LA EDUCACIÓN COMO CAUSA DE DESIGUALDAD
Antonio Sánchez Nieto.
Es el progreso de la educación y no la sacralización de la propiedad lo que ha permitido el desarrollo económico y el progreso humano.
Y es partir de las necesidades creadas por la
segunda revolución industrial cuando los estados toman conciencia de la
necesidad de invertir masivamente en la educación de las masas.
EE. UU., fue el país pionero en la educación
pública, y ya a principios del XX había sobrepasado en desarrollo económico a
las potencias europeas. Todavía a comienzos de 1960, la tasa de educación
secundaria en EE. UU. alcanzaba el 80%, en el Reino Unido rondaba el 20%, en
Francia el 30% y en Alemania el 40%. Hasta 1950, la productividad del trabajo
en EE. UU. doblaba la de Francia, Alemania y el Reino Unido, lo que explicaba
las diferencias en su nivel de vida. Pero en 1990 tanto Alemania como Francia,
gracias a su mayor gasto público en educación, habían superado ligeramente en
productividad a EE. UU.; no así el Reino Unido que se mantiene un 25% por
debajo. <piketty.pse.ens.fr/ideologie>.
Conviene
subrayar que paralelamente, a principios del siglo XX, EE. UU. era un país
claramente más igualitario que Europa y solo a partir de la década de los 80,
en el marco de la revolución neoliberal, se ha convertido en el país más
desigualitario del mundo desarrollado.
Por
supuesto, los cambios económicos e ideológicos modifican la mentalidad, en
primer lugar, de los más ricos. Y así, durante los últimos cincuenta años, la
preocupación de los padres de clase media y los ricos sobre la educación de sus
vástagos para librarles de los peligros de la precariedad ronda la angustia.
Ellos
conocen bien la evolución de una sociedad en que la mundialización sustituye a
los mercados nacionales; su patria es ahora el mundo. Han recogido los frutos de la bonanza de los
mercados, de las cadenas de suministros y de los flujos de capital globalizados
y cada vez dependen menos de sus conciudadanos ni como productores ni como
consumidores. Ya no están sujetos a la comunidad. En un mundo abierto, dicen, el éxito depende
de la educación, de estar preparados para competir y vencer en una economía
mundial. La ética liberal enseña que, como las oportunidades son iguales
para todos, los ganadores están en la cúspide y los perdedores merecen también
su suerte. ¡Ellos están ahí solo por sus méritos! Estas valoraciones producen resentimiento y
rabia en los perdedores, que se ven mirados por encima del hombro, convirtiendo
la solidaridad en un valor imposible y la polarización social (cuando el
colchón de las clases medias se está desinflando) en consecuencia inevitable. Y
así, la soberbia de unos y el resentimiento de otros, llevaron a Trump a la
presidencia.
Encuentro
útil reproducir alguna de las características que Milanovic detecta en la elite
del nuevo capitalismo que denomina meritocrático liberal y que
refuerzan la creciente desigualdad social[1]:
-Muchos de los componentes de la clase
dominante han recibido una formación excelente y trabajan con altos salarios.
Combinan rentas de capital y trabajo elevadas (homoplautia).
Antes
los ricos lo eran por sus rentas de capital, no de trabajo. Así, en 1980 solo
el 15% de los individuos incluidos en el decil más alto de la escala por su
renta de capital ocupaba también el decil más alto de la renta del trabajo.
Pero desde entonces, ese porcentaje se ha duplicado.
-La elite invierte mucho dinero en la
educación de sus vástagos, como bastión que les defienda de la movilidad
descendente, y en el control político que les permita dictar las normas de
sucesión. Factores que aseguran su reproducción como clase dominante (perdón
por utilizar un concepto marxista en vez del parettiano políticamente correcto,
elite).
-La capacidad de las mujeres para acceder
a los mismos niveles de educación que los hombres determina niveles similares
de renta y poder. La clase dominante del capitalismo meritocrático liberal
probablemente sea la menos marcada por el género de todas las clases dominantes
de la historia.
Esta similitud fomenta un fenómeno novedoso:
aumenta la tendencia a formar familias entre parejas de educación y riquezas
similares (homogamia), lo que contribuye al mantenimiento intergeneracional de
esas ventajas, concentrando riqueza y reforzando la desigualdad.
-Como la clase alta actual se basa en el
patrimonio y la formación (es el dinero y no la sangre, como en la
aristocracia, lo que les distingue), es una clase relativamente abierta.
Acapara a los mejores de las clases inferiores que han sido capaces de hacerse
ricos al obtener una educación superior.
-Su ética viene definida por el marco legal existente y, si este no se ajusta a lo deseable, utilizan su dinero para controlar el proceso político y cambiar las leyes. Se mantienen dentro de los confines de la legalidad, aunque su práctica se aleje cada vez más de los modelos éticos generales. Son, resumiendo, amorales.
En
un mundo en que el modelo capitalista se ha convertido en único, he creído útil
perfilar los valores que mueven a sus elites, en un sustrato de creciente
polarización social y económica, en el campo de la educación.
En
el sueño americano, desmentido por la realidad frustrante que aliena a
millones de seguidores de Trump, la riqueza está al alcance de cualquiera que
se esfuerce (se entiende que mediante la educación). Pero en la realidad el
acceso a la educación viene determinado por la renta parental; en 2014 la
probabilidad de acceder a estudios superiores (incluidos diplomas cortos de dos
años) para estudiantes de familias incluidas en el 10% inferior de la
distribución de la renta era del 30%, mientras que era del 90% para los
pertenecientes a familias situadas en el 10% superior. La correlación entre
renta parental y acceso a la universidad es más lineal que nunca.
La
elite prefiere una educación privada cara porque refuerza su poder. Al haber
aumentado los costes de la educación superior privada varias veces más deprisa
que el coste de vida general, a las familias de clase media les resulta muy
difícil dar educación superior a sus hijos[2]. Aun en el caso de que lo hayan
conseguido, las diferencias entre las universidades públicas y las treinta y
ocho universidades y centros de formación más prestigiosos de EE. UU., la Liga
Ivy, son abismales. Como resultado, hay en esas universidades más estudiantes
provenientes del 1% más rico de la población que del 60% más pobre.
En
Francia la situación es parecida: en 2017, solo el 2,7% de los alumnos de las grandes
ecòles provenían de padres situados en la escala más baja de distribución
de la renta.
De
lo que no hay duda es de que una educación privada cara es una inversión
rentable para los ricos a través de tres mecanismos:
-excluye a sus
vástagos de la competencia de los provenientes de clases inferiores.
- legitima la preminencia de los favorecidos,
pues ya no solo lo son por herencia, sino porque son intelectualmente
superiores.
-
la estancia en las universidades de elite produce diferencias económicas muy
sustanciosas. Refiere Milanovic que, según un estudio realizado en el 2017,
diez años después de comenzados los estudios universitarios, el decil superior
de los estudiantes provenientes de todas las universidades americanas, cobraba
un salario medio de 68.000 dólares, mientras los graduados en las diez mejores
universidades cobraban una media de 220.000 dólares.
Otra ventaja de la educación privada cara que perciben los ricos consiste en que, al estar dispuestos a pagar matriculas caras, esas escuelas pagan mejores salarios, privando al sector público de sus mejores profesores y de los alumnos más ricos. Según van alejándose de la enseñanza pública, disminuye su disposición a pagar más impuestos para mejorarla.
En estos tiempos de pérdida de puestos de trabajo por deslocalización o a causa de la tecnología, es menor el respeto por las labores que ejercen los obreros. Hace cincuenta años menos de uno por cada cinco americanos había estudiado una carrera universitaria, y los que lo hacían la cursaban en centros próximos a su hogar. Al incrementarse la distancia entre el 10% más rico y el resto de la población, entre titulados y no titulados, la necesidad de ingresar en un centro de prestigio se ha convertido en una elección esencial.
En
su discurso de apertura del curso 2015 de la Yale Law School el profesor Daniel
Markovits calculaba que la inversión adicional en educación recibida por los
hijos de los ricos (comparados con los de clase media) equivalía a una herencia
de entre cinco y diez millones de dólares. Por eso “los hijos de familia pobre
o incluso de clase media, probablemente no puedan competir con individuos que
han absorbido esa inversión enorme, constante, planificada y con un fin desde
su cuna o incluso desde que estaban en el seno materno”. Que los patronos den
sus mejores empleos a esta clase de individuos, tiene sentido.
Resumiendo:
-
En el actual proceso de desigualdad acelerada, la educación superior (y
sospecho que el resto del recorrido educativo) es un factor esencial que lo
acentúa.
-
Dicho proceso no es debido al mal funcionamiento circunstancial del modelo
vigente, sino que forma parte de la normalidad del sistema económico vigente.
-
Ya que obedece a motivaciones naturales, la actual tendencia a fomentar la
desigualdad es muy difícil de corregir.
- el fomento de inversiones públicas cuantiosas es condición necesaria pero no suficiente para romper su tendencia hacia la desigualdad. Esta depende del tipo de desarrollo de la sociedad en que está imbricada.
Es evidente que la situación educativa en
Europa (una sociedad mas “socialdemócrata”) es diferente a la americana, pero
está sometida a las mismas tensiones reaccionarias. Confiar en que somos
inmunes a la influencia de la potencia central es ilusorio en tiempos en que el
proyecto de unidad europeo y su modelo cultural diferenciado se desvanecen.
Madrid 27 de noviembre 2020
[1]
“Capitalismo, nada mas”. Branko milanovic, Editoril Taurus.
[2] El
coste real de las matriculas y tasas ha aumentado 2,3 veces entre 1988 y 2018
mientras la renta real per capita lo ha hecho solo un 20%.
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