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                                        Mi paso a la cuarta edad

 

Antón Saracíbar*

 

 Y cuando llegue el día del último viaje, y esté a partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar. Epitafio de Antonio Machado, 1875- 1939. 


Después de 15 años remitiendo un texto periódico, previamente comprometido, a la web de la Fundación Sistema, he considerado  llegado el momento de cancelar este noble, pero severo compromiso, una vez cumplidos los 80 años. No hay otra razón para tomar esta difícil decisión. Con ello, además, facilito el paso a otros compañeros jóvenes y mucho más preparados para cumplir con este notable cometido encaminado a fomentar el debate sobre las ideas relacionadas con la defensa de las libertades, la democracia, el socialismo,  la igualdad y la solidaridad internacional en un contexto mundial globalizado. 

Sin duda, desde hace muchos años los poderes fácticos globalizados, se han convertido en una pesadilla para todos, salvo para unos pocos. El final del siglo XX y comienzos del siglo XXI son testigos del imparable avance del capitalismo, que es precisamente el que gobierna el fenómeno de la globalización. La desregulación total de los mercados y la economía financiera, con sus componentes fuertemente especulativos, están dominando el mundo de los negocios y las grandes empresas basan su éxito en la generación de valor bursátil en un entorno de libertad absoluta de movimientos de capitales y en el que los paraísos fiscales no son combatidos ni siquiera en situaciones extremas. A ello ha contribuido en buena medida, según Tony Judt, la obsesión por la riqueza, el culto a la privatización de los servicios públicos y la elevación del sector privado a nuestra iconografía, así como las crecientes desigualdades entre ricos y pobres. Y, sobre  todo, la acrítica admiración de la desregulación de los mercados, el desdén por el sector público, el férreo control de los medios de comunicación de masas (en detrimento del periodismo independiente) y la quimera de un crecimiento sin límites. 

La Internacional Socialista y, particularmente, la socialdemocracia europea y los sindicatos  no han sabido o podido oponerse  a este fenómeno con éxito. Incluso, algunos partidos de izquierda han desmoralizado a sus miembros al no haberlos defendido de las políticas de sus  enemigos o, aún peor, haberlas adoptado como propias; se han quedado sin impulso, sin ideas, sin ilusión, sin esperanza… A veces parece como si se hubieran quedado sin futuro aparente. Lo más grave de todo es que en nombre de la socialdemocracia -sus peores enemigos están en sus propias filas- se han venido aplicando unas políticas económicas que han deteriorado el empleo; aumentado la precariedad de la contratación; deprimido los salarios; disminuido la protección social; reducido el peso y la calidad de los servicios públicos; facilitado el desarme de la política fiscal; e, incluso, golpeado duramente a la acción sindical y, en concreto, a la negociación colectiva y a los sindicatos. 

Algunas reformas laborales (también las promulgadas en España) desde los inicios de la década de los ochenta del siglo pasado son un buen ejemplo de todo ello. Por eso, no debemos olvidar los efectos devastadores producidos por la desregulación de nuestro mercado de trabajo, devaluando con ello el convenio de sector en beneficio del convenio de empresa y, por lo tanto, desequilibrando aún más la relación de fuerzas a favor de los empresarios: desplome salarial, fuerte temporalidad, jornadas  interminables  (muchas veces sin percibir las horas extras), aumento de los riesgos para la salud en el trabajo y. en definitiva, alto índice de desempleo en unas condiciones muy precarias. Ello ha aumentado considerablemente las desigualdades sociales, la pobreza y la exclusión social. 

En nuestro país, la situación está muy condicionada por este análisis global. La crisis del 2008 y, en la actualidad, los efectos de la Pandemia, están afectando muy duramente a la situación de muchos ciudadanos. Particularmente muchos trabajadores están sufriendo las consecuencias nefastas de las crecientes desigualdades. En todo caso, la Pandemia ha demostrado la enorme importancia de la calidad de los servicios públicos (y, en concreto, de la salud pública) y la protección social  de los más vulnerables. Además del cuidado personal de la salud, los efectos perversos del tabaco, el deterioro de las aguas, los destrozos negativos de la obesidad y la atención de las personas dependientes en las residencias. 

Por otra parte, los efectos económicos y sociales de la Pandemia son especialmente negativos. Por eso, el actual Gobierno debe consolidar las medidas relativas al llamado “Escudo Social” y, en concreto, trabajar activamente por mantener el empleo (ERTE), resolver los problemas derivados de nuestra intolerable precariedad en la contratación, mejorar la protección social, fortalecer los servicios públicos y apostar por una reforma fiscal en profundidad, que signifique -junto a una decidida lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida-un incremento de las contribuciones de los más ricos hasta alcanzar la media de la presión fiscal  vigente en la UE y, como consecuencia, el reparto más equitativo de la riqueza. 

Sobre todo, el Gobierno no debe olvidar decisiones pendientes: incremento del SMI (a pesar de las declaraciones controvertidas del Banco de España), la derogación de las últimas reformas laborales y de pensiones (de manera especial las de Mariano Rajoy del 2012 y 2013) y el incremento de la protección social (pensiones, desempleo, dependencia, servicios sociales e IMV). En concreto, el problema de las pensiones debe abordarse a partir del pensamiento básico y elemental de Ignacio Zubiri: “la economía genera recursos más que suficientes para pagar pensiones significativamente más elevadas de las que se derivan del modelo actual. Lo único que hay que hacer es aceptar que las pensiones, además de con cotizaciones sociales, se paguen con otros ingresos. Fundamentalmente impuestos”. 

En coherencia con estas consideraciones debe abrirse un gran debate sobre otros ingresos complementarios y públicos que mantengan la independencia del Sistema y aporten más dinero al fisco, a través de impuestos especiales  (tabaco, alcohol, vehículos, primas de seguros…) o, en último término, acudir a la imposición general en los PGE, dando por hecho que todos los impuestos se deben establecer con carácter finalista (el ejemplo francés es significativo: contribución social generalizada cono impuesto universal, ptogresivo y finalista). El montante total de estas cantidades se debe establecer en función de las decisiones políticas que se tomen en respuesta a las preguntas: ¿Qué nivel de pensiones queremos para nuestros mayores? Y, ¿Qué salario de sustitución se debe establecer finalmente para los pensionistas en comparación con los percibidos en su vida laboral? Debemos recordar que España, según los últimos datos de Eurostat, dedica al gasto social un porcentaje muy por debajo de la media europea. Por eso, si no hacemos nada, no hay que descartar que se confirmen los pronósticos más agoreros: que la tasa de sustitución de la pensión sobre el salario percibido descienda gradualmente desde el 79% actual al 48%, en 2.060,  como algunos pretenden. 

Esta política contribuirá también a mejorar nuestros servicios públicos, sobre todo la educación, la sanidad y la asistencia social. Si algo ha demostrado suficientemente la Pandemia es que los servicios públicos son imprescindibles para la Comunidad, lo que exige su fortalecimiento y, en particular, frenar los intentos de la derecha de privatizar la sanidad convirtiendo este servicio básico en un lucrativo negocio. El centro de salud debe ser potenciado y dotado de más personal y de más medios económicos, al margen de la tarea de los hospitales y de su labor docente y asistencial. 

Por último, el Gobierno debe tomar una opción sobre las medidas más urgentes a corto plazo. Sin enredarse mucho en el problema catalán, que va para largo y no lo van a resolver solamente los indultos (a pesar de las declaraciones de Oriol Junqueras),, ante la insistencia de las fuerzas independentistas de reivindicar la amnistía y convocar un referéndum de autodeterminación. Simplemente porque lo primero es reconstruir y sanear el país. El reparto eficaz de los fondos de la UE, la modernización de nuestra economía, el cambio climático (transición energética), el impulso a la digitalización, la potenciación de la industria (hasta alcanzar el20% del PIB) y la imperiosa necesidad de abordar una reforma fiscal en profundidad deben  ser referencias obligadas de la agenda política en los próximos meses. 

Todo ello sin abandonar, las ideas socialdemócratas, a partir del siguiente principio: no es posible “una socialdemocracia sin sindicatos”, como lamentablemente se intentó en años pasados. Debemos recordar que, a comienzos de 1992, The TIMES, de Rupert Murdoch, ya se manifestaba en contra de las grandes coaliciones de trabajadores y proclamó la definición conservadora de las exitosas organizaciones sindicales del mañana: “serán esencialmente asociaciones de personal con base particularmente en el lugar de trabajo. No serán ideológicas, excepto en lo que se refiere a entender que la prosperidad de sus miembros está ligada a la de sus empleadores. Sostendrán y defenderán contratos individuales y los derechos legales de los trabajadores y jugarán un papel importante en la modernización de la gestión en la empresa”. Como se puede comprobar en esta cita, los poderes fácticos  vienen apostando desde hace muchos años por asociaciones de personal de base exclusivamente empresarial, divididas, impotentes y autorizadas solamente a manejar quejas particulares y a promover los intereses del empleador. 

En todo caso, las ideas socialdemócratas exigen un partido  fuerte y audaz capaz de ejercer un verdadero liderazgo- sin titubeos y actitudes vergonzantes- que defienda y explique el contenido de las políticas a todos los niveles de nuestro tejido social, fomentando para ello la participación, la transparencia y el debate, desde la ética política y la coherencia: no se puede decir hoy una cosa y mañana todo lo contrario (como lamentablemente viene ocurriendo en demasiadas ocasiones). En definitiva, las ideas socialdemócratas son las más apropiadas para salir de la crisis y responder a la fuerte ofensiva neoliberal que se está produciendo en la actualidad  (lucha ideológica) y, por supuesto, las más eficaces para defender a los colectivos más vulnerables. 

Todo ello garantiza mucho mejor la igualdad de oportunidades y el reparto de la riqueza (para crecer incluso de manera sostenible), lo que supera de lejos el discurso ideológico neoliberal y responde a la pregunta obligada de los ciudadanos: ¿Gobernar para qué? En todo caso, estas ideas son contrarias a las políticas espectáculo y de cartón piedra que proliferan en nuestro país en los últimos años: “banderas”, “apropiación abusiva y obscena de la Constitución”, “soflamas patrióticas”, “fichajes estrella”…, que nunca han movilizado a la izquierda sociológica y menos aún a los más jóvenes (sin un presente esperanzador) llamados  a configurar el futuro de nuestro país. 

Para todo ello sigo disponible, sin ataduras y obligaciones impropias de mi edad. Sólo me resta dar  de nuevo las gracias a la Fundación Sistema y a a su director (Tezanos) y a todos los  responsables con los que he compartido tareas.  Particularmente a las colaboradoras más cercanas (Maeso) -de manera muy especial y cariñosa  a Carmen Barrios-, que participan  activamente y de forma muy eficaz en el trabajo ordinario  que desarrolla la Fundación. Salud  y memoria, sin olvidar la ilusión y la  utopía…, porque “Un mundo mejor es posible ”.

Publicado previamente en la revista "Temas". Con autorización del autor.

 

 

Comentarios

  1. Muchas gracias Antón, por tu entrega y la gran labor que has realizado en beneficio de los trabajadores durante todos estos años.

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