China y su nuevo papel en la escena internacional

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Debate entre Cátedra China y Las Hormigas Rojas



"El pasado 3 de marzo este colectivo y la Cátedra China organizamos un acto conjuntamente en el local de la Cátedra de Travesía de Tellez, 4 sobre China y su nuevo papel en la escena internacional, (aunque no se llegó a concretar el título). En dicho acto actuaron como ponentes Marcelo Muñoz, presidente de Cátedra China, conocido experto en la realidad política, económica y cultural china, y nuestro compañero Ramón Utrera, analista de política y economía internacional, que ha seguido durante años por razones profesionales lo que ocurre en Asia, y en China en particular; por donde ha viajado y viaja desde hace años.
 

En el debate abierto que se realizó se abordaron los cambios extraordinarios que se están produciendo actualmente en China, y que la catapultan como potencia en todos los sentidos de primer orden frente a EEUU y la UE; pero también las sombras, las carencias y los riesgos que esos cambios están conllevando. Los logros y los cambios de los últimos cuarenta años son impresionantes, pero también hay muchas apariencias, tremendos contrastes y fuertes contradicciones; por no hablar de importantes problemas de transparencia y opacidad. Hay un interés enorme en que se conozcan esos cambios, pero también en "venderlos" fuera y dentro.  

En el debate se destacaron los cambios económicos, a pesar de las dudas sobre el rigor de algunos datos, que han convertido a China desde una economía tercermundista en la segunda potencia mundial en términos de PIB, pero con una renta per cápita aún propia de país en vías de desarrollo, a pesar de la aparición de una pujante clase media. Una economía que ha pasado de localizar en su territorio factorías industriales de todo el mundo a competir con las matrices en los mercados internacionales; así como de buscar todo tipo de tecnología, por medios lícitos o ilícitos, a pasar a ser puntera en algunos sectores. China se ha convertido en el segundo país en comercio exterior internacional, aunque fundamentalmente a base de precios bajos. Se ha convertido en el primer contaminante mundial, pero es cierto que está haciendo grandes inversiones para controlar el problema. Mantiene una economía y unas finanzas muy cerradas y muy controladas. Defiende el multilateralismo, pero hace interpretaciones interesadas y desequilibradas en su beneficio de todos los contenciosos. Todo apunta a que seguirá creciendo, pero difícilmente a los ritmos que planea y que ha visto hasta ahora. Y, de hecho, su crecimiento presenta graves problemas de burbujas especulativas, baja productividad, falta de recursos, bajo consumo, derroche, etc.; en suma, un crecimiento desordenado y con importantes desequilibrios. 

Políticamente, aunque formalmente se autodefine como régimen socialista, bajo su defensa de la vía china en realidad justifica el abandono de un sistema socialista de propiedad y control de los medios de producción por otro más bien puramente intervencionista; hasta el punto de que se ha producido la recomposición de una clase burguesa típica, e incluso una de millonarios que compiten por los primeros lugares de los rankings mundiales. Aun así, el PCCh detenta y el poder político y el control de todos los resortes políticos, económicos, sociales y culturales; con un sistema político donde no hay cabida para otras opciones políticas, ni para ningún tipo de aspiraciones identitarias que no sean puramente testimoniales, o de reivindicaciones sociales que desborden los cauces que controla el Partido Comunista. La crítica está controlada, la disidencia vigilada o perseguida y las minorías étnicas oprimidas; aunque es cierto que en la calle no se respira en general descontento, sino conformismo social, obsesión por el consumo, gusto por la diversión y orgullo patrio. Cuando se les acusa de no ajustarse a los parámetros democráticos internacionales lo justifican con su modelo de "democracia con características chinas", de resonancias irónicas en otros lares. El objetivo es reconstruir la soberanía y la independencia nacional a través de un sistema dirigido y controlado por el PCCh en el que prime la eficacia y la estabilidad por encima de la defensa de las libertades occidentales o los derechos humanos. 

En la esfera internacional defiende una política internacional multilateralista, pacífica y de negociación, que se contradice con el crecimiento acelerado de su gasto en defensa, los enfrentamientos con sus vecinos, en algunos casos violentos (India), tensos (Viet Nam, Filipinas, etc.), difíciles (Corea y Japón), recelosos (Rusia), y hasta intransigentes (Taiwan), y que cuestiona su voluntad de dialogo. Su política dentro del grupo de los BRICs más que encaminarse a abrir el panorama de las potencias dominantes parece dirigirse a buscar un hueco para China en el viejo orden. 

Es muy llamativo el retorno a la inspiración ética confuciana por parte de un partido comunista, incluso en detrimento de otras filosofías y religiones o morales, como mínimo igualmente influyentes históricamente. La cosmovisión confuciana, conservadora, aunque algunos como Marcelo Muñoz entre otros subrayan que, apostando por las revisiones modernizadoras, es útil, no obstante, para apuntalar el modelo chino para cualquiera de los enfoques. Sobre todo, sirve para un sistema más próximo al mandarinato y el dominio de una clase/élite burocrática que, para la democracia burguesa y su equilibrio de poderes, un sistema que puede bascular entre el paternalismo y el autoritarismo según las circunstancias. 

China se queja con razón de que la actual visión occidentalista de la historia, de la cultura, de la política, de la economía, etc. de todo, minusvalora su historia y su cultura, y la humilló como país en los siglos XIX y XX; pero ¿ha hecho un buen análisis de por qué perdió la carrera de la revolución industrial? Su historia es la de un país frecuentemente dividido y enfrentado, constantemente preocupado por la amenaza exterior, de la que no logró liberarse hasta el fin de la Guerra Civil y el triunfo del Partido Comunista. Esto explica muchos de sus comportamientos y su obsesión por recuperar el terreno perdido en la política internacional cuanto antes. Es indudable de que ni China ni su historia son suficientemente conocidas por la sociedad internacional, pero también que la propia China ha sido tradicionalmente una sociedad cerrada y desconfiada del mundo exterior. Actualmente hay un evidente proceso de apertura mutua, y hay un debate, que se hizo evidente en el acto, sobre quién, en qué aspectos y en qué grado se está abriendo más. El Gobierno chino es consciente de la necesidad de esa apertura, pero pretende controlarlo y moldearlo en todos los sentidos, dentro y fuera. La cuestión es si puede, y sobre todo si podrá seguir haciéndolo".

 

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