OTRAS SOCIOLOGIAS CLÍNICAS FUERON POSIBLES
A PROPÓSITO DE OFICIOS Y PROFESIONES, NOTAS SOBRE “EL
OBRERO ESPAÑOL” DE JACQUES VALDOUR” (1919)
Rafael
de Francisco
I.- NOTAS PREVIAS
Fueron las sociologías o
para/sociologías comprensivas y no estadísticas, que en general, elaboradas
principalmente por médicos, filósofos, periodistas, socio/políticos e incluso
novelistas como el Baroja de la Lucha por la vida (1904)
se acercaron a la comprensión y desvelamiento de las condiciones de trabajo de
oficios y profesiones desde hace varios siglos y que, en España, tendrían una
especial presencia durante el tiempo de la Restauración alcanzando su cenit en
los años de la República, para ser arrinconadas durante la dictadura.
No es cuestión de recrearse en una
libresca arqueología de la sociología antes de la sociología, sino de rescatar
sensibilidades y prácticas que de alguna manera apuntaban e inauguraban,
diseños reflexivos y operativos que, estando agarrados a las realidades de su
tiempo, intentaron que se conociera la vida cotidiana de las clases populares
y, muy especialmente sus condiciones de salud y enfermedad. Solamente
recordaremos a dos médicos y a un filósofo social que contribuyeron
poderosamente al conocimiento de los oficios y las condiciones de vida de las
gentes del común. Bernardino Ramazzini (1633-1714) con su De Morbis
Artificum (1700) Louis René Villermé (1782-1863) a partir de
su Tableau de L’état Physique et Moral des Ouvriers (1840)
y el joven Engels de Las cartas desde Wuppertal (1839)
seguido de La Condición de la clase obrera en Inglaterra (1845)
La sociología académica de oficios y
profesiones desde las perspectivas de los “padres fundadores” – quizá
con la excepción de Simmel y algunos estudios de Weber sobre
la fatiga en los trabajadores fabriles alemanes – no fue más allá
de una retórica filosófica/social que, además, se centró exclusivamente en las
profesiones liberales olvidándose de los oficios, ocupaciones y menesteres de
las clases populares a modo de ilustrada sociología de cátedra. A pesar de la
renovación que supuso el funcionalismo de Talcott Parsons con su obra Las
profesiones y la Estructura social (1939), al final, solamente los
oficios de prestigio, como sería en este caso de Parsons con los médicos,
siguieron siendo objeto de la mirada sociológica. El cambio, con el descenso al
estudio de los oficios y ocupaciones no académicas vendría de los sociólogos de
Chicago y del enfoque interaccionista de la mano de Everett Hughes, Louis
Wirth, Erving Goffman y el inefable Howard Saul. Becker, a su vez, virtuoso del
jazz, y que, se adentraría en el mundo de los oficios artísticos con su
escrito “Los extraños, sociología de la desviación” (1963)
para terminar ya, en nuestros días, con las reflexiones de Richard Sennett (1998)
sobre las corrosiones psicosociales derivadas de la organización posmoderna del
trabajo.
II.- EL OBRERO ESPAÑOL, OBSERVACIONES
VIVIDAS, DE JACQUES VALDOUR (1919)
Jacques Valdour sería el pseudónimo
normalmente utilizado por el abogado y sociólogo francés Louis Martin
(1872-1938) que hacia 1912 inauguraría una peculiar metodología sociológica que
sin duda, se adelantaría sensiblemente al trabajo de los etnometólogos de la
Escuela de Chicago, desarrollando una práctica de investigación social
claramente interdisciplinar en la que se mezclaba, el quehacer geográfico con
el antropológico y sociológico utilizando una novedosa técnica de observación
participante, que para nosotros pudo suponer interesantes
cercanías con el acercamiento al sujeto que proclaman las sociologías clínicas.
En lo que se refiere a España, la obra
de Valdour estuvo formada por tres libros bajo el epígrafe general del L’Ouvrier
Espagnol, Observations vécues, que sería publicado en Paris en 1919 y
que nosotros sepamos, centrado en la descripción de la vida obrera en Aragón,
País Vasco y Andalucía
La especial relevancia de estas
“observaciones” de Valdour a diferencia de otros acercamientos de sociólogos
franceses a la problemática social española como su coetáneo Angel Marvaud
(1910) o Le Play (1855) es que, este autor se sumerge en el entorno cotidiano y
laboral, escuchando, hablando y trabajando él mismo como obrero, en diversos y
variados tajos y oficios en las localidades y ciudades por las que
transcurre su investigación de tal manera, que recrearía un relato sociológico
no solamente inédito para la época, sino vivido y pegado a la
realidad. Es más, incluso objetivamente condicionado por su propia
subjetividad como investigador – por otra parte, siempre y honestamente
explicitada – dada su confesada condición de integrista antirrepublicano francés.
Aspecto éste, que obviando sus juicios de valor sobre la conflictividad social
española y especialmente sobre la actuación de sindicatos, las huelgas y las
actitudes anticlericales del proletariado, sus descripciones de lo cotidiano,
serán de un realismo y una objetividad absoluta, reflejando desde el precio y
duración de unos pantalones de pana, de un mermado guiso de carne, una
habitación obrera o las tareas que lleva consigo un peón de albañil, resaltando
la insoportable fatiga – personalmente vivida y sufrida – que entrañan a
lo largo de una jornada que con media hora de descanso para el almuerzo, y una
hora para la comida, duraría desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la
tarde, pagada con 2 pesetas de jornal que no daban para cubrir el coste de la
comida y habitación diaria.
En relación a la vida cotidiana y social
Valdour será también enormemente descriptivo – como por ejemplo, los periódicos
leídos por los obreros, que en ocasiones son los mismos con que envuelven el
almuerzo – aunque puede que excesivamente condicionado por sus
imaginarios ideológicos resaltando excesivamente las expresiones
antirreligiosas – especialmente las reiteradas y continúas blasfemias – y
los pronunciamientos y actitudes anticlericales, junto a la fijación en algunos
oficios – particularmente en la minería – al juego. No obstante, en líneas
generales, refleja una cartografía casi exhaustiva de la vida cotidiana del
obrero español en la que, desde las huelgas obreras, la afiliación sindical,
las maneras de vestir y comer, las discusiones familiares, las conversaciones
en el trabajo o las relaciones de clase, pocas cosas se le escapan.
Aunque no le resulta excesivamente fácil
por la situación general de paro que se vivía en España en algunas regiones
Valdour conseguiría durante los años 1912 y 1913, empleos eventuales, de no más
de 15 días – por otra parte, algo habitual en la época – en las tenerías
zaragozanas, como peón de albañil, en una papelera aragonesa, en las minas de
Utrillas en Teruel y en la minería de Vizcaya, en una fundición bilbaína como
peón, en un taller de armas en Eibar y, en las obras públicas en Sevilla.
La significación que este inventario
casuístico puede representar en los sin duda endebles y posiblemente forzados
recorridos de las sociologías clínicas en España residiría en su peculiar y
pionero enfoque metodológico a medio camino entre la observación participante y
la compresión cualitativa de los hechos y comportamientos sociales más allá, de
las subjetividades del investigador. Puede que no constituyese más que una
ingenua y artesanal manera de acercarse a la realidad, pero si fue, un proceder
novedoso que llevaba incrustados los ejes basales de la sociología clínica como
acercamiento al sujeto y, en donde, además, la entrevista como herramienta
extractiva, se transforma en convivencia reflexiva, en una especie de
sociología del nosotros involucrando al mismo tiempo al investigado y al
investigador.
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