EL FANTASMA DEL FASCISMO (1/2)

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Antonio Sánchez Nieto 

 

"El fascismo siempre nace de las cenizas de las revoluciones fracasadas". (Cita atribuida a Walter Benjamín)

 

La derrota de los imperios alemán y austriaco en 1918 provocó una cadena de revoluciones obreras en toda la Europa central y oriental, desde Alemania a Hungría, que terminaron en derrotas salvo en Rusia. Esos fracasos permitirían pronto la toma del poder de regímenes autocráticos que terminarían, en la década de los treinta convirtiéndose en dictaduras simpatizantes de Hitler o abiertamente fascistas.

 El triunfo de la Revolución rusa en 1917 provocó el pánico en las clases dirigentes europeas que se enfrentaban a la aparición de la única revolución social triunfante (en la Revolución francesa los jacobinos gobernaron solo dos años). Habían desaparecido los tres grandes imperios y las masas habían entrado en la lucha política (la publicación de La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, en 1929, refleja la ansiedad de los conservadores ante la aparición del hombre masa. Este temor a la irrupción de las muchedumbres en la lucha política queda magistralmente descrito en Masa y Poder del premio nobel, búlgaro y sefardí, Elias Canetti).

 La reanudación de la guerra (entre 1918 y 1939 lo que realmente ocurrió fue una tregua en un conflicto, que comenzó en 1914 y terminó en 1945, al que muchos historiadores denominan la segunda Guerra de los Treinta Años, tendría los mismos actores, pero su naturaleza ya era distinta. Aunque frente a Francia y el Reino Unido el conflicto mantenía su naturaleza nacionalista, el antibolchevismo, junto a la expansión hacia el este en busca de su espacio vital, introdujo un elemento ideológico racista que aportó una crueldad sin límites. 

 La mera cronología de los acontecimientos desvela la naturaleza reaccionaria de los movimientos dictatoriales, pronto convertidos al fascismo, en Europa:

  • Agosto de 1919. Tras el fracaso de la República Soviética de Hungría tomó el poder el almirante Horty, con el título de regente de una monarquía sin monarca.
  • Agosto y septiembre de 1921. Huelgas generales y ocupaciones de fábricas por los obreros en Italia. Octubre de 1922, Marcha sobre Roma de Mussolini con el apoyo de la monarquía, el ejército y los grandes industriales.
  • Junio de 1923. Golpe de estado militar en Bulgaria.
  • Septiembre de 1923. Golpe militar en España e instauración de la dictadura de Primo de Rivera con el apoyo de la monarquía, el ejército y los poderes económicos.
  • Mayo de 1926. Golpe de estado de Pilsudsky en Polonia.
  • Mayo de 1926. Golpe de estado del general Gomes da Costa en Portugal.
  • Enero de 1929. Golpe de estado del rey Alejandro en Yugoslavia.
  • Diciembre de 1932. Lituania se convierte en dictadura.
  • Enero de 1933. Hitler toma el poder en Alemania.
  • Marzo de 1933. Golpe de estado de Dollfus en Austria.
  • Octubre de 1934. Fracaso de la revolución de Asturias. 
  • Julio de 1936. Golpe de estado fracasado en España que se convierte en guerra civil.
  • Agosto de 1936. Golpe de estado del general Metaxas en Grecia.

 Solamente en la Alemania de la República de Weimar, después de los fracasos revolucionarios, se mantuvo vivo el régimen parlamentario liberal sostenido por el Partido Socialdemócrata y otros pequeños partidos agrarios católicos hasta la toma del poder por los nazis.

 

 Nacimiento del fascismo

 El fascismo nace en Italia como reacción frente a la Revolución soviética de 1917 y al bienio rojo (levantamiento mediante huelgas generales de obreros y campesino) y contra los gobiernos liberales y socialdemócratas de la posguerra. La posguerra había dejado millones de muertos y mutilados de guerra en el contexto de una grave crisis económica que produjo desapego con unas elites liberales que les habían conducido al desastre y a una victoria mutilada.

 Su fundador fue Benito Mussolini, un antiguo dirigente del Partido Socialista (que mantuvo una posición ambigua al comienzo del conflicto) del que fue expulsado por su entusiasmo belicista durante la Primera Guerra Mundial. El 23 de marzo de 1919, en una reunión en Milán con 120 seguidores se formaron los Fasci Italiani di Combatimento. Constituían el grupo una mezcla de futuristas, veteranos de guerra que se sentían traicionados, sindicalistas antibolcheviques, antiguos socialistas, nacionalistas..., que elaboraron un programa confuso y contradictorio, donde se proclamaban revolucionarios anticapitalistas y antisocialistas, antimonárquicos, defensores de la propiedad y de la intervención del Estado en la economía, partidarios del voto universal... Si bien este totum revolutum ideológico, que se autodefinía como "tercera vía", variaba según las circunstancias, su praxis fue siempre clara: la toma del poder utilizando la violencia.

 Obsesionados por la acción, de inmediato se organizaron en una milicia armada, los camisas negras o  squadristi, con la que agredir a sindicalistas, huelguistas y socialistas ganándose con ello el apoyo financiero de los grandes propietarios industriales y agrícolas. Pronto se convirtieron en el segundo partido de masas, tras los socialistas, y en octubre de 1922 el Rey entregó el poder a Mussolini tras la Marcha sobre Roma. En 1925, ya consolidado el duce en el poder, abolió el Parlamento y asumió todos los poderes. En el bienio 1925-26 disolvió los partidos políticos y los sindicatos, anuló la libertad de prensa, instituyó la pena de muerte para determinados delitos políticos y creó un tribunal especial para desterrar a enemigos políticos. En ese bienio integró a los camisas negras en la policía y puso fin a la revolución social anunciada en sus orígenes (en mi opinión, el mejor relato de aquella época es la película Novecento). 

 Muy pronto, este movimiento se extendió por toda Europa, creándose partidos nacionalistas que, con las diferencias impuestas por su entorno, tenían en común los siguientes elementos que definen su ideología: 

  • Antimarxismo.
  • Nacionalismo exacerbado.
  • Antiliberalismo. Consideraban a los gobiernos liberales demasiado débiles frente al marxismo.
  • Militarismo. 
  • Liderazgo carismático.  El hombre providencial (duce, Führer, caudillo...) establece una relación directa con el pueblo, convirtiendo en innecesaria la intermediación de las instituciones representativas de la sociedad civil, como los partidos políticos, sindicatos, etc.
  • Control de los medios de comunicación.
  • Empleo del terror.
  • Racismo, generalmente antisemita. 
  • Totalitarismo. El individuo está al servicio del Estado.
  • Control de los medios de comunicación.

La importancia relativa de cada uno de estos factores variaba según tiempo y lugar. Por ejemplo, el antisemitismo tuvo poca importancia en los primeros años del fascismo italiano, pero se aplicó masivamente durante la guerra como importación ideológica de sus aliados nazis. O en el caso español la inexistencia de judíos y nacionalistas provocó una endemia, el nacionalcatolicismo, inexistente en el resto del fascismo europeo, esencialmente laico. 

En lo económico planteaba, como movimiento revolucionario de masas, que la economía estaba al servicio del Estado y aplicó una política intervencionista buscando la autarquía a través de la formación de monopolios y conglomerados industriales.  

 Naturalmente, todo partido de masas necesita de un programa social que las movilice y en aquellos momentos no podía ser el de las elites que los había llevado a la matanza. Por tanto, recogieron muchas reivindicaciones tradicionales de los socialistas condicionándolas, eso sí, a los superiores intereses del Estado. Al prohibir el marco de la lucha de clases (derecho a la negociación colectiva, organización en sindicatos y partidos, derecho de huelga...) las conquistas sociales se convierten en concesiones otorgadas haciendo innecesarias las instituciones representativas como sindicatos y partidos. Estos aspectos populistas de su ideología nunca inquietaron a las elites empresariales (teóricamente liberales que siempre tuvieron claro que la praxis fascista beneficiaba sus intereses por lo que, además de financiar su nacimiento, mantuvieron una alianza explícita cuando alcanzaron el poder. Esos liberales jamás dudaron en utilizar la mano de obra esclava de los campos de concentración o de la población de los territorios del Este durante la Segunda Guerra Mundial. Su apoyo social provenía de amplios sectores de las clases medias urbanas (excombatientes, tenderos, oficinistas, médicos, rentistas, artesanos...) y rurales (fuera de Alemania, parte de Checoeslovaquia, algún núcleo en Austria y el oeste de Europa, el proceso de industrialización estaba en sus orígenes y la mayoría de la población era campesina) que tradicionalmente votaban a partidos conservadores. El pánico al caos atribuible a la revolución los entregó al fascismo. 

 Frente a las masas que se movilizaban por intereses materiales, de clase, dividiendo a la sociedad en explotadores y explotados, los fascistas se inventaron un ente mítico y místico, el pueblo (nación, folk, Volk, popolo...) que delegaba todo el poder a un caudillo providencial. Mientras el concepto clase tiene un ámbito universal, inclusivo, que no reconoce fronteras, el Volk es supremacista y excluye a los no pertenecientes a una raza o cultura.

Mientras el socialismo sitúa la utopía en un futuro que se alcanza mediante el progreso, el fascismo mitifica una edad de oro, de pureza racial, situada en el pasado que trata de reconstruir en el presente. Para los nazis esa edad dorada se sitúa en la Edad Media de la Orden Teutónica, para los fascistas italianos en el Imperio romano, para los falangistas en la Reconquista...

 El culto a la violencia varonil es un elemento patológico del fascismo. Benito Mussolini se obsesionó con la idea de virilizar la sociedad de una Italia, que él percibía afeminada, reconstruyendo el Imperio romano mediante guerras absurdas en Etiopía, los Balcanes, Libia, España y la II Guerra Mundial. Hitler, por su parte, militarizó la sociedad alemana bestializándola hasta conducirla al más cruel de los desastres.

 Al final, fueron las bayonetas de la URSS y las potencias liberales las que liberaron a los europeos del fascismo. Inmediatamente comenzó la Guerra Fría que terminó con la derrota total del socialismo y el establecimiento universal del modelo económico neoliberal que, habiendo entrado en un proceso de crisis económicas continuas, tampoco cumplió sus promesas de bienestar futuro. Triunfantes en proceso de desideologización de la sociedad, su modelo económico ha fracasado, creando un malestar creciente en masas que se sienten traicionadas. Los partidos tradicionales, de derecha e izquierda han dejado de producir proyectos creíbles de futuro y esa carencia está siendo cubierta por un conjunto de movimientos reaccionarios que ya no se presentan como revolucionarios con programas hacia una nueva utopía, sino como simples negacionistas antisistema. Mientras, las izquierdas europeas hace tiempo que dejaron de ser referencia y refugio de los antisistema.

 Ciertamente, la realidad material en que operan esos movimientos poco tiene que ver con la de los años treinta y por tanto su ideología (todavía en formación) difiere de la de aquellos años. Han sustituido al judío por el árabe emigrante como su enemigo interno, a la economía estatal por una especie de anarcocapitalismo…, pero son demasiados los elementos ideológicos que permanecen y que justifican que se los califique de fascistas en espera de que otro nombre defina el crisol en que se mezclan multitud de movimientos reaccionarios autoritarios.

 

 

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