MADRID SE MOVILIZA EN DEFENSA DE LA SANIDAD PÚBLICA

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El éxito de la manifestación del domingo trece de noviembre en Madrid fue evidente. Puso en primer plano el hartazgo de gran parte de los ciudadanos madrileños con el deterioro de la sanidad pública iniciando un necesario debate sobre el Estado de Bienestar.

La reacción de la derecha ante el suceso se enmarca en su discurso habitual deslegitimándolo por su carácter político. Es obvio que una manifestación de centenares de miles de personas donde se defiende un modelo de sanidad pública es, por definición, un hecho político.

Es lamentable que la palabra política la hayan transformado en una variedad del mal. No siempre fue así. No fue hasta la Modernidad, iniciada con las revoluciones del siglo dieciocho, cuando los conservadores, ante la aparición de las masas que les disputaban un espacio público que percibían propio y exclusivo, empezaron a desconfiar de ella. A partir del momento en que las elites tienen que competir con el común por el poder, la política entra en sospecha. Cuando el Estado deja de ser el instrumento habitual de las elites, deviene en un peligro a controlar. Las estrategias conservadoras para desprestigiar la política varían en grado y forma, según lugar y tiempo, pero, usada como dardo, siempre va dirigido de derecha a izquierda.

 Para los conservadores liberales el mercado debe estar libre de la intervención del estado (léase la política): el mercado prevalece sobre la política. Pero el mercado no es neutral, ni igualitario, ni racional, sino donde se produce la confluencia de múltiples fuerzas, y en el que se impone la más fuerte, y rara vez la más limpia, la más racional o la más justa.

En una versión exagerada del conservadurismo, como el fascismo español, el ciudadano debe ser, además, apolítico.

Es cierto que, a veces, la política (el arte de gobernar) se degrada por su impotencia para resolver los problemas de los ciudadanos o, lo que es peor, por la corrupción. A medida que la riqueza se concentra, mayor es la necesidad de defender ese “poder de mercado” de los oligopolios con profundos fosos que los separe de la competencia. Asegurarse el favor de quienes elaboran las leyes es básico. Los intereses en juego justifican las cuantiosas inversiones en lobbies, refugios fiscales…  que las grandes multinacionales utilizan para corromper políticos. Que estas inversiones tiendan a crecer, es señal de que funcionan. Estos actos de los corruptores están realmente normalizados como práctica habitual del sistema y raramente son punibles, ni siquiera reprochables.

Ante este entorno de infamia de la palabra política, a menudo los políticos de izquierda, encogidos frente a este tipo de acusaciones, reniegan de la naturaleza política de sus actos.

Pasando de las palabras a los hechos, saludamos la manifestación de Madrid como un acontecimiento positivo de participación ciudadana que expresa su voluntad de resistencia en defensa del sistema público de salud, poderoso baluarte del Estado de Bienestar. Es un enfrentamiento político frente al mercado.

Valoramos positivamente, asimismo, que esta manifestación haya transcendido los intereses profesionales integrándose en los de las clases trabajadora y media.

Interpretamos que este acontecimiento es una señal de la profunda crisis económica, social y política de la que adolece Occidente.

La crisis sanitaria de nuestro pais se enmarca en la del Estado de Bienestar y debe ser tratada holísticamente con reformas en su financiación, educación, fiscalidad, etc.

Negar la existencia de un conflicto no contribuye a su solución, más bien, todo lo contrario. Nosotros creemos que el conflicto está abierto y es el momento de solucionarlo mediante la negociación que finalice en pacto. Es la hora de la política.

Corresponde a la izquierda garantizar que los ciudadanos participen en el debate impidiendo que se oculte tras la cortina del “debate técnico”. Por supuesto, corresponde a los técnicos, discutir y elaborar un modelo que sea eficiente, pero su contenido de equidad distributiva, objetivos a conseguir… es competencia de los ciudadanos. La función de los técnicos no es la de suplantar a los ciudadanos, sino la “traducir” en lenguaje coloquial los problemas y análisis técnicos y dar forma técnica a los deseos y aspiraciones de los ciudadanos.

El entorno de guerras, pandemias, crisis económicas recurrentes, amenazas climáticas, aceleración de la desigualdad… no facilita la negociación, pero esperamos que, al final, se impondrá la necesidad. Corresponde a la izquierda movilizar a los ciudadanos para que tomen conciencia de la magnitud de unas amenazas que deben resolverse mediante la política. Es decir, mediante la democracia.

Hormigas Rojas

 

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