LOS SINDICATOS EN LA ENCRUCIJADA
Hormigas Rojas.
En este contexto, no es extraño que el
pasado día 11 los sindicatos dieran un toque de atención al Gobierno al movilizarse en torno a sus delegaciones
territoriales (bajo el lema: “Ahora sí Toca”) y difundieran sus demandas a través
de los medios de comunicación y de las redes sociales. CCOO y
UGT han exigido de nuevo -recogiendo la
creciente demanda social- el incremento del SMI, medidas para garantizar la
sostenibilidad de la Seguridad Social (SS) y mantener el poder adquisitivo de
las pensiones, además de derogar las últimas reformas laborales, sobre todo la
promulgada por el PP.
En relación con las pensiones, los sindicatos han recordado
que este año se cumplen 10 años del Acuerdo
firmado en el año 2011 entre el Gobierno y los interlocutores sociales sobre
las pensiones. Un Acuerdo (actualizado
y mejorado) que los sindicatos quieren recuperar y poner en valor como ejemplo de consenso frente a la reforma
unilateral de las pensiones del PP (año
2013), que golpeó al índice de
revalorización de las actuales pensiones e impuso el factor de sostenibilidad con la pretensión de recortar el poder
adquisitivo de los futuros pensionistas. Junto a esta iniciativa, han reiterado
también su decidida voluntad de negociar con el Gobierno el desarrollo de las
últimas y esperanzadoras recomendaciones del Pacto de Toledo.
En este sentido, la UGT y CCOO han manifestado que no aceptarán, en ningún caso,
reformas que signifiquen en la práctica “recortes” para los futuros
pensionistas. Por eso han criticado duramente la propuesta del ministro José
Luis Escrivá de ampliar el periodo de cálculo de las pensiones de 25 a 35 años
o la intención de penalizar a las trabajadores (futuros pensionistas) que se
vean expulsados del mercado de trabajo contra su propia voluntad. Los
sindicatos insisten en que el problema de la SS es la falta de ingresos y no el
gasto. La UGT, en concreto, recuerda que en España el gasto en pensiones no
llega al 10% del PIB, cuando Alemania gasta el 13%, Francia el 14% e Italia
supera el 15%. Por eso hacen mucho hincapié en la separación de fuentes (la SS
no puede hacerse cargo de gastos impropios que corresponden al Estado), en superar
la precariedad en la contratación y aumentar los salarios (lo que incrementaría
notablemente los ingresos a la SS), además de recurrir, en último término, y si
fuera absolutamente necesario, a los Presupuestos Generales del Estado.
Estas medidas exigen una política fiscal más justa donde
prevalezca la lucha contra el fraude, la
evasión fiscal y la economía sumergida, con el propósito de equiparar a España
(6,2% del PIB por debajo), en ingresos fiscales, a la media europea. Además de
abordar una reforma fiscal en profundidad que frene el desarme fiscal que
propugnan las derechas y tenga en cuenta la necesidad de potenciar los
impuestos directos (rentas y patrimonio) sobre los indirectos (el IVA lo pagan
todos los ciudadanos por igual al margen de sus ingresos y patrimonio); equiparar las rentas del capital a las del
trabajo; aumentar el IRPF a las rentas más altas; fijar un mínimo en el
impuesto de sociedades; aplicar el impuesto a las transacciones financieras;
evitar el dumping fiscal entre CCAA y la confrontación de éstas con el Estado
(patrimonio, sucesiones y donaciones); revisar a fondo las bonificaciones, exenciones
y deducciones fiscales; establecer una ambiciosa fiscalidad verde y medioambiental…
Los sindicatos han recordado también que se cumplen en este
mes nada menos que nueve años de la “extremadamente agresiva” reforma laboral
del PP (2012). Aprovechando este aniversario han vuelto a exigir su derogación
y la modificación en profundidad de la legislación que regula nuestro mercado
de trabajo, muy condicionado por el desempleo, la precariedad, la temporalidad,
la baja protección social y los bajos salarios. Además de restablecer el
equilibrio de fuerzas entre los interlocutores sociales, lo que obliga a
potenciar la negociación colectiva tanto en su extensión como en sus contenidos
y a recuperar la ultra actividad de los convenios y la prevalencia del convenio
sectorial sobre el de empresa.
Las movilizaciones y el quehacer sindical en respuesta a la
difícil situación sanitaria, económica y social están coincidiendo con los
debates previos a los Congresos confederales que celebrarán la UGT (18 a 21 de
mayo) y CCOO (21 a 23 de octubre) en el
presente año. En los congresos se analiza la gestión pasada y se eligen a los órganos de dirección del
sindicato. Sin embargo, lo más relevante siempre es reflexionar sobre el
trabajo sindical a desarrollar en los próximos años y fijar sus prioridades a
partir de dos principios elementales: defender el internacionalismo obrero y,
en coherencia con ello, fortalecer el alicaído movimiento sindical
internacional -como la respuesta más eficaz a los perniciosos excesos de una
globalización desregularizada-, participando activamente en la
Confederación Sindical Internacional
(CSI) y en la Confederación Europea de Sindicatos (CES). Además de trabajar a
fondo para garantizar la centralidad del
trabajo en un contexto democrático y analizar en profundidad el futuro del trabajo y, por lo tanto, el
papel de los sindicatos en los próximos años. Debemos reafirmar que no estamos
ante el fin del concepto del valor trabajo: trabajo fluido, disperso, intensificado,
desregularizado, sobre bicicletas…; pero, en definitiva, trabajo.
Tampoco debemos olvidar que la actual revolución digital
(economía del conocimiento) y la comunicación en tiempo real en un mundo
globalizado (los grandes datos en diversos formatos se han convertido en un
nuevo factor de producción del que las empresas obtienen fuertes beneficios),
se encaminan a instaurar la fábrica inteligente (robotizada) y a potenciar la
movilidad y el transporte (eléctrico y automatizado), lo que ya es considerada
como la cuarta revolución industrial.
Por eso, es imprescindible que los sindicatos participen activamente en estos
procesos -para garantizar una transición justa-
encaminados a digitalizar toda la economía y reactivar la industria, los
transportes, la agricultura y los servicios con el propósito de alcanzar un
mayor crecimiento sostenible en un mundo
globalizado. Todo ello al margen de que los sindicatos participen -a partir de
las enseñanzas de la Pandemia- en los
proyectos de la UE relativos a la digitalización y a la lucha contra el cambio climático
(transición energética e impulso al denominado empleo verde).
A partir de esta reflexión general, que condiciona también
nuestro presente, los sindicatos deben abordar dos asuntos relevantes: la
política organizativa y la política o estrategia sindical. La política
organizativa debe propiciar la racionalización y adecuación digital de las
estructuras (evitando los saltos en el vacío y los riesgos de burocratización),
impulsar el proselitismo para aumentar la afiliación de los trabajadores (sobre
todo en las pequeñas empresas muy poco sindicalizadas) y fomentar la
participación, el debate y la democracia interna. Además de impulsar la integración
generosa de colectivos específicos con muy escasa presencia en el movimiento
sindical: parados, precarios, pensionistas, inmigrantes, “riders”, “kellys”…
La segmentación de los trabajadores, la reducción del tamaño
de las empresas, la externalización de la producción, la coincidencia de
multitud de trabajadores de diferentes sectores en un mismo lugar de trabajo
como polígonos industriales, centros comerciales o industriales como puertos o
aeropuertos, obligan a implantar secciones sindicales que den servicio a todos
los sectores de actividad para que el trabajador no abandone por dificultades
para encontrar su sección sindical donde exponer sus preocupaciones o necesidades.
También los sindicatos
deben aspirar a aumentar su representatividad para incrementar su capacidad de
presión (“amenaza creíble”) y de negociación colectiva, en busca del equilibrio
de fuerzas con los empresarios (“hacer músculo”). A todo ello debe contribuir
de manera decisiva la recuperación de la formación sindical de cuadros y delegados
(en aparente retroceso), que ha sufrido muchas contrariedades en los últimos
años ante las políticas antisindicales interesadas e, incluso, ante algunas
malas prácticas cometidas por los propios sindicatos. La formación de cuadros
es inalienable en este nuevo mundo que está surgiendo con un incremento inmenso
de tecnologías muy poderosas que robotizan, reducen el tamaño de las fábricas,
desregulan los horarios tendiendo actualmente a una sociedad abierta las
veinticuatro horas para alcanzar de nuevo el equilibrio de poder. La clase
obrera no puede estar sometida a los dictados del Capital sino que debe de
mostrar una potencia equivalente. Por tanto, esta formación no puede ser sólo
teórica, sino que debe forjarse, además y principalmente, en la lucha sindical.
Igualmente es imprescindible el estudio constante de las tendencias económicas
de los diferentes sectores productivos para adelantarse a los problemas
buscando soluciones favorables a la clase trabajadora.
Por último, los sindicatos deben reforzar, aún más si cabe,
el control, la transparencia y la autosuficiencia de su tesorería, fortalecer su
presencia en los medios de comunicación y en las redes sociales encaminada a potenciar
la difusión de sus estrategias sindicales y, desde luego, los servicios que
prestan a los afiliados, particularmente los gabinetes jurídicos que son los
que más demandan las secciones sindicales, los comités de empresa, los
afiliados y los trabajadores en general.
En relación con la acción sindical, los sindicatos deben
concretar sus propuestas en el mercado laboral: trabajar prioritariamente para reducir
el desempleo, modificar y modernizar la legislación laboral, facilitar el
cambio de nuestro modelo productivo, eliminar la escandalosa precariedad en la contratación, proteger la salud en el
trabajo, mejorar las condiciones de trabajo y las retribuciones de los
empleados públicos, fortalecer la
negociación articulada desde el sector a la empresa, además de repartir mejor
el trabajo existente para incorporar a los jóvenes al mercado de trabajo e impulsar
su desarrollo integral. Finalmente deben reflexionar también sobre cómo mejorar
su escasa participación en las empresas (democracia
económica) y, desde luego, analizar su presencia y eficacia en las
instituciones del Estado, sobre todo en las encargadas de la intermediación en
la contratación laboral y en la formación profesional de los trabajadores.
En todo caso, los sindicatos, en sus congresos, deben
reafirmar la unidad de acción
sindical, sobre todo en el ámbito de la negociación colectiva y de la
concertación social. También deben defender su autonomía sindical, incluso con gobiernos considerados como progresistas.
Lo que no debe ser un obstáculo para hacer política: defender el Estado de
bienestar y apostar por la justicia social, el rearme a fondo de lo público y la progresividad fiscal, en detrimento de los populismos y de los defensores de las
ideas de corte neoliberal.
Sin duda, los sindicatos se encuentran en una difícil
encrucijada ante el creciente malestar social y el deterioro que sufren los más
débiles. No lo tienen nada fácil; por eso deben estar preparados para
participar en las previsibles movilizaciones sociales en respuesta a la
terrible situación sanitaria, económica y social y la fuerte presión que
ejercen los poderes fácticos y algunos medios de comunicación para que todo
siga igual: que los trabajadores sigan pagando de nuevo los costos derivados de
la Pandemia. Fuerzas muy poderosas
que consideran el hecho sindical como algo irrelevante y del pasado: “organizaciones
arcaicas ancladas en la revolución industrial”.
Una buena razón para que los sindicatos potencien su organización
y practiquen una acción sindical más ofensiva -en contacto permanente con los
jóvenes y colectivos emergentes-, para defender con eficacia los intereses de los
trabajadores, como ya sucedió en el pasado, al grito de “Organización o
Muerte”. En aquel entonces (y ahora), la máxima expresión de la organización en
defensa de la causa obrera fueron (y
siguen siendo) los sindicatos. En todo caso, son imprescindibles mientras
subsista la explotación del hombre por el hombre y, además, su activismo
sindical nos remite a una historia épica -y centenaria- cargada de ilusiones,
esperanzas y utopías -con avances y
retrocesos- y con la certeza de que en el futuro el trabajo sindical nos
reportará logros que hoy nos parecen lejanos.
17.02.2021.
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