FALACIAS NEOLIBERALES
Román Oria Fernández
de Muniaín
No se le puede negar a Carlos Rodríguez Braun dos características.
La primera es ser ariete del sistema económico,
aunque bajo la etiqueta del liberalismo y, la segunda, ser un excelente actor
de lo que puedo dar fe por presenciar sus magníficas actuaciones como primer
actor en las piezas de teatro que Antonio Garrigues organizaba todos los
veranos en Soto Grande.
Pues bien,
ahí van unas consideraciones referentes al primer aspecto:
No es fácil
encontrar una visión crítica, o realista, de las doctrinas neoliberales que dan
por supuesto que defienden la libertad. Pero no todo el monte es orégano.
El término
neoliberal y sus postulados resultan imprecisos. La economía de libre mercado
no ha existido nunca “strictu sensu” y hoy, sin embargo, existe una economía
socialista de mercado[1].
Impreciso, también, porque su liberalismo se ciñe a la economía. Veamos. Un muy
somero apunte de los representantes de la escuela austriaca o, por mejor decir,
de la escuela de Ginebra o de la sociedad Mont Pelerín (sin olvidar importantes
contribuciones como la Walter Lippman) pone en evidencia que el liberalismo,
entendido como predominio de todas las libertades del sujeto individual, no
solamente no es acogido en dicha doctrina sino fervientemente rechazado. Sin ir
más lejos, Hayek y compañeros “liberales”, en un primer momento, concentraron
su defensa en la oposición radical a la intervención del Estado en la economía,
pero esta posición ha ido matizándose a lo largo del periodo entre guerras y la
segunda guerra mundial para desembocar en la situación de hoy en la que la
globalización unida a la intervención del estado se ha convertido en una
realidad innegable y difícil de rechazar y combatir intelectualmente por los
actuales discípulos.
Es cierto
que, en la escuela neoliberal, no hay uniformidad pues entre el monetarismo de
Friedman y las posiciones Hayek o Von Mises hay discrepancia. Pero, todos
coinciden en los foros y supuestos básicos.
Quizás por
influencia de la escuela de Ginebra, la idea del “nolli me tangere” (la
economía es intocable) con pinitos de escepticismo tomados del empirismo de
Hume se refuerzan en Hayek quien, no obstante, sufre
una
evolución para defender “el ordo económicus”[2]
internacional desde el año 1940 asumiendo las tesis del profesor Carl Smith,
uno de los principales juristas del nazismo, el cual desglosa la realidad
social entre el mundo del “imperium” que es el del poder del Estado y el mundo
del “dominium” que sería el de la economía.
Calificar
de liberal, a secas, a quien rechaza principios básicos de la democracia, e
incluso esta misma, como, en una y otra forma, realizan los foros citados no
parece sostenible. La exposición primera y meridiana podría ser la de la
escuela de Ginebra al criticar sin ambages la soberanía nacional y la
democracia como principales enemigos de su liberalismo. La “contradictio in
terminis” parece evidente.
Wilheim
Ropke dice al respecto:
“el exceso
de soberanía se debería abolir, no transferir a una unidad política geográfica
superior” y el propio Hayek en “Derecho, legislación y libertad” teoriza sobre
los efectos perjudiciales de la democracia en los procesos de mercado.
Mirando
hacia atrás, tampoco demasiado, vemos que desde Hayek hasta Freedman pasando por
Wilheim Röpke, cuyas perlas luego reproduciremos, se oculta que, por ejemplo,
fueron fervientes defensores del régimen del “apartheid” sudafricano. Tanto
Röpke como Hayek acudieron en auxilio del regimen racista defendiéndolo u
oponiéndose a las sanciones con total claridad. Röpke incluso, mantiene la
necesidad de la segregación y la imposibilidad e inconveniencia de “un hombre
un voto”. Es más, lo reiteraría en otro foro “ad hoc”: USA al defender la
supremacía de la raza blanca. En realidad, no tiene nada de extraño puesto que
la oposición de las escuelas neoliberales a la descolonización fue manifiesta.
Para los neoliberales la “amenaza democrática” ha adoptado muchas formas, fundamentalmente,
a partir de los años 30 del siglo pasado: desde la propia clase trabajadora
blanca, al proletariado, al que se llega a considerar como un horrendo mal,
hasta el mundo no europeo en proceso de descolonización.
Respecto al
principio sacrosanto del sistema de señalización de precios como medio óptimo
de garantizar la competencia, Hayek ya encabezó la lucha en los años 40 del
siglo pasado, ya se situó en contra de la tesis que el conocimiento de los
precios era lo único que se necesitaba para manejar la economía.
La
estadofobia (Michel Foucault) de los neoliberales tiene sus lógicas
excepciones, por ejemplo, son admisibles los impuestos ...siempre que sirvan
para financiar los intereses comerciales pero la sociedad y los ciudadanos ...que
procuren hacer el menor ruido posible.
Lo cierto
es que, aunque no podemos entrar en este aspecto, además de la doctrina del
profesor Carl Schmitt, la concepción del estado de derecho surgida de la
república de Weimar vino en auxilio de los “liberales” pero hasta esa
concepción puramente formal parecía excesivo.
Y
comencemos a ver perlas categóricas y concretas.
Röpke
expresó al rechazar la política de no intervención en la Sudáfrica del
“apartheid” no oponerse a la descolonización que habría traído como
consecuencia “efectos sociales adversos que se expresaban mejor en la
enfermedad llamada proletariado (¡!)”.
Según Von
Mises en “Nación, Estado y Economía”, la sociedad capitalista era o debía ser
una democracia del consumidor en la que cada centavo representa una papeleta
electoral. ¡Como les molestaba y les molesta la democracia!
Röpke
afirmó, en 1942, sin empacho, después de su visita a Estados Unidos, el
monstruoso mal uso del poder hecho por los grandes grupos de interés que son,
en primer lugar, los agricultores y los sindicatos. “Hay que arrebatarles el
estado a las masas”.
Y ahí va
nueva perla de Röpke en el coloquio Walter Wilman “coincido en que las viejas fórmulas
de democracia parlamentaria han demostrado ser inútiles. La gente debe
acostumbrarse al hecho de que existe también una democracia presidencial
autoritaria e incluso dictatorial”.
El hecho de
que en “Camino de Servidumbre” (Hayek 1934) defienda tímidamente una red básica
de seguridad social e incluso una cierta intervención fiscal anticíclica no
pasa de ser una anécdota frente a los presupuestos generales de la expansión
desenfrenada de la democracia. Los derechos humanos se subordinan a los
derechos humanos del capital e incluso, en la sociedad Mont Pèlerin, se escucha
una visión de los derechos de los inversores en la economía como alternativa a
de los derechos humanos.
Vayamos con
otra afirmación relevante que se califica por sí misma, esta vez de Schock
Joyce “no se puede resucitar a 6.000.000 de judíos poniendo en su lugar a los
caníbales y sirviéndoles como festín, aproximadamente, la misma cantidad de
blancos. [3]
En 1934 en
“Derecho, Legislación y libertad” Hayek
insistió en la imposibilidad de conocer la economía y se acercó a la teoría de
sistemas mientras, paralelamente, no
hacía mucho tiempo que había manifestado explícitamente que perseguir el
espejismo de la justicia social suponía anular la capacidad creativa de la
competencia al encriptar las señales de precios del mercado y, en definitiva,
erigirse en “destructor de una civilización...desarrollada gracias a los
esfuerzos libres de millones de personas”[4].
Es preciso,
aunque solo sea un apunte, señalar el profundo desconocimiento de la amplia
obra de Marx quizás porque se considera irrelevante su estudio en la senda de
la defensa de sus postulados, pero sorprende que, por ejemplo, Hayek en su
libro dedicado al socialismo (“La fatal arrogancia” 1918) solo cite un par de
veces al de Treveris y, además, poniéndole en relación con Saint-Simon o parcos
juicios que, por supuesto, desfiguran lo dicho por el autor. En la bibliografía
de la obra citada, pone de manifiesto que no ha leído un solo libro del autor
del Capital, pero esta cuestión ocuparía bastante espacio. Termino con las dos
últimas perlas de principios.
Hayek
afirmó que prefería un dictador liberal antes que un gobierno democrático sin
liberalismo y que es posible que un dictador gobierne de manera liberal. Y, el
segundo de abordo, Von Mises escribió ya en el año 1927, sin que se retractase
en ningún momento, “el fascismo italiano y los movimientos similares que
aspiren a instaurar las dictaduras están cargados de las mejores intenciones y
su intervención ha salvado, por el momento, a la civilización europea. El valor
que de este modo ha demostrado tener el fascismo pervivirá para siempre en la
historia”[5]
La rotundidad de esta última cita excusa comentarios, pero a
lo largo de estas líneas, forzosamente escuetas, creo haber evidenciado la
atribución ideológica injusta de más de un economista “liberal”.
Román Oria, abogado
roman.oria@pyo-abogados.com
[1]
Remy Herrera “¿China es capitalista” ZMMXING LONG; Edición .2019
[2]
Slobodian.- Globalistas. Capitan Swing Libros 1921
[3]
Carta de Schock a Röpke citado Slobudian opus. Cit.
[4]
Hayek “el espejismo de la justicia social. Slobodian op. Cit.
[5]
Ludwing Von Mises “Liberalismo”. La Unión 2008. Citado por Slobodian op.cit
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