LA VIVIENDA, UN SÍNTOMA DE LA DESIGUALDAD DEL SISTEMA
Hormigas Rojas
El precio de la vivienda se ha convertido en un problema
generalizado en todos los países desarrollados, sobre todo en las grandes
ciudades. Lo que fue el eje del estado del bienestar, la compra de vivienda por
las familias trabajadoras que procedían del medio rural, se ha truncado desde
el inicio de la crisis a mediados de los años 70. Con mayor o menor
repercusión, los jóvenes en su mayoría tienen enormes dificultades para acceder
a la compra, e incluso al alquiler, de un lugar donde vivir. De hecho, hay cada
vez más diferencia entre las posibilidades de compra de los salarios reales y
el precio de las viviendas. En las grandes ciudades, y también en las medias,
es necesario ingresar alrededor de 55.000 euros brutos anuales para poder comprar
a crédito un apartamento de 40 metros cuadrados, o, lo que es lo mismo, 3000
euros netos mensuales por 14 pagas, algo alejado de las posibilidades de la
mayoría de la gente, en una atmósfera de progresiva desigualdad. Es evidente
que hay matices entre países, no es lo mismo el modelo holandés o belga, con un
alto porcentaje de pisos públicos en alquiler a unos precios razonables, que
condicionan el precio de mercado, que el modelo español, con solo un 3% de
propiedades públicas de carácter social. A pesar de esto, incluso en los países
con gran tradición de vivienda pública, el problema inmobiliario ha irrumpido
con estruendo en la agenda política.
Ver la crisis en sus orígenes: dónde empezó
todo
El tema ha sido ampliamente abordado por especialistas y por
políticos desde distintos ángulos[1].
Desde aquellos que persisten en la liberalización de los mercados hasta los que
piensan que es fundamental la intervención de estado en la determinación de los
precios y la construcción de un gran parque público de alquiler, que haga
frente a las necesidades de millones de personas que se encuentran sin capacidad
económica para disfrutar de una vivienda a precios de mercado. Este papel
participa de esta última idea ante las distintas posiciones posibles. Sin
embargo, nosotros queremos aportar un punto de vista distinto y adicional al
debate, una visión panorámica que intenta identificar las causas iniciales de
esta crisis que se ha convertido en el principal problema político de nuestras
sociedades
En efecto, se trata de preguntarnos dónde empezó todo, el
porqué de esta fractura social. Varios factores pueden ser las causas de un
problema que está erosionando la legitimidad democrática ante los jóvenes y ante
las oleadas de emigrantes.
Aunque parezca una búsqueda remota, podemos identificar el
origen del aumento de los precios de las viviendas, incluido el precio del
suelo, en dos orígenes principales. Por una parte, el estancamiento secular del
patrón crecimiento económico que configura nuestras sociedades a partir de la
década de los 70. Por otra, y como
consecuencia de la dificultad para buscar inversiones rentables, una expansión
financiera enloquecida que no encuentra perspectivas claras de colocación y que
se ha dirigido hacia activos seguros y a bienes raíces, principalmente la
vivienda. Robert J. Gordon[2],
con la clarificadora reseña del libro por parte de Michel Aglietta[3]
, y Giovanni Arrighi[4]
han tratado con especial calidad estos dos temas: el ocaso del crecimiento y la
expansión financiera que ha avivado la desigualdad y su paralela disminución de
los salarios reales de una gran parte de la población, con la consiguiente concentración
de patrimonios, como ha demostrado Piketty[5].
Ambos elementos son el origen de la especulación inmobiliaria y el trepidante
aumento de los precios de las viviendas y sus alquileres
Gordon identifica el colapso del crecimiento económico en la
disminución de la productividad en los EE.UU. provocada por el fin de la
extensión y maduración de las innovaciones centrales de la Segunda Revolución
Industrial: la electricidad, el motor de combustión interna, el agua corriente
y el alcantarillado, la urbanización, los coches y las grandes emigraciones del
campo a la ciudad, que han producido el mayor crecimiento económico experimentado
por la humanidad. En toda su historia. No obstante, acabado el proceso de
aplicación de esas innovaciones, Gordon afirma que la Nuevas Tecnologías de la
Información (NTI) no tienen el mismo poder de arrastre económico que la Segunda
Revolución Industrial, que ya llegó a su otoño previo al invierno. Ese
agotamiento innovador que significó el descenso del potencial productivo por la
disminución de la demanda ha sido denominado “estancamiento secular” por muchos
economistas y ha supuesto una época llena de turbulencias, que todavía estamos sufriendo.
Arrighi describe en su teoría de los ciclos sistémicos de
acumulación que cuando una civilización material se agota (y la nuestra así lo parece),
surge una enorme expansión financiera que busca nuevos destinos. Esto pasó con
Génova, Ámsterdam y Londres. En estos
periodos la hegemonía de los países centrales se perdió con el surgir de nuevas
economías que supusieron avances económicos alternativos. En nuestro caso, en
esta fase hegemónica de EE.UU., no parece que haya un racimo de inventos que
incremente la producción como en el pasado, y no estamos hablando de los nuevos
países, como China, que se están incorporando al modelo occidental jugando un
papel subsidiario, aunque con vigor y de momento. ¿Ante esta situación de
pérdida de producción potencial de los países desarrollados como han respondido
las empresas y los inversores privados?: colocando sus beneficios y ahorros en
fondos de inversiones seguros (bonos del Estado), fondos especulativos que
están suponiendo el peligro de una nueva burbuja financiera, y, por los que nos
ocupa, en bienes inmuebles.
Tantas ganancias, ¿de dónde vienen, adónde
van?
Pero ¿cómo se ha llegado a que los flujos de dinero
disponible sean de gran magnitud y que se hayan concentrado en una minoría de
personas individuales o jurídicas? La pregunta es importante porque son esos
fondos y rentas que se están dirigiendo a la compra de viviendas y pulsando al alza
sus precios. La solución la podemos encontrar en una historia que comenzó con
la crisis de crecimiento de los 70: los incrementos de productividad han favorecido
a los capas altas y medias de la sociedad (como indica el gráfico 1), donde
podemos ver en el patrón de distribución de los EE.UU. El PIB (que es riqueza
creada) aumentó un 80% desde 1980, mientras que los salarios quedaron casi paralizados.
Este gráfico es la síntesis del objetivo del proyecto neoliberal.
Gráfico 1: productividad y salarios
La fase actual se identifica con la fase de expansión
financiera señalada por Arrighi. Los beneficios obtenidos por las empresas y el
patrimonio acumulado por los más ricos ya no se aplican en su mayoría a la
inversión productiva, sino en gran parte, en activos financieros y en la compra
de bienes raíces, en este último caso como bien especulativo (comprar hoy para
vender dentro de cinco años), o para atesorar ante la falta de alternativas y
alquilar. Esta es la clave de bóveda que sostiene todo el entramado del
incremento de los precios de la vivienda y la caótica situación de especulación
financiera.
Con el fin de recuperar los beneficios de manera diferente a
la tradicional, con la obtención de ganancias vía aumento de ventas de
productos fabricados y sustituyéndolo por la especulación y la obtención de
rentas patrimoniales se ha creado una descomunal desigualdad que hace casi
imposible una demanda solvente para la compra de viviendas a los precios del
mercado. El caso es que existe una montaña de recursos en manos del 25% de la
población que impide que la gente viva una vida digna. Pero todo esto empezó
antes, como señaló Gordon.
Todo empezó al principio: Nixon,
Thatcher, Reagan y algunos más
Todo empezó con la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods
por parte del presidente Nixon que, entre otras consecuencias, supuso la
devaluación del dólar y la posibilidad de fabricar dólares a voluntad para
hacer frente a las recesiones norteamericanas. Esa medida impulsaría, con el
tiempo, la emergencia de nuevos problemas: el incremento del precio del petróleo
ante la devaluación del dólar, que trajo consigo enormes cifras de dólares en
manos de las petroleras y de los países productores. Esta masa monetaria
serviría para la compra de bonos norteamericanos y anda danzando por el mundo adquiriendo,
entre otras cosas, bienes raíces.
Pero como con eso no
resolvía el problema del descenso de los beneficios provocado por el
estancamiento, la gente en el poder, encabezada por Thatcher y Reagan, lanzó lo que se llamó ofensiva neoliberal,
que tuvo tres ejes con grandes repercusiones en la concentración de la riqueza:
el debilitamiento del movimiento sindical, la liberalización de los mercados y
la concepción de las tecnologías de la información para la sustitución
tecnológica de mano de obra en los sectores industriales y de servicios: reorganización
y globalización. El éxito neoliberal, que implicaba aumento de los precios de
la energía, limitación salarial, emisión de moneda sin freno… , inundó el
planeta de billones de dólares en busca de rentabilidad El saldo ha supuesto
que la sociedad se divida entre rentas altas y medias con capacidad de ahorro,
que trabajan en empresas con alto valor añadido (excluyendo al sector público,
que no es poco) y rentas bajas o muy bajas a las pertenecen la inmensa cantidad de pequeñas empresas y
personas del sector servicios, que configuran la mayoría de la gente sin
posibilidad de comprar o alquiler vivienda de manera razonable.
De Nixon a los precios de Aluche, el Raval o el Parque de María
Luisa existe un sutil hilo conductor que hay que romper, si queremos que
vivamos una vida que queramos que merezca la vida ser vivida. Se opondrán todos
aquellos que viven de esta economía rentista, los que quieren sanidad y educación
privada, no pagar impuestos y permanecen indiferentes a los problemas de los
demás. No son pocos.
Resumiendo
·
El
sistema, y su permanente crecimiento de la productividad como motor del
crecimiento, se paró lo largo de la década de los 60 en los EE. UU, que es el
patrón que determina las economías de los países ricos. Los demás han seguido
la crisis inicial del país hegemónico.
·
El
efecto más significativo de este estancamiento económico ha sido el incremento
de la desigualdad desde el comienzo del proyecto neoliberal (que incluye un
nuevo paradigma tecnológico), como respuesta a la crisis de crecimiento
potencial de los 70. La consecuencia de esa estrategia ha tenido un enorme
impacto para las rentas de los trabajadores, que han visto descender sus
ingresos reales y su capacidad de compra, que ya estaba condicionada por el
incremento de precios de los alimentos. Por el contrario, los aumentos de
productividad (suma de beneficios y salarios) han basculado a favor de los beneficios
empresariales y de las clases media y altas de manera sensible.
·
Por
lo tanto, buena parte del ahorro-beneficio se concentra en las rentas más
altas, que ascienden a un 25% aproximadamente, según qué países. Es una masa en
busca de rentabilidad, que no la encuentra en el sector productivo de manera
clara y definitiva. Así que nos encontramos con una ingente masa de dinero en
busca de lucro.
·
Si
consideramos que la propiedad residencial es el mayor activo de capital en la
economía invertible, que supera, con mucho, el valor combinado de las acciones,
la propiedad comercial, la agricultura y silvicultura y todo el oro extraído en
el mundo, nos daremos cuenta de que todos esos fondos procedentes de un sistema
productivo que genera desigualdad se dirigen, en última instancia, hacia la
compra de bienes inmuebles, ya sea como fuente de ingresos o como refugio
especulativo. De ahí a la subida desmesurada de precios hay pocos pasos.
El problema es descomunal y es el
síntoma de un modelo de crecimiento estancado que lleva renqueando muchos años,
y que no se puede abordar aquí. Pero lo que sí tenemos es que ser conscientes de
que en España la demanda potencial de vivienda es de 1,5 millones de hogares y
que en el 2030 será de 2,6 millones. Una perspectiva de esta naturaleza solo se
puede abordar con una actuación a largo plazo, que necesita consenso político
convincente, y que dé un papel dirigente al estado con un plan urbanístico e
inmobiliario que contemple la construcción, adquisición, alquiler, y
rehabilitación de viviendas protegidas, para alcanzar un 30% de vivienda
residencial de carácter social.
Esto solo es posible con una política
fiscal que suministre financiación para este empeño; pero, dada la relación de
fuerzas, y la ideología imperante, parece quimérico este objetivo. Hay que
considerar que, si no se aborda, se vivirá un futuro convulsivo e incontrolable
para las fuerzas políticas tradicionales. No se debe olvidar que nada será
posible sin un cambio estructural y que la desigualdad es la fuente primera de
la especulación inmobiliario y del objetivo rentista de las clases medias. Podemos asistir a acontecimientos que Piketty
ha identificado como previos a la Revolución Francesa. Salvando las distancias,
y vistos los sujetos políticos de esta potencial revuelta, los jóvenes y los
emigrantes, el peligro se ciñe a que el drama sea interpretado por movimientos
reaccionarios, con impactos sociales catastróficos. Por eso, la izquierda, necesita
hacer un enorme esfuerzo de persuasión ideológico que intente modificar el
papel de estado y llevar a cabo un proyecto que estructure nuestras sociedades
de una forma permanente, como albergue de una mayor igualdad y racionalidad urbanística.
Gran y difícil tarea
[1] Banco de España, El mercado del alquiler de vivienda residencial en España:
evolución reciente, determinantes e indicadores de esfuerzo Documentos Ocasionales N.º 2432, 2024.
Universidad de Comillas,
El problema del acceso a la vivienda en España y la reforma del régimen de vivienda de protección oficial
como solución, 2021 TFG-201601233.pdf.
Pedro Salas Rojo, Vivienda y propiedad en España: Las malas políticas y
algunas propuestas* Nada es Gratis, 2024.
Revista Temas, El
derecho a la vivienda, 2024 00-TEMAS-N358_Editorial.pdf
[2] Robert Gordon, The Rise
and Fall of American Growth: The US Standard of Living since the Civil War,
Princeton (NJ), Princeton University Press, 2016.
[3] Michel Aglietta, La desaceleración estadounidense, WWW. NEWLEFTREVIEW.ES 100, Traficantes
de sueños, 2016
[4] Giovanni
Arrighi, El Largo Siglo XX,
Akal, 1999
[5] Thomas
Piketty, El capital en el siglo XI, FCE, 2015
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