¿Quién fue Largo Caballero?
Almudena Asenjo y Antón Saracíbar
Artículo publicado en Nueva Tribuna, autorizado por los autores su publicación en este blog.
A propuesta de Vox, y apoyado por el PP y Ciudadanos, el pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó recientemente una moción para retirar los nombres de Francisco Largo Caballero y de Indalecio Prieto de las calles de la capital. Para ello no se dudó en invocar la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de septiembre de 2019 (aprobada como rechazo a la 2ª Guerra Mundial iniciada por el nazismo) y el artículo 15 de la conocida como Ley de Memoria Histórica del año 2007, impulsada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Una Ley que se aprueba precisamente para todo lo contrario: restaurar la memoria de las personas asesinadas y represaliadas por la dictadura, además de combatir y denunciar los juicios sumarísimos y los crímenes franquistas. Precisamente, Largo Caballero e Indalecio Prieto fueron los que encabezaron la oposición, junto a otros muchos, al fascismo, al levantamiento militar, la guerra civil, la dictadura y la brutal represión franquista: asesinatos, cárcel, clandestinidad y exilio.
Por eso, este breve relato es obligado y pretende denunciar las falsedades
y mentiras que se le vienen imputando a Largo Caballero, como se ha puesto de
manifiesto en un informe técnico firmado por más de 300 historiadores, además de poner en valor su descomunal
Obra realizada y, en coherencia con ello, responder a la siguiente pregunta:
¿Quién fue Francisco Largo Caballero? Nace Madrid, el 15 de octubre de 1869, en
el seno de una familia obrera y a los siete años comenzó su aprendizaje en
diversos oficios: encuadernador, cordelero, estuquista… En 1890 se afilia a la
Sociedad de Albañiles de Madrid y tres años más tarde ingresa en la Agrupación
Socialista Madrileña. Llegó a presidir la Mutualidad Obrera, la Fundación
Cesáreo del Cerro, la Agrupación Socialista y la Cooperativa Socialista
Madrileña. Desde 1902, Largo Caballero desempeñó altos cargos en el sindicato
(UGT) y en el partido (PSOE), siendo secretario general de UGT de 1918 a 1938 y
presidente del PSOE de 1932 a 1935.
Participó en el Instituto de Reformas Sociales, desde el año siguiente a su
constitución (1903), formando parte del grupo de vocales obreros, en su gran
mayoría socialistas. En 1905 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid.
Formó parte también del Consejo de Estado (desde el más absoluto pragmatismo)
durante la dictadura de Primo de Rivera y elegido diputado encabezando las
listas socialistas durante cuatro legislaturas. Como representante de la clase
obrera española asistió a la Conferencia de Berna y al Congreso de Ámsterdam en
1919, donde se fundó la Federación Sindical Mundial. Además, en ese mismo año
participó en la Conferencia de Washington, donde se constituyó la Oficina
Internacional del Trabajo (OIT) y, después, en todas sus Asambleas anuales,
desde 1919 hasta 1933, las dos últimas como ministro de Trabajo. Finalmente,
con la proclamación de la II República, Largo Caballero se hace cargo del
ministerio de Trabajo (de abril de 1931 a septiembre de 1933) promulgando la
legislación social más avanzada de su época (siendo todavía una referencia
obligada para el legislador en materia social laboral) y, posteriormente, ocupa
la presidencia del Consejo de Ministros y el Ministerio de la Guerra, en plena
contienda civil, desde el 4 de septiembre de 1936 hasta el 19 de mayo de 1937.
Su exilio en Francia se produce en febrero de 1939 y posteriormente la
policía francesa le entrega a la Gestapo y es trasladado al campo de
concentración de Sachsenhausen-Orianenburg (Alemania). Fue liberado por las
tropas rusas en abril de 1945 regresando a Francia donde reside hasta su
muerte. En su sepelio, Rodolfo Llopis (secretario general del PSOE en el
exilio) le rindió homenaje manifestando que: “el proletariado español ha
perdido al hombre más representativo de su clase”. Finalmente, sus restos fueron
trasladados a España el día 8 de abril de 1978. La masiva manifestación que le acompañó, desde la plaza de
Las Ventas al cementerio civil de La Almudena, constituyó un acontecimiento
político de primera magnitud, lo que contribuyó a acelerar, en muy buena
medida, la transición política a la democracia (Obras Completas de Francisco
Largo Caballero, publicadas por el Instituto Monsa de Ediciones y la Fundación
F. Largo Caballero, 2003).
De Largo Caballero se han dicho y escrito muchas cosas. En todo caso, es
bueno recordar que sólo acudió a la escuela desde los 4 a los 7 años, lo que le
obligó a formarse en la Casa del Pueblo de Madrid destacándose como un buen
estudiante, un extraordinario lector y un comprometido militante, llegando a
ser el único obrero en España que presidió un Consejo de Ministros.
Efectivamente, en las Casas del Pueblo se fomentaba el entusiasmo por la
organización obrera, la militancia, la austeridad, la ética, la honradez y la
solidaridad internacional. A este comportamiento se llamaba y se sigue llamando
el “Pablismo” en reconocimiento de lo que representaba Pablo Iglesias dentro de
las organizaciones socialistas.
Sin duda, fue el discípulo más destacado de Pablo Iglesias, con el que
convivió y aprendió durante muchos años. Se puede afirmar que fue un
autodidacta, con intuición de clase, con grandes dotes de organización,
comprometido éticamente con las clases trabajadoras, además de sumamente
austero y honesto en su comportamiento personal. También fue el artífice de la
estructura moderna de UGT y un firme defensor de la organización
obrera (propagar ideas y hacer proselitismo) y de la educación de
clase (formar “obreros conscientes y organizados”). Siempre fue coherente con
sus ideas, destacando la coincidencia de su discurso con la acción política y
sindical, lo que le acarreó críticas sin fundamento de una derecha montaraz y
reaccionaria, así como de patronos y caciques sin escrúpulos. En este sentido,
es oportuno recordar la contestación de los terratenientes andaluces, a la
petición de trabajo de los jornaleros en las plazas de los pueblos, por haber
votado a la Conjunción Republicana Socialista: “Comed República”.
Largo Caballero fue también un firme defensor de la autonomía del
sindicato, superando la supeditación al partido de los primeros años y un firme
activista en defensa de la II República, de las libertades y del socialismo democrático.
Consideró un suicidio la división de la clase obrera (sobre todo en un contexto
de guerra) y condenó con firmeza los intentos secesionistas en su lucha contra
el fascismo. A pesar de ser acusado de desviación hacia el comunismo y el
anarquismo, sin ninguna razón ni fundamento, fue también un firme y decidido
defensor de la legalidad republicana.
Por último, fue muy relevante su protagonismo en las movilizaciones
obreras- de acuerdo siempre con los órganos de dirección de UGT y el PSOE-,
destacando su participación en la huelga general del 17, en la proclamación de
la II República y en la huelga general de Asturias en 1934. En este caso, en
apoyo de la democracia y, particularmente, de la obra social de la República;
pero, sobre todo, de la lucha de la clase obrera contra el avance del fascismo
internacional en sus intentos de restaurar la monarquía e imponer la dictadura.
En todo caso, se puede afirmar, sin faltar a la verdad, que Largo Caballero fue
un líder obrero de un marcado carácter independiente, incompatible con la
hipocresía, el arribismo, la claudicación y la cobardía moral, lo que explica
sobre todo sus sucesivos pasos por las cárceles españolas por encabezar las
movilizaciones obreras en defensa de sus propios intereses.
Desde luego, este lamentable episodio ha tenido un amplio eco mediático y
ha demostrado, con mucha claridad, el gran desconocimiento que tienen los
ciudadanos, en particular los jóvenes, de nuestra historia reciente y, en
particular, de la figura de Largo Caballero. Razón poderosa para reflexionar
sobre la educación que están recibiendo nuestros jóvenes en cuanto a nuestra
historia contemporánea: II República, guerra civil, dictadura y transición
hacia la democracia. Los libros de texto tienen que reflejar la verdad de los
hechos y, en coherencia con ello, los educadores actuar en consecuencia
dedicando el tiempo necesario a esta materia. También los medios de
comunicación y las redes sociales deben obrar con responsabilidad y, por lo
tanto, no deberían hacerse eco -como lo están haciendo algunos- de falsos
historiadores o políticos interesados en tergiversar la historia y practicar un
revisionismo obsceno a base de patrañas, necedades y mentiras.
En todo caso, se trata de reflexionar
sobre nuestra memoria histórica para no cometer nuevos errores; no se trata de
abrir nuevas heridas ni de fomentar el odio, como reiteradamente pontifica
la derecha más extrema. En definitiva, no tiene ningún sentido que
nuestros escolares conozcan más y dediquen más horas lectivas al Cid Campeador,
a los Reyes Católicos y a reseñar las monarquías absolutas, que a lo acontecido
en nuestra historia más reciente.
Finalmente, no debemos olvidar tampoco que estos hechos lamentables se
producen en un contexto de confrontación ideológica y polarización política,
propiciada, sobre todo, por el auge de los populismos de
extrema derecha. Lo más grave e incomprensible de todo es que el PP y Cs
también están participando de manera decisiva en estos hechos, haciendo
dejación de la responsabilidad exigible a un partido de oposición -con visión
de Estado- como se presume debería ser el PP. Sobre todo, cuando se produce en
medio de una profunda crisis sanitaria, económica y social que no tiene
precedentes conocidos.
Por todo ello, resulta incomprensible la actitud y, sobre todo, la
ignorancia mostrada por las derechas en el Ayuntamiento de
Madrid. Sin duda, la personalidad y figura de Largo Caballero, junto a la de
Indalecio Prieto, justificará plenamente la aplicación de las medidas que sean
necesarias para restaurar la dignidad de ambas figuras, la verdad de los hechos
y, sobre todo, reparar la infamia y la injusticia histórica cometida.
Firman este artículo:
Almudena Asenjo (Directora de la Fundación F. Largo Caballero) y
Antón Saracíbar (Patrono de la Fundación F. Largo Caballero).
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