UCRANIA: DE NUEVO LA BALCANIZACION DE UN PROBLEMA.
Hormigas Rojas
Es evidente que la Rusia de Putin no es heredera de los valores
de la Revolución de Octubre, sino del pasado imperial zarista. El ruso de la
calle, y muchos otros exsoviéticos también, recuerdan el pasado de potencia
hegemónica mundial de la URSS, y por tanto viven como una humillación todo lo
acaecido desde la caída del muro. Los países occidentales, que ganaron la Guerra
Fría gracias a la economía, han ido eliminando peones del antiguo poder
soviético, en una estrategia deliberada para impedir el rearme militar y
político ruso, a base de sustraerle aliados y si es posible recuperar el
antiguo objetivo del siglo XIX de fracturar el territorio de la antigua Rusia
-el país más grande del mundo por extensión, y principal poseedor de la mayoría
de las materias primas mundiales-. ¿Guerra de valores? ¿Qué valores?
¿Democráticos? ¿Progresistas? En todo caso imperialistas o nacionalistas.
Para entender Ucrania hay que alejarse del estereotipo
alimentado por los medios manipuladores occidentales de un país oprimido que
lucha por su libertad. Verdad y mentira a la vez; es decir, cada cosa en parte.
Ucrania es un país plural y complejo, con unas fronteras y una historia -los
pueblos que no han tenido estado también han tenido su historia, y en el caso
de Ucrania hay más de un pueblo en su interior, con historias mezcladas
pacífica y violentamente- que no se parecen en nada a las experiencias
paralelas de los países occidentales europeos, mucho más estables y homogéneos.
Un europeo occidental, y sobre todo un español o un inglés, no puede entender
que un ucraniano, como muchos otros eslavos, no sabe con exactitud cuáles son
sus fronteras reales, y como es habitual suele reivindicar el contorno
histórico más amplio posible; lo que suele chocar con la perspectiva del eslavo
de al lado, que hace lo mismo, y que por tanto no es conciliable. Eso si no se
empeña, como suele pasar a menudo por esos lares, en ignorar la existencia de
otras identidades existentes en su territorio y las desprecia. Que es
exactamente lo que están haciendo en Ucrania las dos partes internas del
conflicto, las externas están en otra “guerra”; porque entre otras cosas se
trata sobre todo de una guerra civil. Una guerra civil ignorada
deliberadamente, sobre todo por Occidente, y que puede llevar a una
balcanización del problema.
Aparte de que Ucrania sea la cuna de Rusia, pues allí se creó el
Rus de Kiev, origen de la nación rusa, el territorio actual del país ha sido
morada de eslavos del norte, vikingos, mongoles, turcos, cosacos, tártaros,
otros pueblos túrquicos, polacos, lituanos, bielorrusos, húngaros, moldavos,
rumanos, judíos, etc. etc. etc. Y los territorios de sus asentamientos han ido
variando a lo largo del tiempo. Pero las que sí parece que han sido muy
determinantes en la configuración de identidades, culturas y caracteres en la
zona, han sido las áreas de dominio e influencia del imperio ruso, turco,
polaco-lituano y austrohúngaro, así como lucha de los cosacos desde el siglo
XVI al XVIII. A ello hay que sumar las colonizaciones de territorios, las
migraciones históricas, y especialmente las deportaciones impulsadas durante la
época estalinista, algunas exclusivamente para contrarrestar los sentimientos
nacionales autóctonos y otras como crudo castigo, como lo fue la decidida en
1944 por Stalin de sacar a los tártaros de Crimea y sustituirlos por rusos.
Esa mezcolanza de pueblos no ha sido históricamente pacifica, y
menos durante el siglo XX. La breve existencia de Ucrania como estado
independiente después de la I Guerra Mundial (1918-22) se produce en medio de
una guerra civil en Rusia (1917-23), una guerra soviético-ucraniana (1917-21),
otra polaco-ucraniana (1918-19) y otra polaco-rusa (1919-21); y todas con
grandes pretensiones expansionistas por parte de todos los contendientes. Por
no hablar de las conocidas purgas soviéticas de enemigos políticos, incluidos
los de izquierdas, muy duras en la zona. A todo ello hay que sumar que Ucrania
fue obligada por los bolcheviques a integrarse en la URSS y que el trazado de
las fronteras dejó muchos ucranianos fuera de ella -sobre todo en Polonia- y
muchos miembros de otras comunidades dentro, y lo que es peor muchos
resentimientos por todas partes. Estos resentimientos explotarán más tarde
durante la II Guerra Mundial. En la parte occidental los nazis serán recibidos
como libertadores, y muchos ucranianos formarán bastantes unidades del ejército
alemán, con destacadas intervenciones en la guerra, pero también en la
represión de otros compatriotas de la parte este, y hasta en el Holocausto. En
la parte oriental muchos ucranianos prorusos harán lo mismo en el Ejército Rojo
y pasarán factura en el oeste cuando recuperen el territorio. Los polacos y
otras minorías de los territorios de la Polonia de entreguerras que luego
pasarán a Ucrania o la URSS sufrirán una represión genocida, y serán expulsados
en masa a Siberia durante la guerra o realojados al final de esta en los
territorios sustraídos a Alemania (Silesia y Pomerania) y entregados a Polonia
en compensación por las pérdidas territoriales impuestas por la URSS en el este.
Además, está el Holodomor, la hambruna que a principios de los años treinta
provocó la muerte de varios millones de personas por culpa de la
colectivización forzosa y la requisa de alimentos. Hambruna que los ucranianos
occidentales llevan años intentando presentar como un genocidio calculado y no
como un error monstruoso de una política ideológica desarrollada fanáticamente.
Esta secuela de agravios y venganzas está detrás de las posiciones de
intransigencia y de ignorancia del oponente que se vienen produciendo desde la
independencia del país. Ambas alimentadas desde fuera por intereses
estratégicos imperialistas, y que han acabado por degenerar en una guerra
civil, que empezó hace ocho años sobre todo en el Donbás y que ahora se ha
extendido a todo el país.
Es significativo que esa ignorancia del otro practicada por los
propios ucranianos es practicada cínicamente a su vez por rusos y occidentales
-entendiendo como occidentales todos los implicados al oeste del país,
incluidos especialmente los países exsocialistas con cuentas particulares
pendientes con Rusia-. Tampoco es una buena idea, y nunca lo es, dilucidar una cuestión
tan compleja y delicada como ésta utilizando el resultado de una votación “democrática”
que imponga una solución radical a una minoría, sobre todo cuando ésta es
excesivamente importante. De hecho, se pueden resaltar algunos datos para ver
que la minoría de turno -la prorrusa en el conjunto del país, pero mayoritaria
en muchos oblasts del este y del sur- es demasiado grande para menospreciarla.
Los medios occidentales se volcaron desde el principio con la
revolución naranja y con el Maidán, pero no hablaron prácticamente nada de las
protestas prorrusas posteriores en muchas ciudades durante 2014. El conflicto
del Donbás, que dura ya 8 años, es habitualmente reducido a cuatro radicales y
a infiltrados rusos -discurso muy parecido al que hizo la parte opuesta sobre
la revolución naranja-. Tal vez los 700 mil refugiados de esa guerra sean una
cifra hinchada, o tal vez no; pero si fueran 400 0 300 mil ¿habría que
ignorarlos? En las elecciones de noviembre del 2004, las que se hicieron
finalmente con observadores extranjeros, después de denunciar las anteriores,
Yuschenko -el candidato prooccidental- sacó el 52% de los votos, y ganó
limpiamente; el prorruso Yanukovich sacó el 44%, las perdió claramente. Pero
¿se puede ignorar la realidad de ese 44%? Especialmente cuando más tarde
Yanukovich ganó limpiamente las del 2010. Todos estos hechos conocidos no
obtuvieron casi ninguna repercusión en los medios occidentales. En Ucrania se
hablan dos lenguas, el ucraniano y el ruso y el surzhyk, que es una mezcla de
ambos. Tradicionalmente -incluso antes de la época soviética- el ruso era el
más hablado, ahora lo es el ucraniano. El surzhyk está muy difundido, pero es difícil
saber cuál es la implantación y el papel como lengua materna de cada uno. El
propio presidente Zelenski tiene el ruso de lengua materna. Históricamente el
ucraniano era un idioma de campesinos, las clases altas y educadas hablaban
ruso o polaco dependiendo del poder político de la zona.
Después de medio siglo de relativa calma el enfrentamiento
interno se reproduce cuando en 2014 el presidente Yanukovich (prorruso)
considera que las condiciones del acuerdo negociado con la UE no son muy
ventajosas para el país y quiere compaginarlo con sus acuerdos con la unión
aduanera de Rusia-Kazajistán-Bielorrusia -básicamente precios de amigo en
algunas importaciones-. Rusia le dice que si entra en la UE esas condiciones no
se mantendrán y él se replantea el acuerdo con la UE, lo que provoca las
manifestaciones del Maidán y el proceso subsiguiente de división interna del
país. El problema es que puede que Putin haya calculado mal. Aunque no sea el
único, puede que sea el que peor lo ha hecho. Calculan mal también la OTAN y la
UE invitando a Ucrania a sumarse a sus respectivas organizaciones como
anteriormente hicieran con varios países del Este o exrepúblicas soviéticas;
pues ni el momento es el mismo, ni la proximidad con Rusia es la misma, ni la
debilidad de ésta es la misma. Calculan mal los países del Este que piden una actitud
más firme, pero ocultan un revanchismo latente. Calculan mal los ucranianos pro-Occidente
porque sobrevaloran la implicación de los EE.UU. y sus aliados europeos.
Calculan mal los ucranianos prorrusos que sobrevaloran la fuerza de Rusia.
Putin y la gran mayoría de los rusos son más nostálgicos del
poder zarista que del soviético, del que añoran más su poder político y militar
que sus valores socialistas. Para ellos la desmembración de la URSS es un drama
nacional histórico que hay que corregir. A pesar de su escaso peso económico la
Rusia de Putin se empeña en ejercer un papel de gran potencia militar
internacional amparada en un nivel de gasto militar exagerado para sus posibilidades.
El regalo surrealista de Crimea por parte de Kruschev en 1954, a pesar de que
apenas un 10% de su población era ucraniana, sólo se explica porque nunca se
pensó que Ucrania podría llegar a independizarse. Aun así, el error fue
corregido a la rusa. La posible instalación de fuerzas militares y de misiles
nucleares de largo alcance que conllevaría la entrada en la OTAN de Ucrania, en
un contexto de retirada de los acuerdos de limitación de los sistemas de
misiles nucleares (SALT 2) y de abandono de los de reducción armamentística
convencional -proceso iniciado por EE.UU. en el 2002- recuerdan inevitablemente
la crisis de los misiles del 62 a la inversa, y no pueden ser valorados de otra
manera desde un punto de vista de elemental reciprocidad o del nuevo concepto
acuñado en la política internacional de “seguridad compartida”.
Pero sobre todo Putin ha planteado mal la estrategia y ha
calculado mal sus fuerzas y sobre todo las posibles reacciones. Ha intentado
iniciar una guerra a base de “faroles” de póker que pretendían intimidar a los
adversarios. Ha acertado en que la OTAN no se movilizaría en defensa de
Ucrania, pero ha evaluado mal el alcance de las sanciones económicas, que él
esperaba similares a las de anteriores crisis. Las operaciones militares de los
primeros días muy limitadas y quirúrgicas, que buscaban sólo destruir las
instalaciones de detección aérea, junto con los bombardeos selectivos
intimidatorios sólo pretendían mostrar su
capacidad de infligir daño, provocar el pánico en la población civil, lanzar
una advertencia a Occidente sobre su determinación y finalmente la rendición
política del gobierno ucraniano, cediendo a los objetivos declarados del
Kremlin: Renuncia a la entrada en la OTAN y en la UE, neutralidad internacional
del país, y equiparación política de la mitad prorrusa del país; esto es,
admitir el tutelaje político de Ucrania.
A medida que el gobierno de Kiev resistía y Occidente
radicalizaba su reacción, Putin elevó la apuesta aumentando la importancia de
las operaciones militares, haciendo más daño y a la vez visualizándolo más, y
elevó el tono de sus demandas exigiendo la desmilitarización del país. Porque a
pesar del despliegue de los medios internacionales, que a fin de cuentas le
beneficiaba, y el de la propaganda occidental y del gobierno ucraniano, el
objetivo nunca fue la invasión y la ocupación de todo el país. Dado que esta
era una alternativa demasiado compleja, difícil de lograr y costosa desde todas
las perspectivas; sobre todo imposible de mantener en la parte occidental del país,
y de imprevisibles consecuencias.
Putin puede ser un megalómano, pero no es tonto. Pero cuando los
faroles no funcionan, o se retira uno o eleva la apuesta, y él parece haber
optado por lo segundo, entrando en una guerra de verdad, o al menos en
operaciones militares por encima de lo previsto. No está claro que el gobierno
ucraniano esté ahora más dispuesto a ceder, ni tampoco en qué cosas; no ha
habido levantamiento interno amigo, incluso una parte importante de los prorrusos
parecen haber desaprobado la intervención y puede que hasta hayan encontrado su
vena patriótica; por lo cual podría verse abocado a fracturar y seccionar una
parte del país. Esto aparentaría una victoria militar y política rusa, pero sería
una derrota total de sus objetivos, porque daría vía libre a la parte ucraniana
occidental hacia todo lo que él pretendía evitar. Además, internamente han
surgido entre la población rusa demasiados posicionamientos contrarios a la
guerra; y sobre todo entre los oligarcas, cuyos intereses se están viendo muy
afectados por las sanciones económicas, y cuya capacidad de presión interna
puede ser muy importante. La OTAN puede que no incorpore un nuevo miembro, si
no entran finalmente Finlandia o Suecia, pero militarmente se va a fortalecer,
y los presupuestos de defensa está claro que van a aumentar en muchos países
europeos.
El aislamiento de Rusia con el que amenazan las potencias
occidentales va a funcionar a medias, al menos a medio y largo plazo. En el
mundo están surgiendo otros actores y el peso de Occidente no es el del siglo
XX, Rusia lo sabe y lleva tiempo jugando esas cartas. Además, el propio
Occidente no suele mantener esas campañas cuando están en juego algunos de sus
propios intereses económicos. Ya ocurrió con China después de Tiananmen. China
no ha condenado el ataque ruso y ha calificado las sanciones económicas como
ilegales. La resolución condenatoria de la ONU sólo tuvo 5 votos en contra,
pero atención a las 35 abstenciones.
Otro escenario aún peor, preocupante para todos, pero también muy
posible, sería la balcanización del problema en algunas regiones, no sólo en el
Donbás. Incluso en el cumulo de la irracionalidad e intransigencia mutua no es
descartable el escenario extremo de una partición de Ucrania “a la alemana” con
el rio Dniéper como frontera. Eso llevaría a una Ucrania en la OTAN y otra
satelizada o absorbida. Pero ¿a quién beneficiaria esa salida? Casi todas las
partes han tomado decisiones irresponsables en los últimos años, no desde el
punto de vista de la ética o la justicia, sino del realismo y la sensatez. No
hay lugar para la ética o la justicia cuando están en juego intereses egoístas.
La salida de esta tragedia pasa por contar la verdad y no medias
verdades, reconocer la realidad ucraniana tal cual es y no como cada parte
quiere ver, no ignorando ni menospreciando a ninguno de los afectados,
renunciando a soluciones militares; y una vez más negociando y cediendo los de
dentro. Los de fuera acogiendo a todos los refugiados sin distinción de ninguna
clase, apoyando medidas pacificadoras y no jaleando la guerra o con iniciativas
que conducen al enfrentamiento. Los refugiados de una y otra parte, las
victimas presentes y futuras, están ahí, esperando.
(Antonio Sánchez, Gabriel Moreno, Antonina Ramírez, Juan Sotres, Antón Saracíbar, Ramón Utrera, Javier Velasco, Pedro Espino)
Todo eso está muy bien, perio la violencia hasta la muerte de los niños es tan cruel que nadie puede aducir razones a favor de tal monstruosidad sin contemplar sus manos llenas de sangre. ¡Vivan las mil razones aducibles para justificar semejantes crímenes! Pero no dejarán de ser lo que son: repugnantes, pûtridos, asquerosos e inhumanos putocrimenes.
ResponderEliminarNo cuestionamos la violencia de la muerte de los niños, sino que sólo se cuenten los niños de un lado. No justificamos ningún tipo de crímenes, sólo queremos indagar en las causas para evitar que se produzcan, vengan de donde vengan.
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