LA IZQUIERDA EN EL DIVÁN
Hormigas Rojas
Los resultados de las recientes elecciones celebradas en
Andalucía han confirmado las encuestas y consolidado la tendencia electoral,
claramente a la baja, de los partidos que componen el actual Gobierno de
coalición (PSOE y U. Podemos). Esta tendencia no es nada nueva; sin embargo, se
ha visto agravada en el último año por las elecciones celebradas en la
comunidad de Madrid y en la de Castilla y León, donde sus resultados
electorales han sido particularmente adversos, sobre todo en lo relativo al
protagonismo de la derecha extrema (VOX), con presencia, incluso, en algunas instituciones
de Castilla y León.
Por eso llama profundamente la atención que no se escuchen
voces responsables en el interior del PSOE reclamando una profunda reflexión
política en la actual situación, al margen de exigir que se tomen medidas políticas
encaminadas a movilizar al partido para corregir esta tendencia, especialmente
negativa, de cara a las próximas elecciones municipales y de comunidad autónoma
(mes de mayo de 2023) y, lo que es aún más importante, a las elecciones
generales (a finales del próximo año si Pedro Sánchez agota la legislatura).
Esta alarmante afonía partidaria demuestra que el PSOE, como
organización que sustenta al actual Gobierno, no está cumpliendo con las
funciones que le otorga nuestra Constitución. Las diversas agrupaciones
socialistas, en general, no están fomentando la participación y el debate entre
los militantes y, por lo tanto, no existen cauces que canalicen el espíritu
crítico y la democracia interna, que ha presidido la actividad partidaria del
PSOE a través de su dilatada historia. Tampoco son operativas las agrupaciones
a la hora de fomentar que los militantes exijan la rendición de cuentas a los
órganos de dirección del partido a distintos niveles. En definitiva, el PSOE es
actualmente un partido cautivo y supeditado al actual Gobierno y, por lo tanto,
no es en la actualidad un instrumento suficientemente útil para divulgar y explicar
a la ciudadanía las políticas gubernamentales y, lo que es aún más grave y
alarmante, tampoco sus militantes están presentes y comprometidos en el tejido
social y menos trasladan al Gobierno las preocupaciones, exigencias y
reivindicaciones de los ciudadanos en la actualidad.
Los partidos a la izquierda del PSOE (U. Podemos, PC, IU, Más
País, Mareas…) tampoco salen bien parados en esta comprometida situación. Ha
resultado lamentable la falta de liderazgo y las divisiones entre los diversos
partidos de Andalucía. En este contexto político, el proyecto de Yolanda Díaz
no acaba de arrancar enredado en un proceso lento que ralentiza la toma de
decisiones. Incluso, ha diluido el impulso del 15-M, lo que ha incidido muy
negativamente en los propios resultados electorales de Andalucía. Por eso, es
urgente que Yolanda supere las actuales incertidumbres y presente con celeridad
su “proyecto político” (al margen de que continúe el “período de escucha”) y,
lo que es también muy importante, informe sobre los apoyos con que cuenta:
personas, partidos, sindicatos y organizaciones diversas. Incluso, debe concretar
el modelo de organización que propone a la hora de tomar decisiones sobre
asuntos relevantes, garantizando siempre la democracia interna… En todo caso,
el proyecto debe ser creíble y demostrar en la práctica capacidad para integrar
a los partidos a la izquierda del PSOE (sobre todo a U. Podemos), lo que
evitaría la sopa de siglas actual en la izquierda con los efectos perniciosos
que ello conlleva desde el punto de vista electoral, como se ha puesto
nuevamente de manifiesto en Andalucía (la división ha restado, según diversos
analistas, 10 escaños a la izquierda y contribuido en buena medida a la mayoría
absoluta del PP).
En todo caso, la izquierda debe prepararse para lo que se
avecina después de que pase la burbuja del verano. La actual la crisis derivada
de la invasión de Ucrania, así como el disparo al alza de la inflación, y el
consiguiente aumento de los tipos de interés, derivada de los precios de las
materias primas (gas y petróleo) y de los alimentos traerá consigo una serie de
efectos muy perniciosos para los más vulnerables, lo que previsiblemente
acrecentará la desigualdad, la pobreza y la exclusión social.
A ello habrá que añadir la incertidumbre generada por el
incremento de la prima de riesgo en los países europeos del sur del Mediterráneo,
el aumento del déficit y el pago de la creciente deuda pública (particularmente
alta en España), además de la previsible reducción del crecimiento de la
economía mundial y, por lo tanto, también de la UE y de España, lo que afectará
muy negativamente a la creación de empleo.
En el plano político, la proximidad del ciclo electoral, la precaria
relación de fuerzas de la izquierda en el parlamento, la escasa capacidad del
Gobierno para generar consensos en la actual coyuntura, así como el corrosivo
populismo de la extrema derecha y el escaso sentido de Estado del PP no augura
que ocurra nada bueno en los próximos meses. En el plano económico, la
fracasada política de rentas en nuestro país incidirá muy negativamente en los
bolsillos de los más vulnerables y en las clases populares en general, que
volverán a pagar las consecuencias del sobrevenido aumento de los precios. En
este contexto, el Gobierno no contará (como hasta ahora) con márgenes
ilimitados de la UE para seguir desarrollando una política reforzada de
protección social (pensiones, desempleo, dependencia e ingreso mínimo vital) y
los sindicatos no tienen, lamentablemente, capacidad de movilización y presión
para frenar las regresivas políticas de la patronal dirigidas a recuperar
rápidamente sus beneficios y dividendos.
En coherencia con todo ello, la presente negociación colectiva
está demostrando que los salarios perderán poder adquisitivo en este año y que
sólo quedaría concretar la cuantía de dicha pérdida ante la intransigencia de
la CEOE al no aceptar introducir en los convenios las cláusulas de revisión
salarial, que son las únicas que pueden justificar el negociar en base a la
inflación futura y garantizar el poder adquisitivo de los trabajadores
afectados por un convenio en la actual situación.
Además, en los próximos meses, todo indica que la derecha
seguirá practicando una política basada en “cuanto peor mejor” para sus
intereses (a pesar de la moderación formal de Moreno Bonilla y de Núñez Feijóo)
y que las expectativas de la izquierda de mantenerse en el Gobierno se irán
difuminando, si nadie lo remedia, a pesar de la bondad de sus políticas
sociales, los notables datos de creación de empleo, los efectos positivos de la
reforma laboral en el mercado de trabajo, el previsible auge del turismo y el
generoso reparto de los fondos comprometidos por la UE.
¿Hay alguien en el PSOE, y en la izquierda en general, capaz
de ofrecer un proyecto creíble, ilusionante y diferenciado de las derechas y,
como consecuencia, capaz de evitar lo que a estas alturas parece inevitable? Esta
es la pregunta que se hacen la mayoría de los ciudadanos progresistas, a partir
de la inoperancia confirmada del repetido discurso anunciando que viene la ultraderecha (VOX).
Lamentablemente, en estos momentos, esta pregunta no tiene
una respuesta precisa. Por lo tanto, los ciudadanos seguirán a la espera, cargados
de escepticismo, a que la izquierda culmine su periodo de reflexión (en el diván),
a pesar de que queda poco tiempo para tomar con audacia las medidas que mejor
respondan a la actual situación. En cualquier caso, el propósito de las
decisiones finales es que sirvan de revulsivo para revertir la muy negativa
tendencia electoral. Una última consideración, para cerrar este breve análisis,
guardando las lógicas diferencias: la izquierda española no debería olvidar
nunca lo vivido por los partidos comunistas y socialistas de Grecia, Italia y
Francia en la etapa más contemporánea. Incluso, a pesar de los notables
resultados electorales alcanzados hace unos días por la coalición de izquierdas
en Francia...
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