Comentarios sobre Capital e Ideología

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  Antonio Sánchez Nieto.




Acabo de leer el libro de Thomas Piketty [Capital e ideología (Capital et idéologíe, Seuil), Ediciones Deusto, S.A], y me parece un ensayo deslumbrante.

Tratan las mil quinientas páginas del ensayo de establecer la naturaleza, origen y desarrollo de la desigualdad y sus posibles soluciones. Si durante los últimos cuarenta años la hegemonía cultural liberal había logrado arrinconar el debate sobre este asunto como obsoleto (fin de la Historia con el triunfo definitivo del capitalismo) e ilegitimo por interesar solo a comunistas nostálgicos, la gran crisis económica ha hundido el crédito del neoliberalismo económico y hecho emerger entre los restos del naufragio el fantasma de la desigualdad. El tema vuelve a estar de moda.

Escribe su libro Piketty, como lo haría un economista antiguo, no olvidando que esta “ciencia social” comenzó llamándose, muy adecuadamente, economía política. Si en la genuina ciencia, el método de conocimiento es el experimento, en esta “ciencia social” el método de verificación es la experiencia; es decir, la Historia. 

  Como fenómeno socioeconómico, analiza la desigualdad no solo en sus dimensiones económicas, sino también políticas, sociales, e intelectuales; un enfoque holístico.   

  En contraste con esa pandemia de autores oscuros que con dibujos cabalísticos tratan de disfrazar su incapacidad expositiva, aquí datos y gráficos clarifican lo que se lee. Este no es un libro restringido a elites intelectuales sino abierto al gran público.

 Meritorio también su esfuerzo para evitar en lo posible el enfoque exclusivamente eurocéntrico. A medida que el peso relativo de nuestra civilización tiende a disminuir en un mundo crecientemente globalizado, esta necesaria labor de limpieza se está facilitando.

Su amplia apoyatura histórica, plena de erudición, construye un asiento sólido al análisis de los fenómenos sociales actuales (del 2019). Porque este ensayo es, sobre todo, un arma ideológica en el debate que se avecina en manos de un economista que reivindica un proyecto radical socialdemócrata (al tiempo que denuncia la deriva hacia la irrelevancia de los partidos que fueron socialdemócratas). No se limita a relatar a distancia los avatares de la sociedad, sino que plantea propuestas novedosas para solucionar el terrible problema de la desigualdad. Propuestas factibles que, teniendo una lógica aplastante, contrarían el actual “sentido común” y él sabe imposibles de adoptar por cualquier partido político, ni siquiera como calendario utópico. Intuyo una sutil denuncia sobre la falta (¿o más bien abandono?) de cualquier “relato movilizador” de la izquierda.

Las primeras quinientas páginas las dedica al análisis histórico de como las elites han justificado (ideología) en cada momento y situación, la vergüenza de la desigualdad.

  Comienza con las sociedades ternarias (que no son exclusivamente europeas; en la India adoptan la forma de sistema de castas) y su justificación en las tres funciones correspondientes al clero (rezar), la nobleza (defender) y el pueblo llano (trabajar). Poder y propiedad son inseparables y el argumento legitimador es la sangre.

   A la sociedad estamental releva la invención de la propiedad moderna con la Revolución Francesa en 1789. Denomina a esta época de las sociedades propietaristas por ser la propiedad la justificación de la desigualdad.  Dentro de esa lógica, aparecen las sociedades esclavistas y, como epígono, el colonialismo.

  Es el siglo XX el de la crisis de las sociedades propietaristas y la aparición de la socialdemocracia, el comunismo y el hipercapitalismo, que conforman nuestra sociedad actual en la que la justificación de la desigualdad se basa en el mérito.

  Al inicio del siglo XX, las masas irrumpen en la política con conquistas como el voto universal y la eclosión del estado fiscal y social, basado en los impuestos progresivos que culminaría, en gran parte de los países industrializados, en el Estado del Bienestar. Este flujo progresista de la historia de la Humanidad se frenó a finales del XX con la reacción neoliberal.

    Sobre estos cimientos históricos, que ocupan las primeras quinientas páginas del libro, comienza Piketty el análisis exhaustivo de las transformaciones políticas y sociales que están construyendo nuestra sociedad, tratando de explicar la actual regresión en lo que parecía un movimiento irreversible hacia una civilización socialdemócrata.

 Lo hace examinando individual y dialécticamente el estado de desigualdad en civilizaciones tan diferentes como las europeas, Rusia, China, la India, Oriente Próximo, Brasil, Japón, Irán…buscando afinidades y diferencias que señalen la existencia de corrientes de fondo comunes en el confuso contexto de la globalización.

 En las últimas mil páginas analiza de forma exhaustiva de los fenómenos políticos y sociales que están transformando nuestra sociedad desde los años ochenta.

La evolución del sistema educativo del sistema educativo como causa, no única pero esencial, en el colapso de la posición relativa de las clases populares en EE. UU.; la formación y naturaleza de las sociedades socialdemócratas europeas y su actual paralización; la fiscalidad justa y la igualdad educativa como bases de la igualdad; el cambio del conflicto político con la vuelta a las fronteras debilitando el debate sobre la propiedad: de la luchas de clases a las luchas identitarias; la transformación de la izquierda electoral desde 1945: como el partido de los trabajadores se transformó en el partido de los titulados; la izquierda brahmánica; el derrumbe del sistema derecha-izquierda y su sustitución por la alternancia entre elites de la izquierda brahmánica y la derecha de mercado (caso Francia) ; la eclosión del social-nativismo ; el dumping fiscal y el síndrome de país pequeño.; Cataluña como ejemplo de las nuevas tensiones separatistas; sobre la construcción de un espacio democrático internacional…en fin, enumero una lista no exhaustiva de los fenómenos que trata Piketty  y que protagonizan los debates sobre las transformaciones que afectan a nuestras sociedades.

Las ultimas cien páginas las dedica a plantear sus propuestas para “un socialismo participativo en el siglo XXI”.

No me extiendo en su explicación porque me parecen, aunque atractivas, utópicas en las actuales circunstancias, aunque él las presenta como factibles por lógicas. No creo que la abolición de la herencia y su sustitución por un sistema de propiedad social y temporal, o la participación realmente igualitaria de los trabajadores en las empresas privadas, sean objetivos alcanzables por el mero convencimiento intelectual y ético de las elites propietarias. El relato que nos hace plantea, al contrario, que todos los hitos en ese progreso hacia la igualdad han ido precedidos de luchas, revoluciones y catástrofes bélicas.

Lo cierto es que el libro de Piketty, como si fuera una novela negra, nos regala un final sorprendente. Por el título (Capital e Ideología), la materia que analiza (la Igualdad), la metodología histórica utilizada (la de Annales), la forma dialéctica de razonar, …y hasta la finalidad aparente del ensayo (instrumento duro de debate ideológico al servicio de la izquierda), parece fácil de clasificar: blanco y en botella… ¡pues no! No es un artilugio ni marxista ni marxiano. Y es él mismo quien lo desmiente. Frente a la tesis del Manifiesto Comunista “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”, Piketty plantea “…es la historia de la lucha de las ideologías y de la búsqueda de la justicia.” Lo plantea como una reformulación complementaria, pero, de hecho, es una tesis que niega la mayor del Manifiesto. Como el contenido del ensayo parece contradecir en todo momento su tesis me deja en situación de desconcierto respecto a la motivación de esta confusa “confesión”. ¿Busca facilitar la difusión del ensayo? (no lo creo porque el autor ya era muy conocido) ¿Añagaza de “criptojudio” frente al Santo Oficio? (no hemos llegado todavía a ese estadio…)

En fin, olvídese el desahogo de este lector confundido, y centrémonos en lo importante:  recomiendo vehemente la lectura de este extenso y lúcido análisis a quien tenga curiosidad por los complejos avatares de nuestra sociedad. Creo que es una obra tan útil como importante.


  

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