Malditos libertadores

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Antonio Sánchez Nieto




Forma parte indiscutible del mito fundacional de las naciones iberoamericanas que la fuente de todos los males que les afligen radica en el origen hispano de su conquista y colonización. Esta tesis libra en gran parte de su responsabilidad a las elites actuales que se presentan como victimas inocentes de un fatalismo histórico insuperable. Las izquierdas tradicionales nunca se han atrevido a combatir abiertamente lo que saben es un mito y tampoco parece que las corrientes indigenistas vayan a enfrentarse a lo que ya forma parte del “sentido común”.

La publicación de un ensayo que tenga por objetivo desmitificar el papel de los fundadores de la patria es cosa rara, y más si el autor es nicaragüense de izquierdas y, por ello, más cercanamente afectado por las teorías antiimperialistas.

Acabo de leer “Malditos libertadores”, de Augusto Zamora, un digno pero apasionado panfleto (en el sentido digno de texto político de batalla) que denuncia la “actitud patriótica” de una izquierda hispanoamericana (él utiliza este adjetivo) incapaz de desligarse de los padres fundadores independentistas, esencialmente oligarcas. Es eficaz describiendo una verdad evidente pero poco difundida: los libertadores, desde el inicio de la independencia, eran conscientes de que pasarían a depender del imperio británico y que esa dependencia beneficiaria los intereses de la oligarquía de la que formaban parte.

Pero, en su obsesión por deshacer el mito de que el modelo imperialista anglosajón es “superior” al hispano, el autor cae innecesariamente en el estúpido debate entre leyendas negras y blancas sobre la colonización española descentrando, con un enfoque historicista de comparación de civilizaciones, lo que es un claro problema social de relaciones de clase. Ocultando la naturaleza social del problema se aligera a los oligarcas actuales de su responsabilidad en el lastimoso estado social de Iberoamérica.

Aunque haya elegido el relato histórico como forma literaria, este texto es esencialmente político. Y eso disculpa ciertas carencias, la más importante su excesivo enfoque ético que, a veces, cae en una ingenuidad imperdonable, de la que voy a exponer cortos ejemplos.

-Defiende que las elites fundacionales anglosajonas fueron más patrióticas que las hispánicas. La comparación es inútil. Mas útil habría sido cuestionarse por qué las oligarquías independentistas no se plantearon convertirse en capitalistas autóctonos y se resignaron a un modelo extractivo y de subordinación al imperialismo inglés primero y yanki después. Creo que es una cuestión de incentivos materiales y los oligarcas sudamericanos no tenían los suficientes como para desear un cambio. Una economía extractiva, asentada en el sector primario y la exportación, determina unas elites extractivas, primarias y apátridas. Unas elites que se educaban en las universidades inglesas y francesas y ahora en las yankis, estableciendo intereses y matrimonios que conforman una clase poco vinculada a los destinos de la mayoría de sus compatriotas. En claro contraste, los intereses de los burgueses norteamericanos dependían del desarrollo de una nación que era su mercado. Por eso necesitaban una nación (mercado) próspera.

-Insinúa que la independencia fue prematura. Es ley universal que cuando el centro no tiene suficiente poder de atracción se impone la fuerza centrífuga.  Los criollos esperaban poco de la metrópoli, en plena decadencia económica, política y social. Su opción independentista era racional.

-Afirma que España había entrado en el siglo XVIII en un programa de reformas que la convertía en una potencia moderna. Y es cierto que se había iniciado un proceso reformista…que había casi desaparecido a comienzos del XIX.

-Curiosamente casi omite el factor tiempo en el análisis del retraso económico y social de Iberoamérica. Por ejemplo, la colonización española comenzó en el siglo XVI cuando agonizaba la Edad Media y pervivían sus valores ultra religiosos. Los reyes estaban encadenados a valores medievales como la imposibilidad de esclavizar a sus súbditos, la intolerancia religiosa, etc.… mientras los imperios inglés, francés y holandés se formaron en el siglo XVIII, cuando la política era laica, las ideas racionalistas, la economía mercantilista y esclavista, y ya estaban en pleno rendimiento las sociedades anónimas, magnifico instrumento para crear riqueza y limpiar conciencias.

-Su glorificado siglo XVIII supuso un innegable avance de la civilización…siempre que tengamos en cuenta que la mayoría de los hombres estaban y permanecieron excluidos de derechos.  Para los mejor dotados, los cambios que se produjeron en la economía y comercio, tanto con el mercantilismo como con el libre comercio, supusieron la apertura de grandes oportunidades de enriquecimiento. Para los desheredados, la inmensa mayoría de la Humanidad, la ruptura del contrato social estamental supuso un aumento del desamparo y la pobreza.

Sobran indicios que apuntan al empeoramiento de las condiciones de vida de los indios, lo que explica que levantamientos como los de Tupac Amaru fueran más frecuentes que en el siglo XVII. Modernidad y justicia son dos términos que, a veces, se repugnan.

En mi opinión, no logra explicar suficientemente que, si bien la historia es un factor que influye en la existencia de las oligarquías actuales, de ninguna manera puede ocultar el hecho de que doscientos años después, la actual situación se debe al fracaso de las luchas sociales para enmendar la situación.

Resumiendo: aun considerando que el ensayo adolece de carencias analíticas y literarias, merece la pena ser leído, no solamente porque el exuberante comportamiento de las elites sudamericanas no ha diferido demasiado del más discreto de las de nuestro pais (afortunadamente España forma parte de Europa, dentro de un camino donde se comunicaban y comunican corrientes culturales y comercio de todo tipo. Sin embargo, América del Sur siempre fue, a todos los efectos, una isla). Además, porque su historia sigue siendo desconocida por el común de los españoles, cosa que lamentablemente no ayuda a la integración de la corriente migratoria actual.

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