1º DE MAYO: MEMORIA, EMPLEO, PRECIOS Y SALARIOS
Para
recordar la historia del 1º de mayo, los sindicatos, como todos los años, han
convocado manifestaciones y concentraciones en calles y plazas -en el 132ª
aniversario de su primera celebración-, donde darán a conocer sus actuales
reivindicaciones. Efectivamente, desde 1890, los sindicatos en el mundo han
venido homenajeando a los mártires de
Chicago, de acuerdo con la resolución que aprobó el Congreso Internacional
Obrero celebrado el año anterior en París (1889), en el que participaron Pablo
Iglesias y José Mesa como delegados españoles. Años antes, el 1º de mayo de
1886, había estallado en EE. UU. la huelga por la jornada de ocho horas (ocho
horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio). Más de 5.000
fábricas pararon y 340.000 obreros salieron a la calle para defender sus derechos
y luchar en contra de unas condiciones verdaderamente infrahumanas (era
frecuente el trabajo de mujeres y niños y las jornadas de trabajo interminables
de
En
Chicago, en la Plaza Haymarket, el 4 de mayo de ese mismo año, se masacró a los
manifestantes que protestaban por esta situación (38 obreros muertos, 115
heridos y 6 policías muertos) y, lo que fue más grave, 4 de sus dirigentes
fueron ahorcados un año después, a pesar de las fuertes movilizaciones
populares convocadas. Uno de los jurados, cuando se le demostró la inocencia de
los acusados, confesó: “Los colgaremos
igualmente. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y
demasiados peligrosos para nuestros privilegios”. Lo más escandaloso de
todo el proceso es que fueron declarados más tarde “víctimas
inocentes de un error judicial” en un juicio celebrado posteriormente en 1893
(Historia del 1º de mayo. Maurice Dommanget).
Las celebraciones del 1º de mayo resultaban
emblemáticas en aquella época y causaban horror a la burguesía, no tanto por el
número de participantes, sino porque aquellas banderas rojas, aquellos líderes
obreros, aquellas masas, rompían el retablo, la organización del Estado, los
moldes, la forma de estar en el escenario político… Más en concreto, el 1º de
mayo representaba la movilización de una clase social contra la burguesía (la
lucha de clases), que se resumía en el eslogan: “es necesaria otra
política”.
La
reivindicación y lucha por las ocho horas duró décadas; a pesar de que el 1º de
mayo fue olvidado, ocultado deliberadamente y desprovisto de todo contenido
social en algunos países e, incluso, en algunos fue prohibido (entre ellos España,
en plena dictadura franquista, donde se transformó dicha fecha en un simple día
festivo de carácter religioso: “San José Artesano”). Por eso, en España hubo
que esperar al año 1978 para celebrar legalmente el 1º de Mayo en defensa de
diversas reivindicaciones elementales, entre ellas la consolidación de las
libertades (políticas y sindicales) y la defensa de la democracia.
Por
lo tanto, solamente teniendo presente lo que ha venido ocurriendo en los últimos
132 años adquiere una total significación este 1º de mayo como Día
Internacional de los Trabajadores; lo que, por lo tanto, reafirma plenamente la
imprescindible unidad de la clase trabajadora (“trabajadores del mundo uníos”) como
el instrumento más eficaz y solidario para combatir la brutal explotación del hombre
por el hombre en un mundo globalizado que ha generado un nuevo subproletariado:
inmigrantes, refugiados, sin techo, sin abrigo, víctimas de explotación sexual,
trabajadoras domésticas, falsos autónomos, trabajadores de muy baja
remuneración en la economía informal...
Desde esas fechas hasta nuestros
días, los sindicatos han conseguido grandes logros y también sufrido importantes
retrocesos e, incluso, fuertes persecuciones en algunos periodos, alternando el
diálogo social, la concertación y la negociación colectiva con las
movilizaciones obreras (huelgas generales). Estas últimas para responder a la
ofensiva de las políticas neoliberales (al amparo de diversas crisis)
encaminadas, sobre todo, a reducir el déficit y la deuda a través de políticas regresivas,
que han generado recesión, desempleo, desigualdad, pobreza y exclusión social. Efectivamente,
los años finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI aparecen como testigos
del fracaso del capitalismo, que es precisamente el que gobierna el fenómeno de
la globalización.
Un fenómeno que ha consolidado la
plena libertad de los movimientos de capital cuyas transacciones bursátiles -la
mayoría de naturaleza especulativa- son realizadas en tiempo real por la
aplicación de los avances tecnológicos en los campos de la informática y de las
comunicaciones. La economía financiera, con sus componentes fuertemente
especulativos, ha dominado el mundo de los negocios sin que los gobiernos ni
las instituciones internacionales hayan sabido ni querido establecer
regulaciones efectivas que evitaran los enormes riesgos de la desregulación de
unos mercados financieros plenamente globalizados. Una economía en la que las
grandes empresas basan su actividad en la generación de valor bursátil en un
entorno de libertad absoluta de movimientos de capitales y en el que los
paraísos fiscales no son combatidos ni siquiera en situaciones extremas.
A esta situación hay que añadir las exigencias de una competitividad sin límites, no suficientemente regulada, que se traduce en el deterioro de las condiciones de trabajo, la precariedad en la contratación, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, la deslocalización de actividades y en un lamentable aumento de los riesgos laborales. Y todo ello se lleva a cabo a sabiendas de que esta competitividad sin límites es una carrera que no se gana. No hay una llegada en la carrera hacia el abismo porque no se puede competir en ningún caso con el trabajo de esclavos. A todo ello ha contribuido, de acuerdo con Tony Judt, la obsesión por la riqueza, el culto a la privatización de los servicios públicos y la elevación del sector privado a nuestra iconografía, así como a las crecientes desigualdades entre ricos y pobres. Y, sobre todo, la acrítica admiración de la desregulación de los mercados, el desdén por el sector público y la quimera de un crecimiento sin límites.
Por eso, en estos
momentos, la respuesta del movimiento sindical mundial es más necesaria que
nunca en un mundo donde se está anteponiendo el interés y la respuesta local al
imperioso principio de la solidaridad internacional. En este sentido, la
Confederación Sindical Internacional (CSI) y
también la Confederación Europea de Sindicatos (CES) tienen un reto mayúsculo
ante la gravedad de la situación económica
y social y la falta de un interlocutor a nivel planetario (gobernanza
global). En concreto, se espera que articulen, a la mayor brevedad posible,
alternativas contra los efectos perniciosos de las políticas de austeridad, la
pandemia y la invasión de Ucrania en el crecimiento económico, el empleo, los
servicios públicos y las políticas sociales; además de perfilar y analizar en
profundidad la centralidad y el futuro del trabajo la digitalización, el cambio
climático (transición energética) y la igualdad de género, entre otros muchos
asuntos.
En nuestro país, CCOO y UGT, en el manifiesto publicado
con motivo del 1º de mayo, se han pronunciado por la paz, en contra de todas
las guerras (África, Asia y Oriente Próximo) y por un orden mundial más justo.
Más en concreto, han manifestado su solidaridad con el pueblo ucraniano y han condenado
la invasión injustificada de Rusia en Ucrania, además de rechazar enérgicamente
el giro histórico llevado a cabo por el Gobierno de España en relación con el
Sahara Occidental y de expresar el apoyo y la solidaridad con la causa noble y
justa del pueblo saharaui.
Los sindicatos también hacen hincapié en el
empleo, en la contención de unos precios claramente abusivos y en el incremento
de los salarios para que los trabajadores no pierdan poder adquisitivo. En
relación con el empleo se afanan en aplicar las medidas acordadas en la última
reforma laboral, sobre todo en lo concerniente a la estabilidad en el empleo
frente a la precariedad extrema de nuestro mercado de trabajo y a la mejora de
las condiciones de trabajo (jornadas abusivas, trabajo intensivo, accidentes de
trabajo…). Al margen de insistir en la protección del empleo (ERTE) y en la
revisión de las causas y los costes del despido para evitar que se utilicen
medios de ajuste lesivos para los trabajadores en las empresas.
En relación con la inflación, UGT y CCOO
denuncian el incremento desorbitado de los precios en España y en la UE -ligado
a la fuerte subida de la energía y de los productos alimenticios-, mientras que
los salarios pactados siguen moderando su subida. Esta circunstancia pone de
manifiesto que los salarios no han contribuido al incremento de la inflación y,
sobre todo, que la subida de precios se corresponde nítidamente con la actitud
de los empresarios de recomponer sus márgenes de beneficios. Por eso, exigen al
Gobierno, a corto plazo, medidas para proteger a las personas más vulnerables,
actuar sobre las causas de la subida de los precios energéticos y lograr un
reparto más equilibrado del ajuste entre todas las rentas, incluyendo en este
reparto los beneficios y dividendos empresariales, así como las rentas del
alquiler inmobiliario. A medio plazo será también necesario reforzar las
medidas que permitan avanzar en la autosuficiencia y, desde luego, en la eficiencia
energética, a través de las energías renovables (eólica y solar) en el camino
emprendido en la UE y en España por una energía más barata y menos
contaminante.
En todo caso, los sindicatos, en este 1º de
mayo, exigen garantizar el poder adquisitivo de los trabajadores y empleados
públicos y, más en concreto, de las familias, pensionistas y dependientes del
SMI. En este contexto adquiere una mayor relevancia la negociación colectiva (sobre
todo la ultraactividad y la prevalencia del convenio de sector sobre el de
empresa), que debería frenar los riesgos que atraviesa actualmente la
recuperación económica, así como evitar la pérdida del poder de compra de los
salarios e, incluso, la potencial conflictividad social. En este sentido, es
imprescindible que todos los convenios contemplen cláusulas de revisión salarial
que protejan los salarios ante un incremento abusivo de los precios sobre lo pactado
en los convenios, a pesar de la fuerte oposición de los empresarios (CEOE-
CEPYME), encaminada a seguir devaluando los salarios, lo que generará una mayor
desigualdad, pobreza (incluso denuncian que existen pobres con empleo) y
exclusión social y, como consecuencia, un reparto regresivo de los costos de la
crisis. Por eso, ante las dificultades para alcanzar un gran acuerdo nacional (sobre
el empleo y la negociación colectiva) entre los interlocutores sociales, los
sindicatos deben prepararse para negociar en las empresas y sectores sin
referencia salarial acordada, convencidos de que, a pesar de su menor proyección
mediática, los convenios, sobre todo los sectoriales de ámbito estatal, tienen
también una relevancia importante, al margen de fortalecer la articulación de
la negociación colectiva y el músculo sindical en los sectores del transporte, la
logística, la producción y los servicios.
En el contexto político, las recetas del PP, y
de su presidente Núñez Feijóo, no ayudarán nada al crecimiento sostenible de
nuestra economía y a las personas más vulnerables. Su reiterada política
económica, encaminada a reducir impuestos (expresamente desaconsejada por el
FMI), se dirige en la dirección contraria y resulta contraproducente para
combatir la inflación, beneficiará, particularmente, a los más ricos y no ayudará
a mejorar el funcionamiento de nuestros servicios públicos muy deteriorados por
las políticas de austeridad y los efectos de la pandemia. Por eso, el Gobierno,
en una fecha tan significativa para los trabajadores, como es el 1º de mayo,
debe reafirmar con contundencia el rechazo a las regresivas medidas fiscales
del PP. Pero, sobre todo, debe ser eficaz en la gestión de las ayudas de la UE,
apostar por la modernización de nuestra economía (digitalización y cambio
climático), mejorar la dotación económica de los servicios públicos (sanidad y
educación) y reafirmar su compromiso de proteger a la España del interior, a la
España mesetaria y profunda y, por supuesto, a los más afectados por la crisis:
pymes, trabajadores autónomos y familias muy necesitadas.
Poderosas razones para que los valores
relacionados con el 1º de Mayo -entre los que destacan la solidaridad y la
centralidad del trabajo en una sociedad democrática- recuperen el protagonismo
debido y sigan siendo una referencia obligada para una izquierda poco movilizada
socialmente en la aplicación y desarrollo de las políticas progresistas en el
plano económico y social. Este es el reto ilusionante que tiene que asumir la
izquierda y, en especial, el Gobierno y los sindicatos, ante unas derechas rancias, sin proyecto, sin
alternativas y al margen de la dura realidad social que, sin embargo, es capaz
de obtener el apoyo de muchos electores descontentos como se ha demostrado
recientemente en Francia.
(Antonina Ramírez, Antonio Sánchez, Gabriel Moreno, Juan Sotres, Antón Saracíbar, Ramón Utrera, Javier Velasco, Pedro Espino)
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