara de
que representa a un partido que pretende ser de izquierdas siempre que no le
toquen el tema territorial, que ahí es, como todo nacionalista, de derechas. Pero
las conspiraciones de verdad sólo existen para matar al César de turno, las
demás son fantasías erógenas. El Sr. Tamames escribió el único libro que
existió de Estructura Económica de España
que elaboró al tener que preparar unas oposiciones -creo recordar al Estado-
según él mismo cuenta. Era una mezcla el libro, sector por sector, de
descripción de la realidad y crítica a los comportamientos empresariales y
políticos que ayudó en este país –en los de lengua anglosajona no existen
estudios de este tipo– a que parte de las élites de la Administración del
Estado tomaran decisiones no tan solo con conocimientos leguleyos; también a los
ciudadanos curiosos y estudiantes de Económicas a conocer nuestras fortalezas y
debilidades económicas. Contaba Fernando Claudín que, antes de escribir su
libro La crisis del movimiento comunista,
le ayudó el libro a comprender que este país –que insistía Santiago Carrillo– ya
no era el mismo, no solo el posterior a la guerra incivil, sino al poco del
plan de estabilización. El franquismo realizó de forma criminal la acumulación
de capital marxista de un sistema en el que, al comenzar la guerra, la mitad de
la población vivía y trabajaba en y del campo a otra sociedad donde el turismo,
la industria del idioma español, un sector industrial incipiente, un sistema de
comunicaciones físicas –desarrollado sobre todo con los gobiernos de Felipe
González-, las exportaciones, las primeras inversiones habían transformado la
economía de tal manera, que ya no era posible mantener dos ficciones: la vuelta
atrás del régimen franquista y, simultáneamente, la imposibilidad de que ese
régimen sobreviviera a su criminal dictador Francisco Franco. El PCE, el
turismo y la televisión fueron el caballo de Troya que dinamitaron el
franquismo y, en menor medida, la supuesta mayoría de ciudadanos de este país que
quisieran traer la democracia, aunque yo creo que nunca hubo mayoría. En este
sentido la izquierda española ha fracasado porque el franquismo pervive en un
sector de la sociedad española pero transformado, adaptado a los nuevos
tiempos. Prueba de ello es que el Partido Popular haya podido gobernar y pueda
hacerlo de nuevo con la extrema derecha, como ya ha hecho en algunas
Comunidades y lo hace actualmente en Castilla y León. El franquismo de ahora es
machista, antiecológico, xenófobo, aderezado con cosas que han oído en las
escuelas de negocios los mozalbetes pijos de derechas como es el neoliberalismo
y el catolicismo integrista. Y gobernar el PP y resucitar el franquismo es todo
uno mientras dependa de VOX
VOX recoge todo esto y, como nos contó
Yolanda Díaz y Gabriel Rufián, vota en contra de todas las medidas, no solo
progresistas, sino contra todas que proponga el gobierno de coalición por ser
las dos cosas: el Gobierno de un Estado y por serlo de coalición con partidos
nacionalistas. Con ello VOX nos dice para el que sepa y quiera oír que está de
paso por la democracia, que la democracia es para ellos un obstáculo a sortear
hasta que haya una mayoría de españoles les voten y puedan gobernar en
coalición con el PP y, con ello, acabar con la democracia con el BOE en la mano,
sin necesidad de tanques en la calle ni asaltos a Congresos. VOX está esperando
su oportunidad y sólo se hay o se forma una mayoría de demócratas en este país
nos salvaremos de instaurar una autocracia con urnas en el mejor de los casos.
Los españoles tienen la palabra.
Pedro Sánchez, Gabriel Rufián, Yolanda
Díaz y el resto de los diputados progresistas de la Cámara omitieron decir que,
en un ejercicio de ucronía muy conveniente, si retrocediéramos unos cincuenta
años atrás en el tiempo y el Sr. Abascal fuera ministro de Franco, al que tenía
a su derecha –si pudiera– le hubiera detenido y torturado; incluso en los
mejores tiempos del franquismo –que fueron casi todos porque hasta el año 1975
Franco firmaba sentencias de muerte– al que tenía a su derecha, insisto, le
hubiera fusilado. El que tenía a su derecha era el profesor Tamames, ¡el mismo
que presentaba la moción de censura en representación de VOX! El Sr. Tamames
tiene todo el derecho a no ser comunista y más ahora que el comunismo no existe
como tal –tan solo a veces nominalmente–; más aún, tiene todo el derecho a cambiar
la chaqueta comunista por la corbata neoliberal si es que alguna vez fue de lo
primero, faltaría más. El profesor Tamames tiene derecho a ser incoherente entre
su pasado y su presente porque eso es evolucionar. Lo que es incoherente,
absurdo, ridículo y estúpido es intentar cambiar España con medidas contrarias
a las votadas y propuestas por el partido en nombre del cual se presentaba como
candidato porque eso es caer en la falacia de la extrema derecha, la de creer
que la extrema derecha es un partido más de la democracia: la extrema derecha
es el cáncer de la democracia, cuya metástasis en España y en todo el planeta
contamina a la autoproclamada derecha neoliberal; incluso a veces llega a la
socialdemocracia. En Francia, Italia, Polonia, Hungría, Brasil, USA (Trump),
Rusia (Putin), etc., cambian las formas, las caretas, las lenguas y lenguajes,
creencias religiosas a veces, pero su fin es el mismo: acabar con los que no
piensan como ellos o, al menos, arrebatarles las libertades y derechos, y eso
sólo se puede hacer si se hace con todos, también con los que les votan.
Y volviendo al Sr. Tamames, este anciano en años e
ideas, apenas propuso nada dado su estado senil y todo fueron críticas, pero
hay que volver a leer entre líneas y no siempre se puede hacer el Tancredo a lo
Rajoy, es decir, aquello que dijo el gallego indolente cuando ganó las
elecciones en el 2011 cuando una periodista le preguntó por las medidas que iba
a tomar y dijo una frase que ya nadie recuerda: “generar confianza”. Así, sin
más, sin programa. Y ya sabemos lo que pasó con Rajoy: aumento de la deuda en
350.000 millones, redujo a cero el Fondo de Reserva o hucha de las pensiones
desde el monto acumulado de 70.000 millones, ¡aumentó además los impuestos!,
batió el record de parados, de población desocupada, de menos cotizantes y
cotizaciones a la Seguridad Social, record en prima de riesgo, ¿aumento? de las
pensiones durante cuatro años del ¡0,25%!, y acabó su legislatura quitando a
los asalariados la red de los convenios colectivos. Es verdad que aún así hay
pensionistas y asalariados que están dispuestos a votar de nuevo al PP pero de
estulticia hablamos otro día. ¿Y cuál es la alternativa que propone Tamames y
VOX a cambio?: la nada.
La diferencia de esas cifras –salvo lo
de la deuda– es abismal y en casi todas las magnitudes hemos mejorado de 3 años
para acá de forma casi sorprendente tras la herencia recibida del Tancredo
gallego, el terrible covid –por las muertes y el desastre económico- y la
guerra de Ucrania. Hay algunos nubarrones, por supuesto, como es el cómputo
entre los no parados de los fijos-discontínuos –no ha cambiado los criterios de
cómputo-, el tema de la vivienda y la cesta de la compra, sobre todo de los
alimentos frescos. Pero la diferencia entre la política del “generar confianza”
del indolente gallego y la actual es el papel de lo público en la economía, en
lo social y en los derechos civiles. Esta debiera ser una lección para el
ciudadano español que, a fuerza de no distinguir entre Estado y Administración,
entre no enterarse que gran parte de el llamado Estado de Bienestar está
transferido a las Comunidades Autónomas y de no distinguir entre neoliberalismo
de conveniencia (Rajoy) y keynesianismo oportuno u oportunista (Sánchez), lleva
a que una parte decisiva de estos ciudadanos voten en contra de sus intereses.
Por eso la consigna de la izquierda debiera ser: ¡pensionista, asalariado,
pequeño empresario, autónomo, sé egoísta y vota a la izquierda!
El que hubiera leído la prensa de
derechas en España –casi toda la escrita, la de siempre– habría notado quizá
con sorpresa que los artículos de opinión discrepaban con la oportunidad de la
moción de censura, de su utilidad y que podría suponer un balón de oxígeno para
la izquierda. Sólo había que leer los editoriales del ABC, el Mundo o la Razón,
aunque fuera con la tara de el nivel cero intelectual que muestran esos
políticos frustrados que son los opinadores de estos medios. Algo sospechaban
que no iba a salir bien porque parecía que la derecha todo lo tenía en contra:
el PP no se iba a sumar al voto afirmativo, el Sr. Feijoo no iba a comparecer,
un excomunista representando a VOX que, además, está más cerca del descanso eterno
que de la actividad de cualquier tipo. Y así ha ocurrido.
Ahora sólo queda para rematar la faena
de que Unidas Podemos participe en el proyecto de Yolanda Díaz, que deje los
tics pequeño-burgueses que tuvo de la mano de Pablo Iglesias, que se sume a
SUMAR en pie de igualdad con el resto y bajo la batuta de la excelente oradora
con ideas que es esta otra gallega, tan distinta del indolente gallego que nos
gobernó –el de los “hilillos del chapapote” –. Hay mucha tarea para hacer,
mucho traje que confeccionar, pero la dirección es la correcta porque las
cifras lo atestiguan. Y una cosa más que la izquierda tiene que abordar y es el
problema de que el Estado de las Autonomías, tanto en su fiscalidad como en su
gasto público, sirve a la derecha. Es verdad que no hay vuelta atrás, pero por
ello, hay que poner dos marchas hacia adelante evitando el dumping fiscal y la destrucción del Estado de Bienestar en las
Comunidades en las que gobierna el PP, solo o en coalición, y en aquellas que
gobierna el PSOE pero que emitan al PP (la de Aragón). El Estado de las
Autonomías pudo ser un error, creo que fue un error; ahora es un error
mantenerlo como está. El impuesto compensatorio sobre las grandes fortunas es
un buen camino, pero el camino a recorrer es más duro que el de Ulises
volviendo a Ítaca.
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